Lycoris Merveilleux

Capítulo 16: "Secretamente"

La Lycoris es una planta misteriosa; la flor de los cadáveres o más bien, la del más allá, la cual guía a los muertos a la perdida de sus memorias para luego trascender al mundo de Hades, pero… ¿podría compararse esta sobrenatural figura con el paisaje que se cernía ahora ante nuestros héroes? No, la simple carencia de viento y sonidos, ya daba de por sí una experiencia intensa pues, aunque sepamos que no siempre los sueños están invadidos por estas sensaciones, lo cierto es que la simple y llana imagen de lo que se presentaba, más las emociones, eran suficiente como para tensar a nuestros protagonistas o al menos, a uno de ellos particularmente.

—Ahora que lo pienso… —expresó Uriel con un toque de suspenso en su voz—. ¿No estamos a tiempo de volver y ser testigos de las magníficas costumbres del reino del diente de león? —empezó a reír de los nervios.

—Hug —se quejaron de mala gana la mayoría de los allí presentes.

—Aunque digas eso, no podemos volver ahora —comentó Abel volteándose hacia el más bajo.

—¿Es… enserio? —preguntó mientras sus nervios empezaban a elevarse aún más.

—Abel tiene razón —se metió en la charla Lena en lo que se llevaba una mano a la cintura—. Si regresamos quedaremos muy mal, además, creo que él no sabe cómo, ¿no? —interrogó la castaña al rubio, quien asintió.

—Sí, exactamente eso mismo iba a decir. No sé cómo podríamos hacer para volver —aseguró con una media sonrisa de incomodidad por su falta de experiencia.

—Bueno… —Uriel hizo una leve pausa, y entonces agregó rápidamente—. ¿Y qué tal si yo me quedo aquí mientras ustedes entran a esa cosa? No hace falta que yo vaya con ustedes, ¿o sí? —las palabras empezaban a agolparse en su boca para salir y, en medio de su monologo, se acercó a Kadmiel para tomarse del brazo de éste rogándole también por su “piedad”—. ¡Por favor no me lleven con ustedes!

—Oye… si tenías tanto miedo desde un comienzo, ¿para qué aceptaste la misión? —se metió Alan con una cara de molestia debido a que ese niño no dejaba de sorprenderlo. Al principio se comportaba como un arrogante con ellos y ahora estaba casi rezándoles como si fueran dioses para que no lo llevaran a esa pequeña expedición—. Que yo sepa, Seitán no ha obligado a nadie hasta ahora para que nos vengas con esto —informó.

—¡Acepté porque me parecía divertido! ¡Pero ahora no me está agradando la temática que está tomando este lugar! —el chico se arrodilló colgándose de la manga de ese alto samurái—. ¡Por favor, piedad! —casi estaba por ponerse a llorar.

—Ah… —Abel suspiró y entonces dijo elevando una mano—. ¿Alguien se ofrece para quedarse con él? Igualmente creo que somos muchos, aparte, puede que sea adecuado dado que, si nos ocurre algo adentro, podemos contar con ustedes que están afuera.

—¡Es una gran idea! —aceptó la sugerencia Uriel soltando al compañero de Lena.

—Eso está muy bien pensado Abel —atinó a decir la castaña bastante impresionada por su razonamiento.

—Es verdad… —comentó el samurái. Sin embargo, nadie parecía querer ofrecerse para quedarse con Uriel, lo que provocó la tensión en el ambiente hasta que Lena habló dando una idea al respecto.

—¿Qué tal si se queda aquí Kadmiel con Uriel? Yo iré con ustedes —se pausó un momento e incluyó algo más en su oración—. Kadmiel puede defenderse y yo también sé luchar un poco —avisó.

—Es buena idea —asintió Alan a lo cual también estuvo de acuerdo el rubio—. ¿Tú qué dices Kadmiel? —el chico de ojos dorados, había sido tomado con la guardia baja, y aunque sabía que su amiga podía protegerse por sí misma, la idea de separarse de ella le incomodaba, no obstante, alguien debía quedarse con ese chico para protegerlo y vigilarlo, por lo que hablando de un punto y aparte, los otros no sabían manejarse muy bien aún entre los planos, así que decidió acceder.

—Realmente me han tomado por sorpresa… pero si no queda otra opción —admitió.

Probablemente para Kadmiel la cadena de acontecimientos no estaba surgiendo de la mejor manera, aun así, no les quedaban muchas opciones, especialmente, porque sus aliados no sabían defenderse, y apenas Abel estaba empezando a saber usar el dije, el cual le había permitido con ocurrencia, viajar entre dimensiones. A todo esto, ahora que llegaron a un acuerdo para dividirse más tarde, sólo quedaba internarse en aquel tallo inquietante.

—Bien, ya nos vamos; cuídalo Kadmiel —mencionó Lena.

—Sí, ustedes también tengan mucho cuidado —comentó el samurái mientras se quedaba junto a Uriel.

—Sí, los estaremos esperando abajo cuando terminen —avisó el joven, quien los saludó meneando su mano en el aire con ánimos, ya que el alma le había regresado al cuerpo.

—Bien, vamos chicos —dijo Abel, para luego entrar con ellos al enorme tallo.

Fue así cómo el rubio puso una mano sobre la puerta y, al abrirla, se escuchó un fuerte rechinido, para luego mostrar un escenario de unas cuantas personas comiendo de forma muy normal. Sin embargo, el ambiente era tan extraño y hogareño, que desconcertaba a los tres.

—Pero… ¿qué es esto? —comentó Lena levantando una ceja.

—No lo sé, pero no conozco a esas personas —declaró el que abrió la puerta.

—Seguro que son esos personajes extras que aparecen en los sueños —informó Alan, quien se animó a internarse antes que ellos, y así, motivó a los otros a seguirlo. Sin embargo, apenas se adentró con sus aliados, no recibieron ninguna reacción por parte de esa familia de tres, lo que hizo que se miraran entre ellos con incomodidad, de modo que tuvieron que seguir explorando esa habitación o más bien la cocina comedor para ver cómo seguir con su aventura.

Después de divisar unos cuantos azulejos blancos, muebles corrientes, y unos cuantos cuadros de plantas, dieron con una puerta despintada que daba a lo que parecía unas escaleras de caracol oxidadas.

—Allí —señaló con su voz Abel.




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