Luzbell: Reflejos

Capítulo L.

María se encontraba vagando en una enorme área blanca, vacía y estaba llena de voces distorsionadas que ella reconocía, que iban desde Irene, hasta Gabino y Daniel.

Eran sus momentos felices, muy felices, que iban desde las citas con Daniel, hasta los encuentros con Gabino y claro, las divertidas tardes con él e Irene, pero también las últimas peleas con los chicos, y el distanciamiento con Irene.

Aquellas pesadillas de su novio ya no regresaron.

Todo es tiempo a oscuras le había ayudado a pensar, pero la conclusión era la misma, debía estar con Daniel porque solo él podría darle felicidad, era su seguridad y no se movería, sin importar nada.

—No seas tonta— Dijo María, una María de ojos rojos— No pasará así, solo te ataras a tu realidad.

—Soy libre así— Volvió a responder.

—Eres cínica, crees que puedes ser la víctima, pero jugaste con ambos ¿Realmente crees que él no haría lo mismo contigo? Ya te manipula usando la culpa para que te quedes con él ¿Qué le impide hacer algo más?—­­ Preguntó María sonriendo ampliamente, entonces hizo un ademan que la hizo temblar— Como eso…

—No lo haría, no el real— Dijo María retrocediendo.

—Que tonta. Como tú lo hiciste, él puede, todos pueden, la libertad que anhelas ni siquiera es lo que crees, algo que te daba el otro chico ¿No? ¿Y si mejor los dejas a ambos?—­ Dijo María acercándose a ella— Aprende a ser libre es mejor al final del día.

Aparecía de vez en cuando, y desaprecia de la misma manera.

Dejarlos a ambos significaría quedarse sola y no podría seguir.

—Una persona no necesita a nadie para vivir— Átropos apareció frente a ella.

— ¿Irene?­— Preguntó María un tanto confundida por su extraña apariencia.

—Oh, supongo que puedes verla a ella en mi— Átropos hablo con tranquilidad y entonces se acercó a ella— Necesitas independizarte, ser tu misma por una vez y no hacer lo que la gente espera de ti.

— ¿Eres como esa visión?—  Preguntó alzando una ceja.

—No, yo no busco torturarte, yo solo quiero que lo veas un día— Aseguro Átropos mientras daba un paso atrás y se detenía— Voy a estar contigo, pero debes comprender que es la verdadera libertad por ti misma.

­         —Ya la comprendo— Dijo María con una mueca en el rostro.

— Estás aquí porque ni siquiera tú lo crees— Átropos despareció en humo negro, dejándola nuevamente sola.

María no pudo replicarle más a la nada.

Mientras tanto Diego contemplaba su nuevo lucero, era como el anterior, pero no estaba en lo más mínimo desgastado. Supuso que mientras menos lo usará, como el otro, más se quedaría con sus recuerdos.

Pero seguía siendo una solución momentánea.

—No lo pienses tanto— Le tranquilizo Irene mientras sujetaba sus hombros y lo abrazaba dese atrás— No hay necesidad de usarlo, así que los recuerdos ya no se irán ¿No es eso genial?

—Eres demasiado positiva, hermanita— Le dijo Diego.

—Pero eso no está mal ¿Verdad? Los humanos son así, deben ser positivos para levantarse frente a las adversidades— Irene se mostró terriblemente positiva mientras le sonreía ampliamente— Vamos a terminar las comprar para la reunión de hoy.

—Vale— Diego finalmente cedió— Pero sea lo que sea, no quiero que invites a aquel muchacho.

— ¿Muchacho? Oh, vamos, de todas formas no puedo tener romances con mortales, tampoco me gusta— Admito Irene mientras levantaba su pulgar— Además, ya lo invite, ni modo de dejarlo atrás ahora.

—Sí, pero ¿Él lo sabe?— Volvió a preguntar su hermano.

La chica le sonrió dulcemente.

—Ya vamos— Dijo Sandra por teléfono mientras subía al departamento de Diego— No presiones, wey, ya estamos aquí abajo. Espero que ya hayas pedido la comida.

—No la ha pedido, te lo aseguró— Dijo José levantando las bolsas con botana.

—Según él si, a ver— Dijo Sandra encogiéndose de hombros— La verdad ya tengo hambre.

Los chicos finalmente entraron y todos ya estaban totalmente acomodados en su lugar.

—Finalmente, mira que estoy muriendo de hambre— Les dijo Diego con una sonrisa en el rostro— No pudimos detener a Gabino.

—Yo también ya tenía hambre— Admitió él sin vergüenza alguna.

—Me imagine, pues entones vamos a comer ya— Sandra no pudo discutir ante eso y todos comenzaron a comer con cierta emoción, hablando de cualquier tema, desde la escuela, hasta otras cosas sin sentido.

No espejos, ni dioses.

La puerta sonó entonces.

—Lamento la tardanza— Mauricio aparece en la puerta con el rostro cargado de nerviosismo— Les traje papas y algunos dulces para completar, por si gustan o si no, puedo comprar otra cosa…

—No te preocupes, claro que no— Irene se levantó de la mesa y tomo la bolsa— Vamos, pasa siéntate.

—No lo sabe ¿Verdad?— Preguntó Gabino a mi lado.



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En el texto hay: traumas, espejos, luceros

Editado: 03.04.2021

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