Lycoris Merveilleux

Capítulo 23: "Explotando tecnologías"

Los misterios que habitan en este mundo son tan numerosos como sus verdades, por lo que, ahora, el pequeño grupo, se encontraba delante de una de éstas. Frente al acontecimiento de los extraterrestres (compañeros a su vez de Seitán), apenas y pudieron decir una oración a esos nuevos personajes, pero eso no fue un impedimento para ellos, es más, Abel terminó de perderles el miedo, y empezó a dirigirse hacia los seres de otra dimensión con más confianza.

—Entonces llévennos a la isla para recargar los collares y, ayudar a nuestra amiga —señaló el rubio.

—Por supuesto. Acompáñenos por aquí —indicó con una mano la dirección de donde habían venido sin que los demás se percataran momentos atrás.

Justo en la lejanía, se visualizaba un par de faros que flotaban en las negruzcas aguas, y por instinto, todos comenzaron a caminar hacia aquella parte del muelle. Apenas llegaron, el trio de extraterrestres, los ayudó a abordar, para entonces, comenzar la aventura arriba del Mitylus II.

La sobrenatural travesía, despegó lenta como el andar de una tortuga, cosa que incluso, daba tiempo a que alguien los encontrara e interrumpiera, no obstante, aquello nunca sucedió. Sin embargo, lo que sí pasó, fue que después de darle una mirada intranquila a la tierra que abandonaban, uno de los intrigantes tripulantes que hacía de guía para ellos, suspendió el proceder de: Abel, Alan y Kadmiel, para dirigirse a este último.

—Usted tiene un origine realmente especial —declaró sin ningún motivo aparente, lo cual llamó de sobremanera la atención del samurái, e incluso, el comentario, hizo que el rubio se mirara con aquel editor en señal de confusión.

—¿Qué quiere decir con eso? —apenas había dicho esto, una segunda pregunta se le formuló enseguida, y es por eso que no tardó en soltarla—. ¿Acaso usted sabe de dónde provengo?

—Joven… me temo que no soy quién para decirle su procedencia, ya que eso va a tener que descubrirlo con el pasar del tiempo —avisó el extraterrestre, cosa que provocó en Kadmiel una notable decepción, por lo que bajó la mirada debido a ello.

—Otra vez lo mismo… —susurró el de ojos dorados bastante indignado.

—Kadmiel —Abel tuvo la intención de tomar del hombro al chico, aunque en el proceso lo atravesó, así que esto le provocó una ligera vergüenza, y una risa contenida a Alan, no obstante, se recuperó pronto de la situación para volver a hablar con él—. No te preocupes por esto; seguro que ustedes dos encontrarán tu origen pronto —le animó.

El gesto de Abel, hizo que los ánimos perdidos de ese samurái renacieran, y entonces le regaló una sonrisa como agradecimiento.

—Sí, tienes razón. No hay que abandonar las esperanzas —informó, a lo que los dos muchachos copiaron su emoción, y entonces se mantuvieron serenos para continuar con el viaje.

Los habitantes de la isla Friendship estuvieron muy callados mientras la navegación avanzaba, así como el resto de los elegidos, quienes se sentían inquietos por las sombras de las tierras que apenas eran contorneadas por la luz de la luna que se elevaba esa noche. No obstante, esto no impedía que se maravillaran desde lo profundo de sus almas, al observar el misticismo que los rodeaba. En medio de su travesía, hubo un momento en el que tuvieron que atravesar dos pilares enormes, los cuales se posicionaban en las esquinas de dos montañosas islas, que indicaban un sendero entre las mismas. Ambos pilares, se erguían imponentes ante la vista, y al pasar la lancha entre éstos, llegaron a ver el detalle, de que aquellos estaban dentro de unos remolinos bastante grandes, y por gracia divina, la embarcación no era succionada por este sobrenatural fenómeno.

—No puedo creer que no estemos siendo absorbidos por eso —comentó Alan, quien miraba por el borde junto a Abel con gran expectación.

—Sin dudas esto tiene mucho que ver con lo sobrenatural —contestó el rubio a lo dicho por su amigo.

—Supongo que eso es para proteger la entrada a la isla —señaló Kadmiel echando un ojo junto a los muchachos.

—Así es, aunque sólo es una medida preventiva, ya que podemos hacer que desaparezca de la superficie cuando no estamos haciendo uso de ésta —avisó la chica que iba con los extraterrestres.

—Puedo comprender que se oculten por el temor de que nuestra raza los use para el mal, ¿pero no es esto demasiado? Nosotros no tenemos poderes sobrenaturales —señaló el pelinegro, es decir, Alan.

—Subestimas a tu propia sangre, joven mortal —declaró uno de los extraterrestres.

—Los humanos tienen también sus propias habilidades, y… —comentó la chica extraterrestre, dejando inconclusa su frase, la cual fue retomada por otro de sus compañeros.

—Y también hay otras razas que están mezcladas con la suya; esa clase de seres son malignos; individuos mal intencionados que buscan el beneficio propio y que se alimentan incontrolablemente de las energías negativas que ustedes, los humanos, producen —informó.

Escuchar que había más de esas razas habitando su mundo, dejó en jaque el cerebro del trio. Oh, ¿cómo reaccionaría Lena al enterarse de todo esto? Bueno… seguramente tendría tiempo para escucharlo en cuanto Kadmiel fuera a comentárselo apenas ella estuviera recuperada. A todo esto, los chicos estaban dejando atrás los pilares, y el camino que estaba marcado entre las montañosas islas se estaba cerrando cada vez más, pero antes de que se volviera algo nulo, se toparon con una plataforma de madera blanca, en la que estacionaron el vehículo marítimo, para después, bajar a esa superficie.

—Ya hemos llegado, aunque aún nos queda algo por recorrer, así que, jóvenes elegidos, sígannos —los tres seres sobrenaturales hicieron una reverencia para los chicos, y entonces le dieron la espalda, alejándose de esta manera de sus invitados.

Sin saber el sentido que tenía tanta formalidad de su parte, el pequeño grupo los siguió con calma sin juzgarlos, hasta que llegaron a unas compuestas que se abrieron por sí mismas. De ahí, se dejó ver un elevador, el cual, al entrar y cerrar sus compuertas, empezó a descender con ellos. La poca luz que se discernía en su interior, ahogaba ligeramente el ambiente en el que se respiraba un liso aroma a nuevo y aseado material que, formaba parte de la estructura por supuesto. En cuanto al aparato, éste siguió unos minutos más su camino, y se detuvo.




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