Lycoris Merveilleux

Capítulo 4: "Coronas"

Desde épocas remotas, se ha hablado del fin de los tiempos, el cual siempre ha sido retrasado con el paso de los siglos, dando lugar a diferentes premoniciones, entre las cuales está el sagrado testamento: la biblia. Según sus escritos, nos esperan siete llamados antes de que todo acabe, y no habrá salvación alguna para el pecador arraigado. De ahí que ahora podemos nombrar los miles de acontecimientos que se han dado desde las últimas fechas, como: terremotos, inundaciones, miseria, hambre, etc. Todo aquello está ocurriendo de una forma paulatina, hasta el punto en que llegamos a pasarlas por alto. Sin embargo, no deberíamos mostrarnos tan negativos, y más cuando en medio del caos, generalmente surge la luz. Entre las penumbras, habrá aventureros que destaquen aun sin saber cuál es su misión, y lucharan desde la línea de fuego, por lo que nadie más podrá ocupar su lugar, ya que sólo ellos lograrán surcar el camino que se les fue impuesto. Así de complejo es el sistema divino, no obstante, esto es más que una batalla… es una guerra.

Abel y Alan habían aceptado una nueva responsabilidad, por lo que era hora de enfrentarse al mal cara a cara en su propia dimensión, pero… ¿cómo se supone que deberían tomar medidas al respecto cuando no tenían los relojes para defenderse? Si bien hablamos del mundo etéreo, ¿serían capaces de dominar esas dimensiones paralelas? Dejando un poco el tema de lado, Seitán siguió escribiendo después de enterarse de la resolución que ambos tomaron.

—Me encuentro muy agradecida con ustedes por prestarse para este fin. Ahora, primero que nada, voy a darles su equipación —anunció.

Apenas los chicos leyeron aquello, de la nada, las luces volvieron a bajar, a lo que, una vez las sombras se disiparon, quedó a la vista un colgante platinado, que poseía una corona tan brillante, que casi no parecía estar hecha de acero quirúrgico.

—¿Y estás coronas? —preguntó Abel en voz alta tomando entre sus dedos la pieza de joyería. De inmediato, la albina no tardó en responder.

—Este collar les permitirá tener un control casi absoluto en el otro plano, pero cuidado, he dicho que “casi”, por lo que no puedo asegurarles que funcione todo el tiempo. De cierta forma, dependerá también del poder que vayan obteniendo al manejar esa dimensión por su cuenta, así que lo ideal es que no usen todo el tiempo los collares. Por otro lado, nada más les bastará sostenerlo con una mano y pedir lo que sea para que éste haga algo por ustedes.

Una vez hecha la entrega, los dos compañeros se lo pusieron sobre sus cuellos, y ahora que estaban armados, tendrían la oportunidad de dar inicio a las pesadillas que les aguardaban.

—Ya me lo puse —avisó Alan.

—Yo igual. ¿Qué hacemos ahora? ¿Debemos dormir? —consultó Abel.

—Antes de eso, deben ir a reunirse con su nuevo grupo. En primer lugar, júntense con una chica llamada Lena, la cual tiene una habilidad que les será muy útil —aseguró la extraterrestre.

—Bien… —expresó con cierta incomodidad el rubio— pero… ¿dónde la encontramos? —comentó.

—En una de las tantas estaciones de trenes que tiene su ciudad. Después de todo, siempre está repartiendo las flores del infierno —apenas recibieron ese mensaje, y las sensaciones de mal augurio se esparció dentro de ellos como los pétalos de alguna flor, el nombre de Seitán empezó a tener fallas extravagantes, y desapareció como si nunca hubiera existido en el grupo desde un principio.

El abrupto desvanecimiento de su “líder”, dejó atónitos por un tiempo indeterminado a ambos chicos. Sin embargo, al encontrarse un poco más estables, se trasladaron cada uno a su cuarto sin saber que el otro copiaba su accionar. Por otro lado, Alan interrumpió la tensa atmosfera al continuar con la conversación.

—Seitán se acaba de ir.

—Sí… y dijo que deberíamos buscar a esta tal Lena en una de las estaciones de trenes. Por suerte mañana es sábado. Yo por mi parte puedo cerrar el negocio temprano, y luego irme a averiguar por ahí. Es una lastima que no nos dijera exactamente en cuál estación —declaró.

—Nos tomará tiempo encontrarla… cada una está bastante lejos de la otra, y la ciudad es grande —avisó su amigo—. No sé si pueda hacerme un espacio, aunque viendo la situación… creo que me veré obligado; me tocará desvelarme.

—Espera, ¿no dijo Seitán que deberíamos pelear entre sueños ahora? ¿Cómo lo harás si no descansas apropiadamente Alan?

—Ah… ahora que lo dices, ya se me fueron las ganas de dormir con todo esto.

—A mí igual.

En ocasiones, cuando creemos que no podemos repetir situaciones, éstas inevitablemente se cuelan por las alcantarillas de la vida, para luego aflorar en la superficie con una novedosa forma que jamás hubiéramos imaginado. La esencia de la existencia, se basa en lo impredecible que se tornan las circunstancias, junto a los factores que atraen a éstas, los cuales se convierten en motivaciones para obligarnos a salir de nuestros capullos. ¿Esta sería una oportunidad para un nuevo aprendizaje?

En cualquier caso, la noche pasó rápidamente gracias a las hipótesis que se plantearon durante esa madrugada, y aunque les pesara, más tarde, el sol los golpearía en la cara desde sus ventanas para así avisarles que un nuevo día había comenzado. La mañana se desarrolló lenta y, cada uno se fue por su lado para realizar sus tareas matutinas. Por parte de Alan, él debía atender su editorial, o al menos lo más primordial antes de realizar la dichosa búsqueda. En cuanto a Abel, él abrió su café, y atendió a la clientela como si nada, puesto que, aunque se hubiera desvelado, no le fue un impedimento el hecho de realizar sus labores. Casi, podría asegurarse que todo lo que se había contado en las noticias, era pura mentira, pero esa idea estaba lejos de la realidad. El mundo se encontraba de cabeza, y era su responsabilidad enderezarlo.

Mientras tanto, en un sitio alejado de trabajos más complicados, se encontraba la muchacha, Lena, quien estaba repasando lo que hizo antes de levantarse. Desde la inmensa tranquilidad de su cuarto, en una casa en la que vivía aún con sus padres, recordó cómo tuvo que recoger el teléfono por su incesante sonido, el cual la había obligado a levantarse. Si bien, no tenía ni un trabajo estable o un novio que la apañara, resistía como podía. Aquella chica, poseía una vida un poco ruda, puesto que a pesar de que se encontraba en ese apuro, se las había ingeniado para ir a trabajar repartiendo flores, las cuales le servían para pagar su carrera al menos en partes. Sin embargo, ella contaba con alguien que la escuchaba pacientemente. En lo que se preparaba, hablaba con su compañero de existencia, quien no poseía un cuerpo físico, no obstante, eso no significaba que no pudiera verlo, sentirlo, u oírlo.




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