Lycoris Merveilleux

Capítulo 20: "Tolerantes"

¿Qué era toda esa tensión tan abrumante que se respiraba gracias a la sola presencia de esa criatura? ¿Qué era lo que traía consigo ese endemoniado ser? Aquello, era un misterio que incomodaba al dúo, pero eso, no fue lo que los llenó de terror. Sus grandes como afiladas uñas, destacaban al detalle de manera perfecta y espeluznante a pesar de la lejanía, lo cual les hizo entender a los dos chicos, que lo que tenían delante, era real. Así que, detenidos por el miedo, mantuvieron la distancia, la cual era de unos pocos metros. Si bien, eso les daba una cierta seguridad, la sala de espera que le seguía a esos pasillos, palideció extrañamente, como si la energía de este monstruo, se esparciera como los gusanos entre la comida descompuesta.

—¿Nuestra hora? —murmuró Abel, quien empezaba a sudar frío.

—¿Sólo vino a amenazarnos? —preguntó Alan sin entender mientras trataba de controlar su tiritante cuerpo.

Sin embargo, después de darle esa confusa respuesta al ente, éste soltó una ligera risa que inquietó aún más a nuestros protagonistas. A continuación, y sin esperarlo, la sombra volvió sobre sus pasos junto a su tétrica energía; esa cosa, se deslizó detrás de la esquina en la que se encontraba, en donde posteriormente desapareció junto a la tenue oscuridad de la sala, de modo que la iluminación se normalizó.

—¡Hey! —exclamó Abel dando un paso hacia adelante, no obstante, Alan lo detuvo del brazo por miedo a que le pasara algo.

—¡Déjalo irse Abel! ¡No sabemos qué puede hacerte si te acercas ahora! —le explicó desesperado a su amigo, lo cual no tranquilizó al rubio, más bien, éste agitó su brazo deliberadamente para liberarse, y de inmediato salió corriendo al encuentro con esa terrible criatura. Un instante después, se dio cuenta que ésta no había dejado rastros de su inmundo encuentro.

—¡Desapareció!

—¿Qué? —con desconfianza, el editor también fue a ponerse a la par del dueño del café, y se quedó tan perplejo como él al no dar con nada—. Quizás deberíamos aprovechar para irnos —aconsejó con cierta dificultad pues, los nervios no le permitían tomar bien el aire.

—Sí… puede que tengas razón —contestó el de ojos esmeralda, quien retrocedió con su amigo, y sólo por si las dudas, ambos fueron por un corredor diferente.

Sin embargo, la situación experimentada, le dejó un mal presentimiento a Abel, quien intuyó que algo le pasaba a Lena, así que su preocupación se le notaba en su caminar. Si bien el pelinegro lo acompañaba sin preguntar, pensó por un segundo, que su antiguo aliado, en realidad estaba tan asustado como él, y de ahí venía su apuro por salir, no obstante, estaba equivocado.

Casi a las corridas, pasaron por al lado de Yamil a quien ni saludaron a pesar de las quejas que éste soltó al verlos retirarse de una forma tan descortés, pero una vez afuera, el rubio al fin soltó algo respecto a lo acontecido.

—Debemos ir enseguida a la casa de Lena, porque temo que le haya pasado algo ahora mismo —si él no hubiera hablado, el editor no se hubiese percatado de lo que realmente pasaba; ¡entonces quizás esa era la razón por la que no contestaba los mensajes! ¡De seguro estaba en peligro!

—¡Rayos! ¿Entonces crees que le hicieron algo a Lena? —preguntó apresurado mientras entraba a su auto.

—No estoy seguro, pero es una posibilidad —declaró Abel acomodándose rápido dentro del asiento del acompañante, y dejó el resto en las manos de su allegado.

Muy pronto, ya se encontraban yendo a toda marcha hacia la casa de la chica de la Lycoris, la cual vivía en las afueras de la ciudad, así que a los muchachos les tocaría pasarse por la ancha carretera antes de llegar a ella, en donde se rumoreaban tantas historias de fantasmas, como accidentes allí sucedidos.

La alta velocidad con la que transcurrían, a veces hasta preocupaba al mismo Alan, quien iba al volante, aun así, debía poner de sí para alcanzar a tiempo a Lena, aunque quizás… ya era demasiado tarde.

Su recorrido fue corto, y en cuanto llegaron al descampado, empezaron a notar ciertas anomalías que le llamó en particular la atención a Abel, pues el pelinegro estaba centrado en la ruta.

—Oye… Algo extraño está pasando Alan —le avisó.

El ambiente se empezó a sentir pesado otra vez. ¿Para qué había hablado Abel? ¿Acaso desconocía lo nervioso que se había puesto antes? ¡El conductor no se sentiría así de inseguro si no fuera por la ausencia de los relojes, y para colmo, los dijes estaban descargados! ¡Definitivamente no había una forma para protegerse de esos seres ahora! Por otro lado, sacando de lado lo anterior, probablemente con la intervención de la noche pasada, su enemigo había optado por tomar medidas contra ellos, y lo presenciarían de una forma poco natural. No obstante, aun llegando a esa conclusión, no le dio mayor importancia a lo que su copiloto estaba observando, ya que Alan decidió mantener la vista centrada en el asfalto.

—¡Alan, están apareciendo muchas Lycoris! ¡Y no sólo eso, sino que también están brillando! —informó Abel de nueva cuenta.

El dato que había proporcionado el rubio, no sonaba tan abrumante, aun así, quizás él estaba imaginando lo que decía, porque era sabido que, de noche, cerca de las zanjas, las luciérnagas suelen pasearse por esas horas. Teniendo ahora en cuenta esa curiosidad, con más confianza echó una ojeada a las flores, las cuales no deberían estar ahí, porque si Alan hubiera sabido que éstas sólo se asomaban en las orillas de los riachuelos, seguro daría por hecho que era un ataque sobrenatural, pero al ser inconsciente, descubrió por las malas que sus suposiciones sobre los insectos, eran erradas, dejándole así un recuadro fantasmal. La extraña revelación, le apretujó el pecho al pelinegro de los nervios, e hizo que sus manos se aferraran más al volante, para luego, hacer que su vista se volviera a la pista.

—¡Qué diablos! —gritó de repente Alan, cosa que le siguió un volantazo que hizo que casi terminaran dentro de las zanjas, aunque afortunadamente, sólo giró violentamente sobre las ruedas, para terminar, frenando en el sitio con las luces fijas en la maleza que se vio antes a un lado de ellos.




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