El día anterior había dejado un rastro de hojas coloridas por la acera, junto a otros restos de basura que desanimaban un poco el paisaje. Aquella consecuencia, se debía al insondable viento, que había esparcido los restos de desperdicios, dejando así un cuadro poco agraciado, que decoraba de forma gustosa los charcos desparramados en la ciudad, aun así, el clima daba un toque más atrayente, y éste tenía que ver con el cambio de temperatura. Las hojas otoñales sólo eran parte del cambio de estación junto a la lluvia, por lo que no se podía dejar aparte el fresco que se levantaba. Es así que el trío, o más bien, el grupo de cuatro, se dirigió a un café cercano para entablar una charla más adecuada.
—No estoy seguro si sea correcto empezar a hablar de “eso” en un lugar como este —declaró Alan acomodándose en uno de los asientos junto a la ventana donde estaba también su mejor amigo.
—No creo que tengamos de otra igualmente —aclaró Abel cerrando un momento los ojos, en lo que posaba sus manos entrelazadas sobre la mesa.
—De hecho… es mejor que estén hablando con nosotros afuera, especialmente a sabiendas de que nadie más puede verme —avisó Kadmiel con la espalda bien apoyada en el sofá que compartía con su allegada.
—Sí… supongo que tienes razón —el pelinegro soltó un suspiro en señal de rendición.
—En cualquier caso… —interrumpió el de ojos esmeralda, quien abrió éstos para dirigirse a Lena— estoy seguro que tienes algo que decirnos, puesto que solamente Seitán nos pidió que te buscáramos y no nos dio más detalles al respecto —informó.
—Cierto, ahora mismo les explicaré por qué estamos aquí —ella levantó un dedo y agregó—. Nos falta un miembro aún, y Seitán me dijo que lo esperáramos en una cafetería que estuviera cerca de mi trabajo —después de decir esto, se empezaron a dirigir al susodicho, el cual estaba en una esquina.
—Creí que sólo éramos nosotros —mencionó algo confundido Alan.
—Bueno, la última vez también fuimos cinco si te lo pones a pensar —habló Abel mirando a su amigo.
—¿La última vez también lo fueron? —preguntó confundida Lena.
—Sí, verás… —al entrar a la cafetería y tomar lugar, nuestro protagonista, le contó de forma resumida los acontecimientos pasados la primera vez que vieron a Seitán y que ahora estaban metidos en una nueva misión, cosa que ella ya sabía lo último dicho.
—Oh… —expresó con impresión.
—Me sorprende que hayan aceptado después de todo lo que les sucedió —comentó Kadmiel.
—Sí, a mí también —declaró Alan con pesar.
—Creo que igualmente no teníamos muchas opciones. Esto iba a afectarnos al final quisiéramos o no —avisó el rubio.
—Bueno, al fin de cuentas tienen razón —asintió el compañero de Lena.
—¿Ustedes por qué aceptaron esto? —preguntó Abel.
—Fue porque Seitán dijo que, si ayudábamos, podríamos descubrir la identidad de Kadmiel —señaló con su cabeza al samurái—. Ella dijo que mientras estamos en esto, podíamos empezar a descubrir cosas al respecto.
—¿Pero no dijiste que era tu ángel guardián o algo así? —Alan elevó un poco sus cejas con confusión.
—Sí, lo dije; así me refiero a él —esta vez lo señaló con su dedo al de ojos dorados.
—Oh, de modo que sólo es una forma de decir —a lo que Lena asintió.
—Pues bien. ¿Hay otra cosa que debamos saber? —declaró Abel, a lo que la chica volvió a asentir.
—No estoy muy segura, pero al parecer el miembro que falta, es quien tiene más información sobre lo que nos toca hacer y, el cómo lo haremos —mencionó.
—Ah… ya veo. De modo que estás tan perdida como nosotros —declaró Abel cruzándose de brazos.
—Hablando de todo un poco… —interrumpió Alan, a lo que los demás lo miraron— en su momento no lo pensé porque nos tiraron todo en la cara, y era difícil de asimilar, pero estoy casi seguro de que Seitán nos habló de las otras dimensiones antes.
—Sí, creo que se lo llegaste a mencionar. Pero fue hace mucho tiempo —dijo el rubio—. Han pasado tres años desde eso.
—Sí, incluso nunca llegamos a saber el verdadero motivo del porqué fuimos elegidos aquella vez —declaró Alan.
—¿Enserio nunca se lo preguntaron? —dijo Kadmiel con cierta sorpresa, pues le parecía casi ridículo aquel dato, a lo que Abel se rascó la mejilla y rio nerviosamente.
—Sí, sé que es estúpido… aunque no lo recuerdo con claridad —mencionó el chico.
—Creo tener un vago recuerdo de eso, aunque tampoco quiero mentir al respecto —avisó Alan con un aire de preocupación.
—Pues sinceramente, si hubiera escuchado a más detalle su historia antes, quizás no hubiera aceptado hacer esto desde un comienzo —admitió Lena, puesto que al entender que Seitán los había traicionado previamente, nada aseguraba que no fuera a repetirse la misma situación.
—No podemos arrepentirnos ahora Lena —se dirigió su amigo a ella—. Ya hemos tomado una decisión, además, estos chicos tienen ya la experiencia, así que creo que podemos fiarnos de ellos, y así evitar cualquier inconveniente en el proceso.
—Sí, lo sé —le respondió a su allegado.
—Gracias por confiar en nosotros, aunque ni yo mismo sé si vamos a salir de esta victoriosos como en el pasado. Ahora, la situación es completamente diferente, ya que no nos tenemos que enfrentarnos a las criaturas de manera directa, y eso de algún modo lo hace menos aterrador —apenas Abel terminó de decir aquel párrafo, un chico se coló en su mesa, el cual rodeó los hombros de Lena, quien se vio profundamente descolocada por su exceso de confianza al igual que Kadmiel, así también, ese jovenzuelo se atrevió a opinar respecto a su charla.
—Creo que estás bastante equivocado —declaró el desconocido cruzándose de piernas.
Aquel muchacho, no parecía tener más de quince años, es decir, era mucho más joven que nuestros protagonistas, además, sus cabellos dejaban en claro que sin dudas se acoplaba a la moda de esos días, pues ese puro pelo rubio con el que cargaba, estaba pintado de un rojo intenso en uno de sus mechones, más específicamente, justo en la mitad de su fleco que se corría a un lado y dejaba entre ver su frente. Por otro lado, sus destacables ojos cielo, estaban encendidos de una forma antinatural, entregándoles así la sensación de que ese chico era (podría decirse) de otro mundo.