Como personas, tendemos a hundirnos en un mar de pensamientos coloridos, en los cuales, nosotros, al ser individuos profundos, los acariciamos con una delicadeza magistral que, a su vez, nos motiva a preguntar, y esto, era lo que sucedería más adelante, pues… estar dentro de una habitación que estaba herméticamente cerrada, y envuelta en un ambiente tecnológico en donde éste intentaba enmascararse con normalidad, alimentaba un poco la soledad de ambos chicos, quienes después de liberarse de sus propias preocupaciones gracias al aburrimiento que los invadió, notaron que había un florero con unas cuantas lycoris que se mecían gracias al aire fresco que entraba por los ductos de ventilación.
—Mira eso Alan; es esa flor de nuevo —comentó Abel observando anonadado aquel espécimen.
—Sí, también la estoy viendo —en realidad, esa planta no le llamó tanto la atención debido a los peces que nadaban detrás de una pared de cristal, justo a unos pocos pasos del jarrón que su amigo le señalaba—. Creo que ya la hemos visto otras veces —declaró dejando a un lado con su vista a aquellos alargados pétalos rojos que, se asemejaban (sin duda alguna) a las preciosas pestañas de una albina que ambos conocían.
—Sí. Aparecieron en la casa de Lena; incluso vimos esos pétalos en el otro plano —expresó inclinándose hacia delante, mientras sus brazos se apoyaban sobre los muslos de sus piernas; su rostro reflejaba una profunda reflexión, dando a entender que buscaba una razón de sus reiteradas apariciones, cosa que Alan decidió interrumpir, puesto que no lo veía realmente de vital importancia.
—Entiendo que te intrigue esta flor, más que nada por su significado aterrador —declaró, a lo que el pelinegro se enderezó dejando caer su espalda en el sofá—. Pero ¿no crees que hay cosas mejores en las cuales pensar? —este comentario hizo que los esmeralda del rubio, se volvieran hacia él—. Como por ejemplo… —levantó un dedo y cerrando los ojos, indagó—. ¿No te gusta Seitán acaso?
Un silencio incómodo se posó en el aire de repente. ¿Cómo no iba a pasar semejante escenario si a este chico se le cruzaba esa idea ilógica por la cabeza a estas alturas? ¿No habían vivido acaso esto ya? Abel no estaba del todo seguro si Alan ya se lo había preguntado porque pasaron tres años desde el incidente de la guerra biológica, aunque bien… había que responder semejante cosa que se le lanzaba.
—¿Por qué se te ha ocurrido preguntarme eso ahora? —le dijo entre cerrando los ojos. Había que ser sinceros, a este rubio, le daba algo de molestia aquella interrogante, ya que no creía que fuera el caso, pero… ahí andaba la cosa.
—Bueno, estoy aburrido, y sé que ya te lo había preguntado antes, sin embargo… ¿estás seguro que no te gusta? Admito que Seitán es bonita, aunque no tenga la facilidad de comunicarse mucho, o de manejarse a un ritmo adecuado para que la conozcamos mejor; quizás eso no ha cambiado nada en ella en todos estos años —comunicó ladeando la cabeza en lo que volvía a cerrar los ojos un instante.
Escuchar la leve explicación de Alan, despejó el corazón del muchacho, y entonces, procedió a meditar más adecuadamente lo que le decía. Ahora tenía un poco más de experiencia, y claro, Seitán no se había relacionado lo suficiente con ellos, de hecho, todo desde el comienzo era… abrupto con ella. No se podría decir que le tenía un cariño en especial, aunque tampoco sentía que le desagradaba, porque a simple vista, y a diferencia de antes, Seitán se mostraba más humana, lo cual agradecía Abel.
—Para serte sincero, debo conocer a más profundidad a una persona antes de sentirme atraído a ella —le explicó enderezándose, lo cual despertó el interés de Alan, quien volvió a sentarse correctamente—. Al principio con Lena y Kadmiel, pensé que no llegaríamos a ser amigos, pero fue todo lo contrario. De alguna forma se volvieron parte de nuestro mundo, y digo nuestro, porque tú también te ofreciste a ayudarlos —le planteó.
—Ah… —expresó sin terminar de entenderlo, no obstante, Abel tenía aún cosas para agregar.
—Con Seitán, las cosas se están dando de a poco. Obviamente que no siento amor por ella, pero detecto muchas cosas de su parte que son admirables, y creo, que no hay nada mejor que tener a alguien que te incite respeto; eso es lo que ella me está provocando ahora —explicó.
—Ah… de modo que no has dejado de admirarla como tu salvadora desde aquel entonces —informó con una sonrisa que se le extendió por toda la cara a Alan, para luego, darle un pequeño codazo en el hombro a su amigo.
—Bueno, admito que tuve mis dudas al comienzo —expresó, cosa que sorprendió a Alan.
—¿Qué quieres decir? —preguntó.
—Me refiero a cuando pasó el hecho de que ella se mostró ante mí como un ser oscuro; fue aterrador, pero… —bajó la vista un poco—. Reconozco que en realidad no quería abandonarla; no quería que todo terminara así de trágico para ella; tenía que, de alguna forma, muchas esperanzas de que todo se resolviera, así que, en mi testarudez, me acerqué, y simplemente el milagro sucedió.
Conmovido por esa revelación, Alan llevó su mano al hombro de su compañero, y orgulloso, le dijo lo siguiente.
—Siempre has sido igual de admirable. Quizás ella tuvo que cargar con algo horrible, pero tú tampoco la has tenido fácil. Eres valiente e inteligente; un modelo a seguir para ser sincero, y también… un gran amigo —aquel comentario, probablemente estrechó más el vínculo de los dos chicos, quienes chocaron sus puños en señal de amistad.
—Gracias por decir esas cosas Alan; ojalá que nuestro vínculo nos lleve lejos —señaló el rubio.
—Sí, también espero eso.
Terminando con el valioso momento, ambos escucharon la puerta abrirse, lo que los motivó a levantarse de sus asientos, y allí, vieron al extraterrestre que les prometió avisarles momentos antes sobre la llegada de la albina.
—Nuestra líder de la luz ha llegado —avisó—. Si quieren verla, por favor acompáñenme.