Lycoris Merveilleux

Capítulo 38: "La verdad del guardián"

Hoy en día, nos abordan un centenar de poderosos símbolos; símbolos que tienen que ver tanto con: propagandas, señales de tráfico, e incluso, con lo espiritual, como lo es en el caso de la numerología. Dicha creencia, nos habla de que podemos saber nuestro futuro a través de los números, pero… para Seitán, quien era un ser superior a los terrícolas, entendía que destapar el futuro, podría traerle una serie de consecuencias terribles, ya que el simple hecho de saber sobre algo que le estaba destinado, podía motivar a su mente a adquirir una confianza que no había pedido, lo que también significaba, bajar la guardia, así que, en conclusión, decidió privarse de esas verdades. La decisión que tomaba ella era propia de los más grandes sabios, puesto que sus responsabilidades, implicaban tratarlas en su presente, lo que nos lleva a su actual papel, en el que está justamente en su oficina, revolviendo unos cuantos informes que… no le servían para nada en su investigación sobre los elegidos. De modo que frustrada como estaba, arrojó sobre la mesa el papelerío, y echó su espalda sobre la silla agotada; de alguna forma, sus hombros los sentía más tensos que de costumbre, es por eso que se dedicó un segundo a frotar uno de éstos con sus dedos.

—Esto no tiene sentido… —murmuró para sí la albina, pues el caso que intentaba tratar, se había tornado insostenible, en especial, por el hecho de que algunos de sus camaradas, a quienes había mandado a investigar, volvían con las noticias de que el resto de sus compañeros sucumbieron ante su enemigo al ser capturados. En cuanto a los supervivientes de esa encomienda, fueron sometidos a un horrible hechizo que colocaron en sus lenguas, el cual les impedía siquiera deletrear lo que descubrieron, dándole así la idea a Seitán, de que lo que intentaban ocultar, era el hecho de que sabían el paradero de las rosas recuperadas, por lo tanto, esa era la única razón para que fueran tan precavidos, aun así, seguía siendo injustificable el hecho de que los regresaran vivos, a menos que… desearan que ella llegara a esa conclusión, lo que daba por hecho que todo era una trampa—. Aun si me interno en la boca del lobo, debo ir a ver a mis guerreros, ya que soy la responsable de ellos —se dijo a sí misma, de modo que abrió un portal para así ingresar en el otro plano por su cuenta; esto se había tornado personal. Es de este modo que Seitán por fin se había percatado de que los chicos no estaban errados, sin embargo… esto no aseguraba que fuera a salvarles el pescuezo, incluso, existía la posibilidad de que estando en medio de su misión, las cosas se torcieran a pesar de que CN se encontrara ahora con ellos. En cuanto al muchacho mano derecha, junto al dúo principal, se dirigieron vivaces a la biblioteca, en donde, el nuevo integrante, les aconsejó adelantarse a él.

—Ustedes vayan primero, así yo podré cubrirles las espaldas si algo surge —aseguró.

—Muy bien —asintiendo, y con la plena confianza depositada en su compañero, se adentraron primero. Es así que, al invadir ese espacio a solo unos pasos, lo que más les llamó la atención fue algo que escurría de las estanterías.

—Oye… Abel, esto ya de por sí no me gusta —pero apenas dio su opinión, justo a sus espaldas, se escuchó un estruendo; la puerta se había cerrado de golpe, dejando a CN afuera y a los muchachos dentro—. ¡La puerta! —gritó el pelinegro.

—¡CN! —exclamó Abel.

Sin dudarlo, ambos retrocedieron para acercarse a la entrada, la cual intentaron abrir tanto desde el otro lado como por dentro, cosa que no funcionó, de modo que el amigo de esa extraterrestre, dio un aviso.

—¡La puerta no está respondiendo! ¡Iré a ver si encuentro a la directora!, ella tiene todas las llaves, así que no se preocupen, ¡volveré por ustedes pronto! —declaró, y así, se le escuchó alejarse corriendo.

—Qué situación más oportuna —dijo irónico el rubio al dar un paso hacia atrás junto a su allegado.

—Al menos no tenemos que preocuparnos del guardián —aclaró.

La idea de estar encerrados no era tan mala, aunque recordando situaciones pasadas, no podían estar con su confianza al cien, en especial, cuando algo pegajoso cayó sobre el hombro del pelinegro, quien se quejó en primera instancia con asco, para luego observar con horror junto al otro chico, cómo parte de su camisa se derretía a excepción de su piel.

—¿Qué es esto? —dijo boquiabierto.

—Creo saber qué es… —respondió con cierto horror Abel, y al levantar la vista, unas criaturas negras y alargadas, parecidas a tentáculos, estaban acercándose a ambos desde todas las direcciones posibles, lo que los hizo poner en guardia.

—¡Un escudo! —ordenó Abel, y Alan no dudó, así que entre los dos crearon dicha protección.

—¡Esa cosa me derritió la ropa, y no quiero llegar a saber qué es lo que nos harán si llegan a nosotros! —avisó Alan.

Aquellas criaturas se encontraban en la necesidad de traspasar la defensa que habían preparado con sus collares, y en donde resbalaba con repugnancia por su extensión, el mismo líquido que le cayó encima al pelinegro minutos antes; si CN no llegaba pronto a darles una mano, tal vez terminarían siendo víctimas de algo más maquiavélico, y de esto, tenía una idea el rubio. De alguna forma, ambos protagonistas, confiaban torpemente en un tercero, cosa que no había que hacer en semejantes altercados, no obstante, una luz empezó a aparecer en medio de la inmensa librería, lo que provocó que los monstruos se congelaran en su proceder.

—Se están deteniendo —comentó Alan con impresión.

—¿Será gracias a esa luz? —expresó Abel.

—Mortales… ustedes no pertenecen a estos lares —les habló el sobrenatural orbe, quien fue bajando hasta ponerse a la altura de ambos visitantes, y a su vez, hizo retroceder a los ramajes oscuros, en donde se les vio a éstos regresar a los pegajosos estantes.

—Es… ¿el guardián? —murmuró Abel confundido.




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