—Definitivamente ver anime de noche no te está haciendo para nada bien— Señalo Diego al ver a Abigail tan desanimada, con ojeras bajo los ojos y sobre todo con aquella apariencia todavía más desalineada de lo normal.
—No, creo que no— Admito Abigail después de un rato.
—Tómalo con calma, estudiar a estas alturas es un desperdicio, en realidad— Le dijo Diego encogiéndose de hombros con despreocupación.
—Para ti— Le dijo Abigail negando con la cabeza.
—Puedo escucharte si así lo deseas— Se ofreció Diego con tranquilidad— Quizá solo te hace falta con quien sacar todo lo que tu mente tiene dentro y que te tortura cada noche.
—Hay cosas que simplemente no se pueden sacar— Le dijo Abigail bajando la voz.
—Siempre hay otra manera de sacarlo ¿Entiendes?— Le dijo Diego mientras regresaba a los libro— Yo escribo, es tranquilizante para mí, quizá debas hacer algo similar.
—Me gusta cantar— Admitió Abigail suavemente con una leve sonrisa en el rostro.
—Deberías cantar, entonces— Dijo Diego asintiendo— Un día deberías hacer un concierto o incluso entrenar para hacerlo profesionalmente. Covers o algo así, de momento sería algo bueno.
—Solo cantaría en el baño— Le comentó Abigail mirándolo un poco— No se cantar.
—Un día debería escucharte. Lo comprobaré— Sugirió Diego sin darle tanta importancia, pero en realidad le daba bastante.
Supongo que a veces solo tenías que sacar la verdad, de una forma u otra.
Las noches terminaron siendo un martirio mucho peor de lo que ya lo eran, desde las pesadillas, que terminaban rápido hasta la voz del espejo que tendía a hablar cada que abría los ojos.
—Y no se detendrá nunca— Admito la Abigail del espejo.
Abigail sabía que era verdad.
Enfrentarlo traerá paz de verdad.
Diego le dijo que al final del día lo mejor era sacarlo, no comentárselo directamente a Katia necesariamente, solo expresar sus emociones con alguien, pero esta vez sabía que no sería tan fácil. Debía decírselo a ella directamente porque era su amiga y la quería. Eso quiere el espejo.
Los sentimientos están para sacarlos, no para quedárselos una misma. Porque si ese fuera el caso, estos definitivamente le volverían loca.
Podía decir fácilmente lo que no le gustaba o le incomodaba pero nunca lo que realmente sentía.
Ser honesta consigo misma también era doloroso, pues la mayoría de veces que era honesta para sí misma era para recalcar todo lo que odiaba de ella. Quizá por una vez debía ver algo positivo aunque en realidad no lo tuviera.
— ¿Seguirás huyendo, amiga traidora?— Gritó Katia mientras su cuerpo se pudría lentamente.
Abigail estaba escondida detrás de uno de los libreros de la biblioteca, pesando en como decírselo a sí misma.
—Solo necesitas aceptarlo tú misma— Katia sonaba mucho más cerca ahora— La verdad siempre te perseguirá, no importa cuánto te escondas, siempre estará en tu corazón, torturándote.
Abigail ya lo sabía.
— ¡Te atrape, gran mentirosa!— Gritó Katia y entonces tomo a Abigail del cuello— Te enterraré con esa verdad entre tus amados libros.
— ¡Espera!— Dijo Abigail tratando de liberarse con sus manos, sin suerte.
—No puedes detener la verdad de tu propio ser— Los gusanos comenzaron a pasar a sus ropas por la mano de Katia. Abigail notó que se acercaban a su boca y a sus ojos— Serás alimento de tu propio pesar.
— ¡Yo lo siento!— Dijo Abigail dejando de luchar— La verdad es que odio esta verdad de mí. Quiero negarla, de verdad, sobre todo porque me ha causado problemas, inconvenientes, quizá porque no tengo autoestima. He terminado lastimada.
Poco a poco la presión sobre su cuello disminuía.
—Lo siento— Abigail había comenzado a llorar—Te amo, pero claramente no sientes lo mismo.
—No lo sabrás hasta que no lo digas— Admitió el cuerpo podrido de Katia mientras su boca sin dientes esbozaba una sonrisa — Lo importante es que ya no reprimirás lo que sientes, sin importa nada.
—Al menos quiero ser su amiga— Admitió Abigail sonriendo mientras el monstruo la bajaba al suelo.
—Ya veo— El monstruo comenzó a recuperar su color, su piel clara, sus ojos brillantes y sus dientes blancos— Espero que podamos ser amigas para siempre.
—Yo también— Abigail tomo su mano.
Katia floto por el aire hasta desaparecer en múltiples destellos de colores.
Una barrera de agua se levantó a su alrededor, entonces esta comenzó a caer como una suave brisa sobre su rostro hasta que despertó.
Durmió un poco pero no pudo recuperarse del todo de las muchas noches que vivió la pesadilla.
Aparte de eso, se sentía muy ligera.
Esta vez se supuso una falda color beige, algo que raramente usaba pero que tenía guardada por alguna razón, y un moño adornando sus cabellos, aparte de eso, llevaba una blusa de cuadros y unas calcetas sobre las rodillas. Una vez no haría daño.