—Gracias por invitarme el día de ayer a su fiesta— Mauricio agradeció el gesto hacia Gabino e Irene— Debo admitir que me sentí bienvenido aunque tu hermano parecía querer matarme.
—Siempre mira así— Admitió Gabino encogiéndose de hombros
—No es verdad— Le corrigió Irene mientras inflaba levemente sus mejillas— No te preocupes, solo le preocupó mucho, eso es todo, tu relájate, seguro que se llevan bien con el tiempo.
—Yo espero que si— Mauricio se mostró de acuerdo.
—Va a ser difícil— Agregó Gabino frunciendo los labios.
Mauricio asintió, estando de acuerdo.
Irene no sabía que estaba pasando.
María seguía caminando por aquel lugar vacío, sin rumbo, esperando que las voces en el cielo se callaran o dijeran algo nuevo o diferente. Ni siquiera su otra yo había aparecido para nada.
—Hola— Átropos volvió a saludar a María.
—Ah, Irene— María miro a la diosa con cierta curiosidad— Me lo pregunte ayer, ya sabes, que te vi, pero te fuiste y no tuve tiempo de preguntarlo: ¿Qué haces aquí? ¿Tú hiciste esto? Ya sabes, esos chicos dijeron que controlaron a algunos usuarios de espejos ¿Fuiste tú? ¿Por eso el cambio de apariencia?
—Sí, yo lo hice— Átropos asintió suavemente con la cabeza— Ordene a alguien más que lo hiciera por mí, pero en el fondo, seguían mis órdenes. Otra cosa, yo no soy Irene, que quede claro.
— ¿No?— María preguntó con una ceja levantada.
—Creo que debo contarte la historia— Átropos asintió, lista para contarle todo los detalles de lo que no pudo escuchar por estar en coma.
María escucho con atención sobre las diosas gemelas y sobre que ella había manipulado a Irene, quien era Prasma para hacer todo eso. Al final ella se quedó completamente callada.
—Difícil de creer ¿Eh?— Átropos paso sus cortos cabellos detrás de su oreja.
—No, creo que desde los Luceros ya era difícil de creer— María miro a la nada detrás de la diosa— Que dioses estén involucrados podría ser la única explicación para que todo esto sea posible.
Átropos sostuvo su cabeza pues un dolor punzante la invadió.
— ¿Qué ocurre?— María se acercó un poco a ella.
—Algo va mal— Átropos miro a la nada igual que María— Debo regresar.
Mientras tanto Sandra se encontraba leyendo en una banca afuera de la biblioteca con mucha tranquilidad. José saldría tarde de su clase y ella no tenía nada más que hacer que leer para prepararse para futuros exámenes.
—Qué bueno que te veo— Gabino llego corriendo hasta donde estaba ella.
— ¿Qué pasa?— Preguntó Sandra con despreocupación— Es raro verte correr.
—Irene colapso— El tono de Gabino mostraba su preocupación.
Sandra recogió sus cosas rápidamente, entre sudores fríos y esa extraña sensación de alguien observándola de muy cerca.
—Ya estoy mejor, de verdad— Dijo Irene tranquilizando a su hermano que también había salido de su clase para verla— Solo me siento débil…
—Sí, desde ayer— Observó Diego.
— ¿Qué pasa?— Preguntó Sandra abriéndose paso entre la pequeña bola de gente que estaba solo de chismosa.
— ¡Te dije que no los llamaras!— Irene regaño a Gabino mientras fruncía los labios— Estoy bien, ya saben que estaré débil sí que no deberían alarmarse mucho ¿Vale? Ya basta, volvamos a clase.
—No, vamos a casa, deberíamos descansar un poco— Le dijo Diego tomando su mano.
— ¡Estaré bien!— Le dijo alzando un poco más la voz.
Diego soltó un suspiro cansado y no tuvo más opción que asentir.
— ¿Por qué paso?— Preguntó Sandra hacia Gabino.
Irene miro a todos lados.
—Estará débil un tiempo, mientras no tenga su cuerpo real— Explico Diego y comenzó a caminar— Trata de no presionarte mucho y si no aguantas, mejor regresa a casa y reportare enferma en tu trabajo.
—Ya estoy bien, no te preocupes—Le replico Irene.
— ¿Pero no fue Átropos quien te dio poder para que te quedes un tiempo?— Preguntó Sandra a Irene cuando su hermano se fue.
Irene bajo la vista.
—Supongo que hay algo que no nos has dicho— Señalo Gabino dándose cuenta también de la expresión de Irene.
—Parece que mi hermana está teniendo problemas, eso es todo— Irene se encogió de hombros con despreocupación— No deberían tomarse las cosas tan seriamente. Somos diosas, estaremos bien.
—Nos preocupan— Sandra se agacho junto a ella que estaba sentada— Si ocurre cualquier cosa, deberían poder decirnos ¿Verdad?
Gabino se mostró de acuerdo.
—Ustedes ya hicieron mucho, es nuestro turno hacerlo ¡Confíen más en nosotras!— Irene levanto su puño, mostrando confianza.
Gabino y Sandra intercambiaron miradas.
—Qué bueno que ya te recuperaste— Mauricio le trajo una botella de agua— Y qué bueno que la gente ya se disperso.