Lyra Black

CAPITULO 3: LA GUIA ESPIRITUAL

“No todo se gana con los puños.
A veces, la mayor pelea es contra la mente que no calla.”

La mañana despertó envuelta en una neblina espesa.
El aire olía a lluvia vieja y a metal, y dentro del gimnasio solo se escuchaba el sonido seco de los guantes golpeando el saco.

Lyra Washington descargaba su fuerza con rabia contenida.
Cada golpe retumbaba como si fuera un grito reprimido.
El sudor caía por su rostro, pero no aflojaba. Nunca lo hacía.

A unos metros, Mike O’Niell, su entrenador, la observaba en silencio.
Sabía que dentro de esa joven había una fuerza extraordinaria…
y una furia que, si no aprendía a dominar, podría destruirla.

—Tienes talento, Lyra —dijo finalmente, con tono firme—, pero no sabes cuándo detenerte.

Lyra giró hacia él, los puños aún apretados.
—Si me detengo, pierdo.
—No —respondió Mike—. Si no aprendes a frenar, te perderás a ti misma.

Sus palabras se quedaron flotando en el aire.
Lyra no respondió. Solo golpeó una vez más el saco… con la fuerza de un rugido contenido.

Esa tarde, Madison, la madre de Lyra, llegó al gimnasio.
Traía una pequeña tarjeta en sus manos con letras doradas:

> Lina Zhou – Guía Espiritual y Meditación Disciplinaria

—Tu padre y yo creemos que esto puede ayudarte —le dijo con dulzura—.
No se trata de rendirse, hija. Se trata de respirar antes de golpear.

Lyra arqueó una ceja.
—¿Meditación? Mamá, yo peleo, no hago yoga.
—Exacto —respondió Madison con una sonrisa tranquila—.
Y por eso la necesitas más que nadie.

Cinco días después

El estudio de Lina Zhou era un mundo distinto.
Aromas a incienso, velas encendidas y una calma que parecía venir de otro tiempo.
Lyra se sentía fuera de lugar, como un huracán dentro de una biblioteca.

Lina, una mujer de mirada profunda y voz pausada, la recibió con serenidad.
—He oído que buscas controlar la furia.

Lyra se cruzó de brazos.
—No busco controlarla. Quiero dirigirla.

Lina sonrió apenas.
—La rabia no se dirige. Se comprende.
Y lo que no entiendes… te domina.

Las palabras la atravesaron.
Por primera vez, alguien no veía en ella a una guerrera, sino a una mente perdida buscando equilibrio.

Durante las siguientes semanas, Lyra aprendió algo más difícil que golpear:
callar.
Respiraciones profundas, movimientos lentos, concentración total.
Cada día, una batalla distinta… contra su propio caos interior.

El gran auditorio de Nueva York vibraba con emoción.
Banderas, cámaras, luces, y el eco de mil voces repitiendo nombres.

Cuando el presentador anunció:

- Desde Estados Unidos… ¡Lyra Washington!

El público estalló.
Lyra caminó con paso firme, su vincha negra ajustada, el rostro sereno.
A su lado, Mike, Rose y sus padres la observaban con orgullo.

En la pantalla gigante apareció el cuadro del torneo.
El nombre de Lyra brillaba junto al de su rival:

- desde México... ¡Sabrina Los Santos!

El murmullo del público se mezcló con flashes de cámaras.
Sabrina era una leyenda en ascenso, una peleadora agresiva y temida.
La prensa ya la llamaba “La Pantera del Norte.”

Le ofrecieron el micrófono a Lyra.
Ella respiró hondo antes de hablar.

—No subo al ring para destruir —dijo con voz firme—.
Subo para demostrar que incluso la rabia puede ser domada… y usada con propósito.

El público rugió en aplausos.
Mike sonrió por primera vez en días.
Por fin, Lyra hablaba no solo con fuerza… sino con alma.

Esa noche, las luces de Ciudad Eclipse titilaban a lo lejos.
Lyra caminaba sola, el agua cayendo sobre su rostro mientras recordaba cada palabra de Lina Zhou.

“Lo que no entiendes, te domina.”

Miró sus manos.
Las mismas que habían vencido a todos,
las mismas que podían cambiar su destino…
o arruinarlo.

—Esta vez lo entiendo —susurró al vacío—.
No pelearé contra mí misma. Pelearé con ella.

Y en medio de la lluvia, nació una promesa silenciosa:
la de no volver a temerle a su fuerza,
sino a lo que pasaría si algún día… la perdía por completo.

"Cada mente tiene su guerra.
Y Lyra estaba aprendiendo a pelear la suya.”




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