Luzbell: Reflejos

Capítulo XXV.

— ¿Podemos estar aquí?— Preguntó Sandra mirando la sala de descansos. Una habitación cuadrada con casilleros grises, una mesa y una televisión vieja. Además de que estaba junto a su lado de los baños. Qué bueno que la puerta estaba cerrada— ¿No llamaras la atención?

—Seguro que sí, sobre todo si son dos chicas, pero no le prestes importancia, no me llevo bien con la mayoría, por no decir que solo me llevo bien con uno— Respondió Diego mientras sacaba sus trastes de comida— No le digas a nadie que parezco un maldito godín.

—Te queda bien— Le dijo Irene y este solo pudo sonreírle. 

—Pensé que les darían comida, la que sobrará o la que no sirve—Sandra miro los trastes y le sonrió— O quizá solo te gusta mucho la comida que te hace tu hermanita.

Irene se sonrojo al instante.

—En primera, es un restaurante bastante serio, no es de comida rápida cualquiera. No dejan sobras y si lo hacen son llevadas por nosotros de noche— Le dijo Diego mientras soltaba un suspiro— Y en segundo, lo mejor es que lo pruebes, entones te darás cuenta…

Sandra sabía que no era un restaurante cualquiera, era bastante famoso, vendían comida corrida, además de ser un salón para fiestas, preparaban banquetes que según las críticas eran insuperables pues no solo hacían comida mexicana, hacían comidas variadas. Ella solo había ido una vez su familia, pero no recordaba mucho.

—He probado su comida, es deliciosa, así que come tú— Le dijo Sandra negando con la mano—  ¿Entonces admites que realmente amas la comida de tu hermanita? Qué lindo…

— ¡No es lo que quería decir!— Comenzó Diego mirando a Irene quien comenzó a rascar su mejilla con un leve sonrojo— Claro que cocina bien, solo que…

— ¿Qué?— Preguntó ella, muy interesada e inclinándose hacia él.

—Que no se te suba a al cabeza, señorita— Le dijo Diego mientras aclaraba su garganta— Como sea ¿De qué querían hablar? 

—Una pesadilla­— Sandra se enderezó al instante.

Diego la contemplo con seriedad unos segundos y asintió mientras comía.

Irene tampoco sabía de qué iba a hablar con su hermano así que solo pudo poner atención.

Entonces Sandra les contó aquella pesadilla donde todos tenían los ojos rojos y se golpeaban con sonrisas psicópatas en sus rostros.

—Ya veo— Diego se mantuvo tranquilo pese a conocer la situación. Parte de ella.

El silencio se formó en aquella sala.

— ¿Y bien?— Preguntó Sandra para interrumpirlo con media sonrisa.

—Lo siento, tenía que terminar— Dijo Diego finalmente mientras comenzaba a guardar sus cosas— La verdad es que no tengo idea de que pueda significar esa pesadilla, pero en vista de que no se rinden, compartiré lo que sé.

— ¿En serio?— Peguntó Sandra ilusionada— ¡Perfecto!

Diego mentía en parte sobre lo que sabía pero el mantenerlos alejados quizá no sea lo mejor, al menos ya no. Le pondría más atención a su hermanita.

— ¿Tienes papel o escribes en tu teléfono?— Preguntó Diego limpiando su boca y sentándose despreocupadamente.

Sandra saco su celular y este le dicto una serie de caracteres.

— ¿Un libro de la biblioteca?— Peguntaron ambas al unísono, reconociendo la numeración usada en su escuela para organizar los libros.

—Sí, deben de saber dónde buscar— Le dijo finalmente mientras le miraba sobre sus lentes— Traten de ir solo ustedes, sería lo mejor. Me refiero a sin ningún tipo de acompañante irregular.

—Vale— Sandra le sonrió y se levantó. Irene hizo lo mismo—Nos vamos y muchas gracias.

—Regresa con cuidado— Le dijo Irene mientras se despedía de él.

Diego se quedó pensando en esa pesadilla, tratando de encontrarle sentido con todo lo que sabía pero más allá de dejarle en claro sobre esa catástrofe, nada era claro. Parecía hacerse más complicado.

— ¿Tienes dos novias?— Preguntó Sebastián entrando a la sala con despreocupación.

—No, solo es una chica de la escuela y mi hermana— Respondió mirándolo— ¿Ya comienza tu descanso?

—No, solo quería sentarme, no es como que haya mucha gente en el local a esta hora— Dijo Sebastián soltando un susurro cansado para luego mirarlo de reojo— Espera ¿Una de ellas era tu hermana? ¿Cuál?

—Que te importa— Le dijo Diego despreocupadamente y tras su silencio se dio cuenta que eran igual de flojos, aunque no lo pareciera— Como hemos sobrevivido tanto tiempo aquí.

—Eres un buen cocinero y yo soy bueno preparando bebidas— Le dijo Sebastián encogiéndose de hombros— No hay nadie más que lo haga, así que realmente somos valiosos.

—Hay más cocineros— Le señaló.

—Pero tú eres su jefe, directamente— Señalo su amigo.

Gabino disfrutaba con tranquilidad de su sábado mientras hacía algunas tareas para sus clases y se preparaba para hacer su reporte de su primera práctica de laboratorio. Comenzaron tarde pero tenía sentido.

—Que patético— Dijo una voz en su cabeza, lo que hizo que soltara el lápiz por simple reflejo.



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En el texto hay: traumas, espejos, luceros

Editado: 03.04.2021

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