Lycoris Merveilleux

Capítulo 21: "Más dificultades"

Aunque Kadmiel no tuviera en su poder un cuerpo real, los dos chicos, ahora amigos y compañeros de él y Lena, podían ver cómo los ojos dorados de éste casi se salían de sus cuencas por la impresión que le entregaba el dichoso suceso. El samurái, nunca imaginó en los años que habían compartido de existencia con la joven, que entre todos los innumerables males que a ambos le tocaron enfrentar, deberían ahora darle cara a una posesión. Por otro lado, mucho antes de que los muchachos arribaran a la dichosa casa, Kadmiel no se percató de la presencia del intruso, de modo que no pudo evitar el desenlace fatal, el cual terminó siendo lo que era ahora.

—Pero… ¡qué diablos! —gritó Abel al acercarse a la puerta, y darse cuenta de que Lena estaba suspendida en medio de la habitación con los brazos extendidos. Si bien su cuerpo estaba sufriendo uno de los clásicos síntomas, en su rostro se percibía cómo ella seguía luchando muy a pesar del sufrimiento que le causaba.

—Kadmiel… ¡ayúdame! —gritaba Lena con su voz entremezclada con la de varias personas.

El inquietante tono de voz de Lena, hizo arrodillar a Alan, quien estaba casi tan asustado como Abel, aunque éste último lo disimulaba más. Sin embargo, aun con todo, la experiencia del rubio, hizo que sus ideas se dispararan para atender a la situación, así que evidenció con esto una cosa, Kadmiel probablemente intentó ayudar hasta ahora a Lena, pero ya debería estar completamente agotado, y por eso no se movía hacia ella, limitándose así a poner una expresión terrible de angustia, lo que lo llevó a ofrecer lo siguiente.

—¡Alan llama a Seitán! ¡Necesitamos su ayuda! —pidió en primer lugar—. ¡Tú, Kadmiel, ayúdame a retener a Lena!

—¿Cómo voy a contactar a Seitán si no está en el chat? —dijo su mejor amigo, demostrando así que aun a pesar de todo, le prestaba atención. No obstante, aunque le sonaba absurdo querer comunicarse con alguien que no estaba en el grupo, tomó el celular por inercia debido a los nervios; era evidente que su cuerpo no estaba en armonía con su mente.

—Yo no sé si podré ayudarla con la poca energía que tengo —alegó Kadmiel. Sin embargo, para estas respuestas, Abel tenía también algo que decir.

—¡No importa, sólo necesitamos conseguir tiempo Kadmiel, así que ayúdame! ¡No podemos simplemente dejarla así! —a lo que el samurái, sorprendido, asintió; de esta manera el chico al que denominaban como el protector de Lena, recobró la esperanza, y en este caso, usaría incluso su energía vital de ser necesario. En cuanto a Alan, a éste le contestó lo que viene a continuación—. ¡Simplemente hazlo!

—¡Bien, bien! —declaró apurado el pelinegro, para así empezar a escribir y desear, en medio de toda esa situación, que aquella extraterrestre acudiera a su llamado. Mientras tanto, los dos chicos se lanzaron hacia la muchacha; Abel la sujetó de los brazos, en lo que Kadmiel se aferró a los hombros de su amiga, para así obligarla a bajar. Poco a poco, y con impresionante habilidad, lograban hacer que ella tocara el suelo, pero ni así Lena se controlaba.

Los alaridos que soltaba la joven en medio de la confrontación, alejaban a su familia, quienes estaban temerosos afuera de la casa, esperando por algún milagro que proviniera de Dios, para que terminara con todo el terror que habían pasado, y a su vez, Alan peleaba por conseguir una respuesta pronta de Seitán.

No obstante, a pesar de los esfuerzos del pelinegro, no consiguió respuesta alguna proveniente de la albina, aunque sí le empezó a fallar un poco su teléfono, desconcertándolo aún más, y provocando que sus nervios se dispararan.

—¡No puede ser! —gritó.

—¿Qué pasó? —preguntó Abel mientras con Kadmiel, intentaban llevar a Lena a la cama.

En medio de toda esa interacción, la castaña empezó a perder el control de sus acciones, para finalmente, mandar a volar tanto a Kadmiel como a Abel; cada uno terminó en una pared contraria a la del otro, y aunque ambos sintieron vivamente ese golpe, no fue suficiente como para hacer que quedaran inconscientes, aunque sí adoloridos.

—Malditos mortales… ¡No crean que pueden contra el poder de la oscuridad! —gruñó la criatura que ahora estaba teniendo un control completo del cuerpo de la castaña.

—¡O no! —declaró Alan en lo que se llevaba una mano a la boca.

Ya a estas alturas, se podría pensar que lo que estaba ocurriendo simplemente era el acabose del trio, pero no, pues de repente, una luz apareció por la ventana, o más bien, detrás de la casa, la cual sorprendió a todos los presentes (incluyendo a la familia de Lena).

—¿Qué es esa luz? —preguntó confundido el samurái.

—Creo que es… —Abel apenas pudo levantar un poco la cabeza, y se percató de que una figura blanca y casi transparente se acercaba a donde ellos se encontraban, dejando entre verse poco a poco.

—Mis queridos elegidos. Veo como siempre, que están realizando una ardua batalla contra nuestros enemigos, y yo, como su líder, es mi deber mantenerlos en la luz —después de decir estas palabras en un suave tono de eco, quedaba claro de quién se trataba. Seitán había arribado para atender a los llamados tan desesperados de sus allegados, y por lo mismo, estiró su mano hacia el cuerpo de la chica, en donde, el ser que habitaba ahora su cuerpo, se mostraba aterrado ante la presencia de la extraterrestre, el cual sintió su llegada en el instante en que ella pisó suelo terrestre, y de forma inminente, se paralizó ante su abrumante poder.

A partir de aquí, todo lo ocurrido se transformó en algo casi inexistente, ya que apenas los dedos de la preciosa albina se posaron sobre la frente de la castaña, dibujando así una marcar una cruz sagrada, que no significaba otra cosa que la protección de Dios, el cariño de este ser supremo de luz se desparramó sobre ella, y selló de forma temporal, a la criatura que atormentaba a la muchacha, terminando así con la víctima de ese demonio desmayada en medio de la habitación. A todo esto, los chicos se mostraban sin aliento, al ser testigos del poder tan asombroso que había utilizado semejante ser dimensional, aunque al final, Kadmiel fue el primero en reincorporarse.




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