Lycoris, la bella flor de la muerte, la cual crece plácidamente justo en las rocosas orillas del río Estigia, guían a los muertos a sus últimas memorias hasta que llegan al otro lado del lago, en donde beberán sus aguas y olvidarán sus memorias. Y así como la función de esta flor es realmente importante, lo son también todos los miembros del grupo actual. No obstante, a Lena, quien cargaba con semejante ser sobrenatural todo el tiempo, no dejó escapar la sensación que le despertaba el nuevo integrante, puesto que éste… parecía arrastrar consigo a la muerte. Sin embargo, las cosas primero se desarrollaron de otra forma.
—Seguramente todos ustedes ya saben (si les ha contado Lena) que debo darles los detalles para enfrentarnos a esas criaturas —fue interrumpido por Alan, pues éste levantó la mano.
—De hecho, ya lo sabemos. Debemos usar los collares para eso, ¿no? —preguntó.
—En parte es eso, pero también no podemos entrar al otro plano cuando queramos, ya que debe de ser un día en específico —aclaró el muchacho.
—¿Qué quieres decir con eso? —esta vez interrogó Kadmiel.
—Las rosas gigantes que tenemos que recuperar de las manos de los demonios, aparecen sólo en una ocasión en especial, y eso es cuando llueve en nuestro mundo durante la noche —aclaró Uriel.
—¿De modo que solamente entraremos cuando llueva? —comentó parpadeando Abel.
—¿Pero y qué hay de los demás días? ¿No es mejor apresurarnos con esto para evitar que las personas mueran sin sus almas? —mencionó Alan.
—Es verdad… —el chiquillo posó su espalda en el respaldar del sofá y entonces soltó un suspiro para luego seguir hablando—. Sin embargo, me temo que ese mundo dimensional no funciona así —aclaró.
—Ahora que lo recuerdo… —se pausó Abel— Seitán nos dijo que había diferentes dimensiones. ¿Acaso es por eso?
—¡Bingo! —elevó sus manos por encima de su cabeza, y luego le hizo un guiño a su compañero mientras lo señalaba con un dedo—. Parece que aquí alguien es bastante listo —canturreó.
—¿Entonces qué pasará si vamos cualquier día que no sea de lluvia? —preguntó Kadmiel con los ojos entre cerrados; ¿en verdad era tan malo ir en cualquier momento? Ese samurái esperaba una buena explicación al respecto.
—De hecho, si vamos cualquier día, por una parte, se nos será imposible encontrar las rosas —declaró mientras movía juguetonamente sus piernas debajo de la mesa—. Pero los días de lluvia son especiales, porque se abren los puentes astrales oscuros, es decir, los demás días son de luz, por lo que, si entran en un día cualquiera al plano, no encontraremos lo que buscamos, pero posiblemente terminen conociendo gente indeseada; no todos los seres de esos planos dimensionales son de luz —detuvo al fin el ir y venir de sus pies.
—¿Otros seres sobrenaturales pueden adherírsenos entonces? —intuyó Lena mientras se llevaba una mano a la barbilla.
—Así es —informó—. Veo que estás atenta al tema Lena. ¿Sabes algo sobre cosas sobrenaturales?
Ella se vio algo incomoda cuando Uriel le fue a decir aquello, más que nada por la sensación que le estaba causando aquella diminuta sonrisa que el resto, casi… no podía notar.
—De hecho… he tenido muchas situaciones paranormales a lo largo de mi vida, así que algo de experiencia tengo —expresó.
—Eso es realmente interesante. ¡Deberías compartir algunas anécdotas con nosotros al respecto! ¡Es más, podrías hacerlo ahora ya que estamos todos reunidos! No estoy seguro cuándo volveremos a estar todos juntos, aparte, quizás la próxima nos veremos en el otro plano —aseguró.
—Nada de eso —interrumpió Alan cruzado de brazos con una expresión seria—. Si vamos a hacer esto, hagámoslo rápido. Lo siento chico, pero no estamos aquí para pasar el rato —les recordó—. Vinimos sólo para informarnos sobre qué debemos hacer, eso es todo.
—Alan tiene razón muchachos, nos estamos desviando del tema —apoyó Abel a su amigo.
—Yo también opino lo mismo —afirmó Kadmiel.
—¡Ah! —expresó largamente Uriel volviéndose a estirar—. Todos son tan aburridos… ¡pero bien! —se enderezó repentinamente descolocando a su grupo—. Hay otra cosa que deben saber, y es que tenemos nuestra propia base. Bueno, eso es lo que me gustaría decir, no obstante, en realidad le pertenece a la raza de Seitán —avisó Uriel.
—Pensé que no necesitaríamos una en esta ocasión —mencionó confundido Abel.
—Lo has subestimado, después de todo, estamos en medio de una guerra espiritual. ¿Se te ha olvidado? —le dijo mientras entrecerraba un ojo y fruncía el ceño; podría señalarse que ese gesto le hacía perder todo rastro de inocencia.
—Claro que no lo he olvidado… aunque tienes razón, el mundo de los sueños es diferente… supongo —alegó el rubio mayor.
—Como sea… A ese lugar tendremos que ir en algún momento para poder dar informes, y principalmente, recargar los collares —avisó.
—Había entendido que los collares no eran tan poderosos como esos relojes de los que nos hablaron, pero, ¿tanto ha decaído su tecnología como para hacer que deban ser recargados? —preguntó Kadmiel.
—Eso parece —indicó Uriel—. En teoría, la primera lluvia será la semana que viene, así que mientras esperamos, sugiero que vayan preparándose.
Entendiendo que no había más cosas que tratar, el grupo de cinco integrantes, hicieron sus pedidos en la mesa, y después de degustar, cada uno se hizo cargo de sus responsabilidades al momento de separarse.
A todo esto, el día transcurrió, aunque los que venían ya no eran como los anteriores. Las noches comenzaron a ser enigmáticas, y los casos de personas siendo atacadas entre sus sueños empezaban a aumentar poco a poco. Durante la primera semana, unas tres o cuatro personas fueron víctimas, y desgraciadamente no llovió como lo esperaban, e incluso, más adelante, empezaron a aparecer grupos de inescrupulosos jóvenes, que hacían populares retos estúpidos, arriesgando así sus vidas. Obviamente, aquellos chiquillos se convirtieron en presa fácil de las bestias. Y, aun así, la lluvia no estaba presente, lo que dificultaba la tarea de nuestros protagonistas, quienes se sentían impotentes ante los hechos.