La noche fue pésima para Alejandro, pues no solo tenía que pensar en Karla, también tenía que pensar en aquel trato de locos que le ofrecieron. No tenía humor así que cuando llego a casa, prácticamente se durmió usando sus calmantes para el dolor.
A la mañana siguiente, pese a que durmió bastante, no se sentía para nada descansado.
— ¿Te preocupa Karla?— Preguntó Catherine con una mueca en el rostro que esperaba que Alejandro no notará.
No cualquiera quiere que su novio aún se preocupe por su ex novia.
—Te mentiría si te dijera que no, pero creo que estará bien, de una u otra forma lo estará— Le dijo Alejandro con media sonrisa— No te preocupes, solo me preocupa, bueno, es importante, no por nada más.
—Ya veo— Eso no la tranquilizaba.
—Tú eres lo más importante para mí— Le dijo Alejandro acercándose para besarla— Supongo que me siento responsable de lo que paso, eso es todo. Cuando se recuperé, estaré mejor.
—No fue tu culpa, tu solo estuviste cuando colapso— Le tranquilizó Catherine.
—Es verdad— Alejandro no le había contado nada.
—Eres demasiado bueno— Catherine se abrazó a él y esté beso la frente— Un día te darás cuenta de que eso es demasiado malo, sobre todo si no puedes medirte, ya sabes, la gente se aprovechará.
Sandra también se lo dijo.
—Supongo que soy así— Le comento finalmente.
—Es una de las razones por las que te amo, claro— Le dijo ella besándolo— Vamos a casa ¿O a la tuya?
—La mía, no hay nadie— Admitió Alejandro.
—Perfecto— Dijo esté levantándose.
—Solo iré al baño— Le dijo este y camino hacia el edificio más cercano para hacer sus necesidades, fue entonces que se topó con Diego, el cual pasaba la vista entre su celular y el edifico al que se dirigía.
—Hola— Le saludo Diego cuando lo vio.
—No esperaba verte aquí— Le dijo Alejandro con despreocupación.
Se quedaron en silencio un breve momento.
—Supongo que no podemos hablar de mucho ¿Verdad?— Le dijo Alejandro frunciendo los labios— Sé que es raro pero ¿Qué has pensado? La verdad es que yo tengo algunas cosas en la cabeza, pero no lo sé.
—Seguro ya pensaste en los demás— Diego le miro seriamente con una sonrisa— Tomaran la decisión correcta, se los aseguro. No necesitan verse involucrados con respuestas exteriores ni mucho menos.
— ¿Cómo lo sabes?— Preguntó Alejandro.
—Los luceros les ayudaron a enfrentar su miedo, a través de presión, pero la decisión que tomaron fue la correcta— Diego bajo la vista un segundo para mirarlo después— Les enseño a tomar la decisión que querían, la que necesitaban.
—Ya veo— Alejandro podía entenderlo— Supongo que te veré mañana.
—Seguro— Le dijo Diego asintiendo.
Después de quedarse un rato con Catherine, Alejandro se decidió mirar su celular con despreocupación.
Ella no podía quedarse con ella, pues su familia la reclamaba cada noche.
El había pensado poco sobre el tema, pero aquello que Diego le dijo, en realidad le hizo sentir extraño. Tenía razón en ese sentido, pero tampoco podía pensar tomar decisiones con firmeza no significa que sea lo correcto.
Él quería protegerlos a todos, porque casi con medio año se convirtieron en su familia.
Quería proteger a Catherine porque también la amaba y a Karla, quizá simplemente por costumbre. La quería, no podía negarlo, pero ya no la amaba. Antes quizá hubiese tomado la decisión con base a lo que ella quería pero ahora no.
Diego dijo que seguro ya había pensado en todos.
Era verdad, lo que le preocupaban eran ellos.
Quizá debía simplemente dejar que ellos tomaran la decisión.
No iba a negar que fuera emocionante el hecho de enfrentar a un dios, pero era imposible. Un dios es un ser insuperable y si es verdad que ahora tendrá todo su poder, entonces estaban perdidos.
Perfecto, su decisión ya estaba tomada.
Después de aquella horrible conversación con Diego y Celeste, ella se sentía complemente abatida. Una decisión horrible se avecinaba y solo tenía un par de días para pensar cual era la opción correcta.
— ¿Vas a cenar está noche?— Preguntó Carmen desde la entrada de su habitación— He preparado tus favoritas.
—Entonces creo que si cenare— Admitió Sandra girándose en su cama hacia la puerta.
Carmen le tendió un plato con sopa fría de codito y hamburguesas.
—Debo admitir que me gustan pero no son mis favoritas— Le dijo Sandra levantado su ceja— Estas más bien son tu comida favorita.
—Lo siento, me sentí un poco inspirada— Le dijo con una sonrisa nerviosa.
—Vamos a comer— Dijo Sandra finalmente.
Comieron en silencio.
—He pensado que hay muchas cosas que no entiendo— Admitió Sandra mientras dejaba su cuchara en su plato— Me gusta mi vida como es, pero como es, quizá no sea suficiente.