Lycoris Merveilleux

Capítulo 36: "¡A estudiar!"

La mente humana a veces se convierte en un nido lleno de grillos, en donde resuenan hasta el hartazgo, y que, en reiteradas ocasiones, no podemos apagar sus funciones debido a la ansiedad que sufrimos, cosa que le pasaba a Abel con las Lycoris, las cuales cargaban con su propia aura llena de intriga. ¿Quién podría revelarle el significado de dichas flores? ¿Seitán acaso? ¿O tal vez las mismas le mostrarían el motivo de sus manifestaciones en un corto lapsus? Fuera cual fuese la razón, no tenía mucho tiempo para pensar en eso, es así que decidió no gastar más sus energías resolviendo algo que seguramente vendría por sí solo, además… aquella extraterrestre sólo se prestaba cuando terminaban sus misiones, ya que no respondía a los mensajes para consultarle en ciertas ocasiones, sin embargo, eso no significaba que no acudiera cuando era algo realmente relevante, como lo que le pasó a Alan y a él la última vez.

—Qué dolor de cabeza —dijo el rubio mientras se llevaba una mano a la frente, en donde semejante acción, puso en alerta al pelinegro.

—¿Qué tal si lo dejamos por hoy? —resolvió.

—Sí, ya que tendremos que ir a explorar muy pronto —asintió Abel.

—Bien, entonces nos mantendremos en contacto —en cuanto Alan dijo esto, se levantó de su banco, le dio un apretón de manos a Abel, y se despidieron.

Desde aquí daríamos por hecho que el día había terminado y podrían descansar notablemente hasta que les llegara la hora de partir, cosa que sucedería más adelante, ya que antes de eso, arribó la noticia de que Misa había sido dada de alta en el hospital, no obstante, los chicos se abstuvieron de verla, lo que provocó el desconcierto de Yamil, quien se anticipó a la salida de esos dos, impidiéndole así a Abel que cerrara su negocio.

—¡Abel, Alan! —gritó Yamil al entrar al café, el cual, por fortuna, estaba casi vacío, así que hubo pocas cabezas que giraron a verlo.

—¡Eh! ¡Yamil! —contestó alarmado Alan mientras se encogía de hombros.

—¿Qué pasa? —mencionó el rubio impactado.

—¿Cómo que qué pasa? ¿Por qué no vinieron a ver a Misa en su último día en el hospital? Es lo mínimo que podían hacer por ella, ¿no? —les preguntó.

—Creo que estás llevando un poco al extremo este asunto —opinó Abel expresando un dejo de preocupación en su rostro, puesto que le recordaba a los ataques de ira que tenía el pelirrojo en el pasado, y que cuyo origen, siempre estaba tatuado el nombre de su hermana.

—Cierto, te estás pasando —le hizo saber Alan.

—¡Pues yo no lo creo así! —golpeó la barra en donde estaban con ambas palmas apoyándose así sobre ésta—. ¡Quiero que me cuenten por qué están tan distanciados! ¡Pero ya! —hasta Yamil entendía que quizás su comportamiento no era el más adecuado, sin embargo, en su interior, algo le decía que le estaban ocultando alguna cosa, y que, además… esta sensación de rabia se le hacía conocida, en especial por algo que escuchó en el hospital—. Hasta Talía dio por hecho que no vendrían a ver a Misa cuando le dieran el alta… ¿Por qué hacen esto? ¿Están enojados con nosotros?

Alan y Abel se miraron entre ellos sorprendidos; no podían creer que Yamil creyera eso cuando en realidad habían ido a verla varias veces ya, y aunque fuera verdad de que tenían sus motivos para no acudir (el cual era Talía), todo tuvo un mayor significado, cuando se acentúo más la sensación de desconfianza apenas ese doctor les salió con esa escena en donde ahora la nombraba a ella.

—Escucha, y cálmate Yamil; te contaremos todo —le respondió Abel tomando de una de sus manos a este muchacho, quien lo miró angustiado y con las debidas esperanzas de obtener una explicación coherente que lo sacara de su malestar.

—¿Lo dices enserio? —expresó alarmado Alan, pues realmente creía que iba a revelar los motivos reales de su comportamiento, a lo que el rubio lo miró con complicidad y entonces él entendió que era hora de actuar.

—Escucha, yo estoy siendo amenazado para cerrar el negocio, y Alan tiene algunas deudas que cubrir, por lo que estoy intentando ayudarle en eso, pero es difícil —le aseguró; explicación que le pareció increíble al doctor.

—¿Es enserio o sólo intentas tomarme el pelo? —le preguntó serio. El pelirrojo no les creía, y tenía un firme porqué pues, aunque solían ser cosas que se manifestaban con la inseguridad de hoy en día, no creyó que existía la posibilidad de que esos eventos pudieran sucederle a alguien cercano a él; Yamil, a estas alturas, seguía siendo alguien muy conflictivo.

—No estoy tomándote el pelo; mira —sacó de debajo de la barra un papel que contenía un mensaje pegado con letras de revista, en donde decía: “Cierra o habrá plomo”.

—Dios… es terrible… ¿Lo has denunciado? —preguntó el chico, quien cayó completamente en la treta gracias a ese mensaje, mientras que Alan se preguntaba en dónde y cuándo había hecho eso su compañero.

—Sí, lo he denunciado, pero como sabes, están muy ocupados, en especial con todo el lío que se ha armado últimamente con esto de la gente sombra —le comentó.

—Ah… cierto. Es verdad que las cosas se desarrollan de forma diferente ahora —el pelirrojo se cruzó de brazos y cerró los ojos un momento algo estresado.

—Sí… —se introdujo algo incómodo a la charla Alan; se le notaba algo perdido, aunque gracias a Dios Yamil no lo vio.

—Por cierto, quizás sea adecuado que te vayas porque voy a empezar a cerrar debido a que se aproxima una tormenta, aparte, no sabemos cuándo esas cosas van a aparecer otra vez —le señaló.

—Sí, tienes razón —indicó el hermano de Misa, quien recobró por completo el juicio—. Bien, entonces procederé a retirarme —les dio unas palmadas a ambos en el hombro—. Y disculpen que haya hecho semejante drama, es que en verdad me dio un poco de rabia que se comportaran de esa forma; a veces olvido que todos tenemos nuestros propios problemas.

—No pasa nada —mencionó con una sonrisa Abel.




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