Lycoris Merveilleux

Capítulo 27: "Deseos"

Si nos ponemos a analizar y a comparar el sakura con la lycoris, quizás encontremos grandes diferencias, puesto que uno habla de la belleza del amor, mientras que el otro, hace alegación a la muerte, o más bien, al camino que va a surcar la persona en el inframundo, así que… ¿quizás nuestros protagonistas estaban yendo inevitablemente hacia ese sendero? ¿O es que esta flor representa algo más que una simple gama de colores oscuros? Teniendo en cuenta de que ni ellos mismos sabían cuál era el significado real que ocultaba, aun así, se dieron por enterados de su inexplicable presencia hace poco. Sin embargo, esto no era lo más importante ahora, ya que se encontraban recorriendo otros destinos, como lo era el de Kadmiel y Lena. Nuestro atractivo samurái, estaba ahora a solas en una reunión con la siniestra reina araña; aquella mujer ególatra, que se le notaba a leguas que deseaba beneficiarse de la situación que padecían, además, de alguna forma, seguía siendo indiscutiblemente su aliada.

—No deberías estar tan a la defensiva, joven corderito —señaló ella moviendo suavemente su mano en el aire, para luego, acomodar una de las medias de red que tenía puestas; acción que no movió nada en el corazón de ese muchacho, sólo alimentó una inquietud que tenía hace rato—. La realidad es que quiero que hablemos un poco y en el proceso… lleguemos a un acuerdo.

—No entiendo a dónde intentas llevarme —aseveró entre cerrando los ojos, pues ese pelinegro de largos cabellos, necesitaba más detalles para establecer algo con esa mujer.

—Bien, déjame explicarte entonces —y manteniendo las distancias, empezó—. Sé bien que tú y esa chiquilla, están buscando los orígenes de tu existencia, y yo sé algo al respecto, por no decir que todo, así que… —de manera inesperada, ésta descarada arpía, hizo sonar sus tacones mientras se acercaba al muchacho de ojos dorados, hasta quedar justo cara a cara con él, en donde, aumentó la tensión entre ambos al acercarse e inclinarse un poco, y gracias a esto último, casi rosaba su nariz con la suya—. Lo que yo quiero, es que formen parte de mi harem.

—¡Qué! ¡Ni lo pienses! —expresó exaltado, lo que le provocó retroceder con un pie al chico, pero la reina araña, lo tomó de su rostro con ambas manos impidiéndole alejarse, y entonces, volvió a hablarle para así intentar envolverlo con sus palabras.

—Seguramente recapacitaras cuando te diga lo siguiente —coqueta como ninguna otra, ella se asomó al oído del incómodo Kadmiel, y le susurró algo que le hizo abrir significativamente sus ojos. Aunque para nosotros fuera un total misterio el contenido de ese mensaje, para éste, no lo era, más bien, lo que se le había revelado, según la reina, era tan solo una parte de la verdad; una verdad que el chico no estaba del todo interesado en seguir escuchando, es por eso que: cerró los ojos para calmarse, suspiró bajando la cabeza, y se quitó de encima con suavidad las delicadas manos de esa mujer con sabia paciencia. Al terminar de calmarse, la miró nuevamente con sudoración en su rostro debido al impacto que le causó, no obstante, sus orbes dorados expresaban valor.

—Señorita Mercuri, tomaré sus palabras con pinzas, porque, aunque fuera cierto y eso me diera la potestad de darle una respuesta por parte de ambos, me temo que no sólo sería egoísta. De todas maneras, no quiero verme enredado en algo tan descabellado, y ni que decir de mi protegida —el muchacho soltó las manos de la reina que estaba completamente sorprendida por semejante rechazo.

—¿Cómo puedes expresarte con tanta ligereza? —declaró parpadeando un par de veces en lo que salía de su conmoción—. ¿Acaso sabes que esa sólo ha sido una muestra de toda la información que poseo? —recobrando su dignidad esa mujerzuela, por lo que no tardó en demostrar su enojo debido a la decisión tomada por su contrario—. ¡Sí te dignas a ser parte de mi harem podrás saber toda la verdad! ¡Eso que te mencioné, son sólo las migajas! ¡No sabes la oportunidad que te estás perdiendo!

—¿En verdad cree que esa verdad vale más que mi lealtad? —comentó con severidad el pelinegro quien, al fruncir el ceño, y ahora, sintiéndose realmente ofendido, le dio la espalda a la reina—. Supongo que no llegaremos a un acuerdo con todo esto, así que me despido; no hay trato —sentenció él y empezó a caminar para salir de la sala del trono.

—Cómo… —ella apretó los puños al igual que los dientes, y entonces gritó lo siguiente—. ¡Cómo puedes dedicarte tanto a esa chica! ¡Tanto así la amas! ¡Qué desperdicio! —lo que Mercuri había vociferado en su indignación, hizo frenar a Kadmiel un momento, el cual apenas la miró por sobre su hombro, y luego, con gran calma le respondió.

—Si es verdad lo que usted me dijo… entonces esto va más allá del amor —aseguró, y terminó por salir del cuarto, dejando así a la reina realmente frustrada y mal humorada. Lo que había experimentado Kadmiel, no es como si no le hubiera afectado, ya que, apenas puso un pie afuera, se apoyó en la puerta con gran pesar, y se llevó una mano a la cabeza, intentando recordar sus orígenes inútilmente.

—No puedo decirle esto a Lena… Si ella se entera… se sentirá realmente triste —murmuró para así. Sin embargo, ahora estaban con un problema mayor, o al menos eso pensaba el samurái, ya que no hubo acuerdo con la reina Mercuri, y eso los ponía en un aprieto. De cualquier forma, debía informarle a su amiga lo que ocurría. Después de aquel amargo encuentro, y con una pista avasallante clavada en su corazón, fue a buscar a Lena, la cual encontró luego de reunirse con una de las sacerdotisas de esa lasciva mujer.

—¡Kadmiel! —lo recibió de buenos ánimos su allegada.

—Hola —saludó éste con una sonrisa, y luego comentó lo siguiente—. Creo que tendremos que arreglárnosla por nuestra cuenta, ya que no he podido llegar a un acuerdo con ella.

—¿Enserio? —expresó la castaña con angustia al enterarse, pero antes de que pudiera interrogar sobre los detalles, una de las sacerdotisas irrumpió en la habitación soltando lo que viene a continuación.




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