Lycoris Merveilleux

Capítulo 29: "Incongruencias"

A la larga, solemos encontrarnos con caminos espinosos, que están llenos de flores rojas intensificadas por la misma sangre, e incluso, en algunas de sus curvas, daremos con la muerte. No obstante, no todo está pintado de un sinuoso recorrido, aunque para nuestros protagonistas, esto era obligatorio. Por otro lado, tres de ellos, ahora despertaban de un letargo en donde la noche aún no había finalizado.

—¡Kadmiel! —Lena se sentó alterada sobre las sábanas, para luego, mirar a sus alrededores buscando así al dueño de su preocupación, y encontrándolo justo al lado de su cama—. Gracias a Dios… —suspiró con alivio.

—Oye, no necesitas alterarte de esa manera; ya sabes que resisto bien los golpes —comentó él sonriendo.

—Sé que tienes razón, sin embargo… —por un instante ella se mostró tranquila, pero esos sentimientos de alivio desaparecieron en cuanto cayó en la cuenta de que aún no habían terminado con su misión como con Uriel, por lo tanto: apretó un momento las colchas, se las quitó de encima, y apresurada, se levantó—. ¡Los demás…! ¡No llegamos a juntarnos con los demás!

—Ah —expresó el samurái al caer también, pues aún cargaba con lo que había pasado recientemente, es por ello que se había olvidado de ese detalle—. Tienes razón. Siempre nos cruzamos con ellos y hoy fue la excepción —declaró, a lo que la castaña asintió.

—¡Vamos con Seitán! Ella está aquí, ¿verdad? —preguntó, puesto que era un lugar que no conocía y solo concluyó al respecto, a lo que Kadmiel asintió, por lo que al final, su guardián, estuvo de acuerdo, y entonces esperó a que su protegida se terminara de cambiar de ropa para ir ambos al encuentro con la extraterrestre, la cual, casualmente, se encontraron a mitad de un pasillo.

—Pero ¿qué hacen ustedes dos despiertos? —preguntó la albina desconcertada, puesto que creía que en estos momentos estaban en su misión.

—¡Recuperamos una rosa, pero no hemos podido reunirnos con Abel y Alan! —señaló alterada Lena.

—Sin embargo, nos topamos con Uriel, pero él se comportó un poco extraño —explicó el chico.

—Aguarden un segundo —dijo la peliblanca levantando una mano para que se esperaran—. Primero, debes calmarte Lena —le pidió con amabilidad a la joven, quien miró a Seitán con inquietud, y aun con el apuro, hizo lo aconsejado; la muchacha tomó aire y exhaló varias veces, recuperándose en el proceso.

—Ya…

—Bien, entonces ahora vamos a mi oficina. Ahí me explicarán todo —señaló la líder de la luz, y ambos atinaron a seguirla.

Unos minutos más tarde, los tres se encontraban en ese cuarto, y aprovechando la calma de la tempestuosa noche, Kadmiel fue el que terminó por relatar todos los hechos.

—Así es cómo ha pasado todo. Si bien me siento adolorido por el golpe, estoy bien. Estando en este plano puedo tolerarlo —comentó.

—Ya veo —la que encabezaba toda esta locura, se tomó un momento para reflexionar, y entonces respondió—. Primero, hay que hacer que su collar se recupere, lo cual hará que te cures de inmediato, así podrán regresar al plano, aunque yo iré esta vez con ustedes. Sin embargo, deberán esperar al menos media hora, pues fueron cargados hace poco, por lo que esta vez llevará más tiempo.

—¿Es enserio? ¿Pero qué hay de Alan y Abel? —preguntó Lena preocupada.

—Ellos tienes una amplia experiencia en esto, así que podrán arreglárselas. No te preocupes.

La confianza que mostraba Seitán no era para subestimarla, puesto que, aunque Alan y Abel estuvieran cargando con una terrible sensación de miedo en esos momentos, lo cierto es que eso no les impediría desempeñarse como Dios lo mandaba, así que, desde aquí, regresamos con ellos. Una vez nuestros protagonistas cruzaron miradas con la deforme criatura, su situación se decidió; era hora de pelear. Los viejos tiempos regresaban a ellos, y como si estuvieran utilizando los relojes en lugar de los collares, ambos reaccionaron al mismo tiempo, llevando así sus manos a los brillosos dijes, los cuales respondieron de inmediato a sus deseos.

—¡Abel! —gritó el pelinegro.

—¡Adelante Alan! —respondió su camarada.

Con la ayuda de sus collares, formaron una barrera de viento, la cual desvió los veloces brazos de la criatura; a diferencia del demoniaco ser que enfrentaron Lena y los demás, este bicho tenía una mejor destreza como manejo en sus extremidades, lo que lo volvía aún más peligroso. Por otro lado, cuando el abominable se dio cuenta de que no podía alcanzarlos, su ira cayó como un látigo enfurruñado sobre el campo de protección, haciendo temblar por completo a éste.

—¡Wow! ¡Está haciendo estremecer todo el escudo! —declaró Alan intentando mantenerse lo más cuerdo posible, mientras toleraban en conjunto aquella salvajada.

—¡Lo estoy viendo! —era una fortuna que su protección estuviera hecha a base de magia, no obstante, esto no podría soportar demasiado, ya que sabían bien que sus habilidades tenían sus límites, después de todo, Seitán se los había aclarado, de modo que deberían pensar en una solución más pronto que tarde.

—Perdóname Abel por no ser tan rápido a la hora de pensar en estrategias como tú, aunque, si te soy sincero, me encantaría que ahora mismo apareciera algún depredador de este tipo, y se lo comiera —comentó sin la más mínima intención de hacer una broma, ya que Alan estaba tan nervioso, que sólo soltó eso porque sí. Aun así, sin proponérselo, le había dado una genial idea a Abel, quien creyó que era el momento perfecto para poner a prueba los límites del collar.

—A veces dices cosas que pueden ser útiles Alan —lo alagó el rubio en lo que sonreía.

—¿Qué? ¿De qué hablas? Sólo estaba…

—No importa eso ahora. ¡Mantén el escudo!

—¡Ah! ¡No lo estarás diciéndolo enserio! ¡Oye!

En medio de las represalias de aquel inseguro muchacho, Abel procedió sin perder el tiempo, fue así que le dejó el resto a su camarada, el cual notó que el otro se abstuvo de socorrerlo apenas el escudo flaqueó, lo que lo obligó a concentrarse de una forma mucho más ferviente, así que eso le hizo sudar la gota gorda. Ahora, volviendo con el dueño del café, éste cerró los ojos un instante y se centró en sus deseos. Un momento después, el alcantarillado empezó a temblar, haciendo también que el monstruo se detuviera en sus ataques debido al desconcierto que esto le producía, e instantes más tarde, de entre las desagradables aguas, salió una especie de cocodrilo, con una pila de cuernos en su espina dorsal, lo que le daba una apariencia semejante a la de un dinosaurio, y por supuesto, esto desconcentró también a Alan, pues palideció ante la aparición, lo que igualmente permitió, que la defensa de ellos dos desapareciera.




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