Los hermanos se quedaron en un silencio incomodo cuando todos se fueron.
— ¿Ella lo sabía?— Preguntó Irene mirándolo.
Diego solo asintió.
— ¿Y qué pasará al final? ¿Cuándo se acabe el poder de tu espejo?— Preguntó Irene mientras apretaba su blusa bajo la mesa— Seguro lo sabes ¿Verdad?
Diego volvió a asentir.
—Y no me dirás ¿Verdad?— Le pregunto de nuevo, con un tono de reproche.
—Vayamos a cenar— Le dijo Diego levantándose de la mesa— La verdad es que hoy no tuve tiempo de preparar la cena. Me apetecen unas hamburguesas o incluso un filete de pescado ¿Qué dices?
Irene hizo una mueca para sí misma.
—Suena genial— Solo pudo decirle su hermana bajando la vista.
No quería hablar, pero podía respetarlo, al menos el día de hoy.
Es noche disfrutaron de una cena en compañía de otro sin hablar de nada, simplemente se divirtieron, incluso cuando llegaron a casa pues vieron una película.
— ¿Desvelado?— Preguntó Celeste sentándose a su lado al día siguiente.
—Sí, ayer me quede viendo una película— Afirmo Diego mientras sobaba sus ojos con suavidad— ¿Y tú?
—Yo no, solo dormí— Celeste se encogió de hombros con despreocupación— ¿Así que es verdad lo que dijiste? Tu respuesta. La que me dijiste cuando hablamos por primera vez sobre esto.
—Sí, no planeo cambiarla— Diego le sonrió— ¿Tan malo es?
— ¿Para qué obtuviste tu espejo, entonces?— Preguntó Celeste levanto una ceja— Es una prueba…
—Lo obtuve por suerte, ni siquiera tuve una prueba— Le dijo Diego mostrando su espejo roto— No tengo derecho a elegir, si quiera.
—Pero sabes perfectamente que no fue suerte, al menos no como tú crees— Le dijo Celeste mirando el espejo— Así que un usuario circunstancial que usa mucho su magia termina así, con un espejo roto.
—También olvidaré todo— Diego se encogió de hombros.
— ¿A qué te refieres?— Pregunto Celeste abriendo mucho los ojos.
—A eso mismo, que no recordaré nada lo relacionado con los luceros, incluyendo los lazos que tuve alguna vez gracias a ellos— Menciono Diego sin bajar la vista— Pero no me importa ¿Sabes? No sentiré dolor al final, incluso cuando no esté ninguno de ustedes.
— ¿Ahora te mientes a ti mismo?— Preguntó Celeste mirándolo severamente.
—Claro que no. No digo que no me hayan importado, solo digo que no lo recordare al final, así que mejor que ellos tomen la decisión pues será a ellos a quien les afecte a la larga, a mí no— Diego le miro con una sonrisa quebrada— Incluyendo tus objetivos.
— ¿Y tu opinión?— Preguntó de nueva cuenta.
—No importa— Aseguró Diego— Solo quiero que Irene esté bien.
—Ella estará bien, ambos lo sabemos— Le recrimino Celeste.
—Entonces está bien. Los demás también lo estarán— Diego asintió, verdaderamente satisfecho.
Por la tarde, fue a trabajar como si nada.
—A veces me pongo a pensar que deberíamos estar haciendo otra cosa ¿No?— Le preguntó Sebastián mientras se dejaba caer en su silla con una expresión alicaída— No sería divertido poder cumplir nuestros sueños tan rápido como los pensemos.
—Sabes lo que dicen, sobre que hay sueños que pesan mucho más en realizare pero que son los que más se disfrutan— Le dijo Diego, levantando una ceja, algo extrañado por aquel comentario tan raro, nada propio de él.
— ¿Y si el sueño es imposible?— Preguntó de nuevo mirándolo.
— ¿Me preguntas a mí?— Diego levanto una ceja con cierta vergüenza— Creo que los sueños no son imposibles, todos son posibles, simplemente no sabemos qué camino tomar para llegar a ellos.
—Es una manera muy positiva de verlo— Le dijo Sebastián levantando una ceja, dándose cuenta de que también era impropio de él.
—Al contrario, es un camino duro y lleno de decepciones, pero creo que siempre hay muchas formas de cumplir el sueño, solo debemos dejar de aferrarnos a nuestros propios ideales, porque la vida no es así de dulce siempre— Respondió.
—Ese si eres tu— Sebastián asintió y sonrió para sí mismo— Supongo que tienes mucha razón.
—Creo que si— Diego sonrió para si mismo también.
La noche llego y finalmente volvió a reunirse con Irene.
Irene en realidad no tenía mucho que pensar, ella sabía qué decisión tomar y lo más importante, mejor dicho, lo que más le preocupa, es que los chicos no tomarán la decisión correcta, incluyendo su hermano.
Pero se sentía incomoda, como si no fuera solo ella.
—Vamos a comer— Le dijo su hermano cuando llego a recogerla a su trabajo— ¿Qué se te antoja?
—Tacos— Le respondió.
—Entiendo porque haces esto— Le dijo Irene mientras dejaba su taco en el plato. Era un rico sabor que, por alguna razón, extrañaba ahora— Claro, me alegro mucho de que quieras pasar tiempo contigo, pero, ya sabes, creo que al final tendremos que hablarlo.