Luzbell: Reflejos

Capitulo III.

Sandra tuvo una pesadilla, una pesadilla que definitivamente marco el antes y el después de lo que podía significar tener una pesadilla para ella, y por supuesto no en el buen sentido.

—Lo hiciste bien— Dijo su padre con su leve sonrisa en el rostro. Era un hombre de baja estatura, de tez clara, ojos claros, barbas morenas bien recortadas y canas poco visibles en la cabeza. Su expresión era dura pero su sonrisa pese a lo débil que era podía ser muy dulce— Pero claramente puedes mejorar, aunque no digo que no esté orgulloso de ti, claro que lo estoy, es solo que...

—Tú también puedes decirlo mejor— Respondió su madre, era una mujer también de baja estatura, de tez olivácea, cabellos castaños cortos, llevaba lentes sobre sus ojos almendrados— Mejorarás con eso de las felicitaciones.

—No seas tan dura…— Replico el hombre mirando a su esposa.

La Sandra de doce años se sentía feliz, pues había logrado hacer sonreír a su padre con algo muy fuera de las cosas de las que siempre hablaba con él.

—Vayamos a celebrar— Sugirió finalmente su mamá mirando a la pequeña Sandra quien solo pudo asentir enérgicamente— Perfecto, ve decidiendo adonde quieres ir mientras voy por mi suéter.

— ¿Quieres ir a ese extraño restaurante con las botargas?— Preguntó su papá mirándola con una ceja levantada.

—No, ya no soy una niña— Dijo Sandra en respuesta mientras se cruzaba de brazos— Aunque es verdad que quiero pizza, así que deberíamos ir al restaurante regular de pizza o a ese donde también venden pollo frito.

—Oh, ese me gusta, tienen una salsa muy rica— Comentó su papá de regreso mientras se lo pensaba.

—Vámonos— Dijo finalmente su mamá caminando ya hacia la puerta, entonces miro a ambos que ya la estaban siguiendo de cerca— ¿Ya tienen puestos sus suéteres? ¿Verdad?

Ambos se miraron nerviosos y corrieron para buscarlos mientras la mujer los miraba severamente.

La cena fue relajante, fue terriblemente relajante, pero sobre todo Sandra no pudo parar de sonreír en ningún momento, todo eran sonrisas para ella incluso cuando sus padres hablaron seriamente sobre un caso de su padre durante unos segundos, nada aparto la sonrisa de su rostro.

Siempre fue así, Sandra entrego lo mejor de sí y sus padres le daban una recompensa que siempre hacia sonreír terriblemente a Sandra pero realmente era su maldición, siempre fue su maldición pero no lo sabía porque siempre habría algo lindo, algo bueno al final del día.

—Lo siento— Se disculpó Sandra, una chica de quince años, mirando a sus padres, quienes estaban viendo el resultado de un examen. Ella no temía mostrárselos pues seguramente entenderían lo que le paso— Verán, yo quería…

—No necesitas dar explicaciones— Dijo finalmente su padre mientras dejaba el papel sobre la mesa con una expresión seria— ¿En qué te hemos fallado?

— ¿Qué? No verán…— Comenzó Sandra dispuesta a explicar que simplemente no quería tomar la prueba a tal grado de que ni siquiera estudio para ella, ya que incluso al final no era necesaria para nada, siendo más bien una exhibición.

—Supongo que debemos replantearnos, el cómo te hemos educado— Dijo finalmente su madre interrumpiéndola de nuevo— No podemos tomar esta situación tan a la ligera, debemos ser más estrictos contigo o simplemente hicimos al creer que harías bien…

— ¿Eh?— Exclamó Sandra algo confunda por lo que estaban diciendo sus padres, mientras sonreía de lado— No, escuchen, la cosa es que…

—Reiteró, no necesitas explicarte de nada— Comentó su padre seriamente mientras se levantaba de la mesa seguida de su esposa— Vamos a tener que hacer cambios muy drásticos por aquí.

— ¿Están bromeando? Por una vez que…— Comenzó nuevamente Sandra pero fue interrumpida esta vez por su madre quien simplemente la miro severamente, aunque era muy diferente a la mirada que siempre lanzaba, esta vez estaba cargada de peligro.

— ¡No digas más!— Grito finalmente su padre golpeando la mesa, entonces por alguna razón los ojos de sus padres, de ambos, eran rojos como si fueran de sangre— No puedo creer que después de todo lo que te he dado, nos falles.

Sandra no podía creer lo que estaba pasando en tan solo un instante ¿Por una vez que ocurría algo? ¿Algo que no se repetiría? ¿Cómo podían simplemente volverse así? ¿Realmente había pasado así? Parte sí, pero esto, esta reacción violenta…

Sandra quería sentirse enojada con ellos pero no podía, al final del día ellos le daban todo y siempre lo harían mientras ella se mostrará tan brillante como antes, entonces simplemente no podía renegar, nunca podría hacerlo pero siempre pensó que era la única vez que lo haría, quizá hasta la última...

Ella se levantó, dispuesta a irse a su cuarto, completamente resignada pero aun pensando que había algo raro en todo eso.    

Entonces de la nada, ambos de sus padres se deformaron, sus brazos crecieron y sus dedos también, la cuenca de sus ojos se abrió tanto que sus ojos parecían estar a punto de salirse pero se aquedaron ahí, mostrando sus venas, mientras su boca se abría tanto que era inhumano, sus dientes incluso se afilaron.

Sandra no pudo evitar tirarse al suelo y tratar de salir por la puerta pero sus padres, aquellas cosas, ahora cubrían la puerta de salida.



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En el texto hay: traumas, espejos, luceros

Editado: 03.04.2021

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