Lycoris Merveilleux

Capítulo 15: "Dándonos por enterados"

Repetición, un ciclo que una flor pasa cada año todas las primaveras, como lo es en el caso de la mayoría de las plantas, incluyendo por supuesto en este dato, a la Lycoris, la cual, debe florecer en esa época para luego volver a marchitarse. Así funcionan los sentimientos humanos, sólo que las temporadas no se ajustan a sus cambios climáticos, más bien, éste se maneja por situaciones, como lo hacen ahora nuestra pequeña pareja.

Lena y Kadmiel, fueron dejados solos a su suerte con la reina araña, quien estaba casi tan incómoda como ellos mismos, pero fue la única de los tres que se atrevió a romper este mal ambiente, para así, darles un motivo por el cual deberían espabilarse.

—Ya dejen de hacerme perder el tiempo ustedes dos que yo no soy su niñera, así que váyanse de una buena vez —les manifestó haciendo un movimiento despectivo con su mano, para así, luego ordenarles a sus sacerdotisas que arreglaran el desorden que había quedado de ese ritual frustrado.

Ambos jóvenes, sin siquiera dudarlo, decidieron hacer apenas una reverencia para no quedar tan mal y así, irse de ese endemoniado castillo, el cual les había causado muchos problemas, aunque en su trayecto, tuvieron que pasar por el mal trago, de ver a esos insectos blancos y grandes como perros, pasar bastante cerca de ellos; realmente, con esas criaturas dando vueltas en ese lugar, entendían apenas una parte del porqué manifestaba ese título esa lasciva mujer.

Asqueados a mas no poder, lograron salir de ese inquietante sitio, llegando así al final, a una puerta que se encontraba en medio de una de las tantas colinas que estaban por ahí, y sin dudarlo un segundo, se metieron dentro.

Mientras la luz cegaba a aquella pareja, y los trasladaba a otra dimensión, desde otra perspectiva, estaba el resto del grupo en una de las salas del reino del príncipe Lidciel, quien había invitado a los tres chicos a usar un método que ellos no conocían para dar con sus otros camaradas.

—He aquí ante ustedes, el espejo de los planos —indicó el castaño al momento en que retiró unas sabanas muy bien decoradas de un enorme pedazo de espejo que colgaba de una de las paredes, y allí, se vieron reflejados con normalidad por unos segundos, hasta que la imagen se desvirtuó por sí misma.

—¿No es acaso un espejo normal? —señaló con un dedo Alan.

—No, es una puerta que conecta con otros planos. obsérvenlo bien —indicó con su mano, y ahí fue cuando se realizó la magia.

Ni había pasado un segundo desde que Lidciel comentó aquello, que la superficie del espejo empezó a mostrarse inestable, como si de un estanque de agua se tratase, y entonces, cambió inesperadamente de imagen. En primer lugar, apareció reflejado el castillo de Mercuri, y luego una puerta de madera antigua.

—¿Qué es ese lugar? —volvió a interrogar el pelinegro.

—Es donde están sus amigos —se pausó un momento y agregó—. Este espejo permite conectar con las personas que están buscando. Apenas el objeto detecta la dimensión, lo refleja para instantes después, traerlos a este lado —avisó, y de improviso, la puerta que veían ocupó toda la superficie del mismo, e inmediatamente, la dichosa se abrió, exponiendo así una intensa manta de luz, en consecuencia, debieron cubrirse los ojos, y de ahí, escucharon los gritos de un par de individuos, los cuales se quejaron de un golpe que se dieron al no tener un escalón que pisar.

—¿Ah? —expresó Abel luego de quitarse el antebrazo de los ojos, para entonces, seguir con una expresión de felicidad—. ¡Chicos, son ustedes! —declaró el rubio.

—¿Qué pasó? —dijo desorientada Lena, quien hubiera seguido en el suelo de no ser porque Kadmiel la ayudó a levantarse.

—Me alegra ver que están bien —declaró el pelinegro de ojos dorados, el cual notó a su vez la presencia de Uriel—. Ah, veo que está él también aquí.

—Sí —asintió Abel—. Lo encontramos justo en el pueblo del reino.

—¿Reino? —comentó confundido el samurái, para después mirar a su alrededor notando a los demás.

—Así es. Yo soy el príncipe Lidciel, y este es mi reinado del otro plano. Mis tierras son conocidas como “el diente de león”. Se les llama así por ser un sitio pequeño rodeado de bosques, además, hay muchas de estas plantas cerca —comentó aquel castaño como dato de color.

Con aquella información no podían hacer mucho, especialmente porque era irrelevante ante la situación que entre ellos pasaba, por lo que se miraron unos instantes para luego interrumpir con otra idea Uriel.

—Es interesante todo lo que nos está contando futuro rey del diente de león, pero nosotros debemos seguir explorando estas tierras para dar con nuestra misión —le comentó con un tono que no pretendía ofenderlo.

—Oh, entiendo a lo que te refieres, pero me apena un poco el hecho de que deban retirarse cuando hace nada pusieron un pie aquí. ¿No prefieren quedarse un poco más y disfrutar de algunas de nuestras costumbres? —insistió el atractivo príncipe, a lo que Uriel entre cerró los ojos, aunque antes de que éste mismo atinara a decir algo, Abel intervino.

—No se preocupe, será para otro momento, y espero que no considere nuestra retirada una ofensa, especialmente cuando creo que sabe que debemos realizar nuestra misión —declaró el rubio.

Aquello, aunque no le hubiera pegado bien a ese príncipe, no podía hacer nada para detenerlos, en especial, a sabiendas de que el grupo, tenía que ver con Seitán, y lo sabía porque sus integrantes, cargaban con la energía de la chica, la cual salía de sus collares. Por otro lado, el castaño simplemente atinó a sonreír, y entonces con un ligero movimiento de cabeza dijo.

—Bien, no se preocupen, será para otra ocasión entonces —informó, dando a entender que cedía a su petición, lo que relajó al resto.

—Entonces con su permiso —avisó el de ojos esmeralda, para luego agregar—. Ha sido un placer. Hasta otro momento.

Sin más que hacer en ese pequeño reinado, los cinco integrantes se empezaron a retirar, y una vez fuera de esos dominios extranjeros, empezaron a hablar sobre lo ocurrido con Seitán y la reina araña.




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