—Acepte, pero no creo que tengas algo importante o destacable que decir— Le aseguro María con la mirada completamente seria— La verdad es que no me parece que tengamos que hablar de nada. Lo dejaste todo muy claro.
—Es verdad—Le aseguro Gabino— Pero entonces me gustaría dejar algunas cosas claras.
—Ya no hay nada que dejar en claro— María soltó un suspiro frustrado— Hiciste lo que no debías hacer y está bien, ahora lograste lo que querías ¿Verdad? ¿Ya te sientes satisfecho?
—Era lo mejor, para ambos, no pude soportarlo— Gabino hizo una mueca de desagrado— Supongo que ya todo está bien, terminemos. Solo te diré una cosa… Lo que hagas o no, a partir de ahora, será cosa tuya, incluso si tiene que ver conmigo.
— ¿Algo que tenga que ver contigo?— María le sonrió irónicamente— ¿Estás bromeando? No quiero relacionarme contigo de nuevo…
—Esa es tu decisión, yo lo aceptaré, te amo pero no podía aguantarlo más ¿Entiendes?— Le aseguró Gabino levantándose— Y perdón por hacerlo, de verdad, no quería hacerte daño pero no podía solo soportarlo en silencio.
—Hiciste algo más que hacer daño— María lo miro con los ojos llenos de odio— No se puede solucionar solo con una disculpa ¿Lo entiendes?
Gabino asintió y se alejó finalmente para ir a casa mientras María observaba su espalda con mucha molestia.
Gabino se sentía mareado, estaba temblando, y su piel estaba fría al tacto pero no se detuvo, siguió hasta legar a la parada de la combi para finalmente irse a su casa. Ya sentía las ganas de vomitar.
La noche finalmente cayó y Diego solo esperaba a la hora de salida, ya quería salir pero aun había clientes y la hora de salida aún estaba a una hora de llegar. Ser cocinero era divertido cuando tu horario era temprano.
—Ya termine con los baños— Aseguro su compañero Sebastián mientras se sentaba a su lado a esperar— Mientras no vengan más clientes creo que estaremos bien hasta mañana por la mañana.
—Gracias— Le agradeció Diego y entonces el sonido de la puerta lo hizo levantar el rostro, al principio serio, luego, con alivio al darse cuenta de quién era.
—Ah, tu hermana— Le dijo su amigo con despreocupación.
—Gracias, me di cuenta— Diego se levantó y fue a su encuentro— ¿Cómo te fue? ¿Te aceptaron en algún lado?
—No lo sé…— Comenzó Irene hacendó una mueca y finalmente negando con la cabeza— Hay dos opciones donde si me aceptaron, pero una de ellas, es bastante lejos y la otra definitivamente no me gusta.
— ¿Paso algo?— Preguntó Diego alzando una ceja.
—No realmente, solo no me gusta hacer llamadas— Le aseguró su hermana con vergüenza y luego miró al restaurante con mucho interés— Que bueno que llegue a tiempo, muero de hambre.
— ¿No íbamos a cenar juntos?— Preguntó su hermano.
—Sí, pero yo comí muy poco está tarde así que comeré poco y luego ya vamos a cenar— Le dijo su hermana con una sonrisa dulce.
—No sé si eso sea bueno para tu cuerpo— Observó su hermano.
— ¿Me estás diciendo Gorda?— Pregunto su hermana abrazándose a sí misma con los ojos entrecerrados.
—No me mal entiendas—Se defendió su hermano, dándose cuenta de que se había metido en un gran problema.
Mientras tanto María no había hablado más con su novio. Ya no hablaba pues terminó cortando también con él. Y todo era culpa de Gabino. Lo odiaba por ello. Se odiaba a si misma por sobre todo.
—Debiste escucharme— Le dijo la voz del espejo— Eres una niña insegura, y tonta, y no pudiste con tu propia inseguridad…
— ¡Cierra la boca!— Le gritó María con lágrimas en los ojos.
— ¿Negarás la verdad?— Le preguntó la voz con una tono divertido— ¿A quién amabas? ¿Al chico que te ataba con amenazas infantiles? ¿O al otro que busca tapar todo con un dedo?
— ¡Cierra la boca, no sabes nada!— María aun quería pensar que ese espejo no sabía nada de ella— Nunca sabrás nada de mí, solo hablas, metiéndote en mi cabeza para confundirme y alejarme de la verdad…
— ¿Seguirás negándome?— Le preguntó finalmente su propia voz— Veamos que harás, con quien caerás de nuevo… Y así sabremos que tanto tiempo me quedaré contigo o quizá para siempre.
—No, no pasará— Le dijo María tapando sus oídos con furia, queriendo dejar de escuchar— Tú no eres yo…
—Ambas estamos atrapadas por tus decisiones— Le gritó la voz en su cabeza. Ella hizo una mueca de dolor al volver a escuchar la voz del espejo— Sigamos así, entonces, pero esta vez, yo atrapada, no te dejaré en paz.
María sabía que era verdad pero no podía dejar de pensar que esa María no sabía nada.
Al día siguiente, María no quería entrar a ver a Gabino pero no tenia de otra, quizá se sentaría aparte, y casi podía estar segura de que Irene estaría con el pero tampoco podía culparla.
Ella se sentó al frente, lista para tomar la clase y Gabino estaba del otro lado del salón. Algo que agradeció profundamente pero era de esperarse, pues ya habían dejado claro que no se hablarían de nuevo.