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Quiero hablar un poco sobre mi familia. Me casé con Samuel Wasselbe en 1660, y tuvimos una hija llamada Christian. Después de la muerte de Samuel, me casé con Thomas Oliver en 1666.
Mi familia siempre fue muy importante para mí. Me gustaría que se supiera que fui una madre y esposa dedicada, y que siempre traté de proteger y cuidar a mis seres queridos.
*Mi negocio*
También quiero hablar sobre mi negocio. Era propietaria de una taberna en Salem, donde servía cerveza y comida a los viajeros y a los lugareños.
Mi taberna era un lugar popular en la comunidad, y me gustaba ser anfitriona y hacer que la gente se sintiera bienvenida.
*Mi memoria*
Quiero que se sepa que mi memoria no debe ser olvidada. Quiero que se recuerde que fui una mujer inocente que fue víctima de la histeria colectiva y la persecución.
Quiero que se sepa que mi historia es una lección importante sobre la importancia de la justicia, la tolerancia y la compasión.
*Mi juicio*
Recuerdo el día de mi juicio como si fuera ayer. Me llevaron ante el tribunal, rodeada de mis acusadores y de la multitud que me gritaba y me insultaba.
Me acusaron de haber hecho un pacto con el diablo y de haber causado daños a varias personas en la comunidad. Me preguntaron si era una bruja, y yo les dije que no.
Pero no importó lo que yo dijera. Las acusaciones contra mí fueron suficientes para que me condenaran a muerte.
*Mi última noche*
La noche antes de mi ejecución, me llevaron a una celda en la cárcel. Estaba sola y asustada.
Me preparé para el final, sabiendo que pronto estaría frente a Dios, inocente y libre de las acusaciones que me habían llevado a esta muerte.
*Mi ejecución*
El 10 de junio de 1692, me llevaron al patíbulo en Salem. La multitud se había reunido para verme morir, y pude sentir su odio y su miedo.
Me subieron al patíbulo y me colocaron la soga alrededor del cuello. Miré a la multitud y les dije que era inocente, que no era una bruja.
Pero no importó lo que yo dijera. El verdugo ajustó la soga y me colgó. Sentí un dolor intenso y luego, la oscuridad.
Me llamo Bridget Bishop, y soy una de las muchas mujeres que fueron acusadas de brujería en Salem, Massachusetts, en 1692. Recuerdo el miedo y la confusión que sentí cuando me acusaron de practicar la brujería y de cometer actos terribles, como el canibalismo y el sacrificio de niños.
Pero quiero decir la verdad. Nunca practiqué la brujería, ni comí niños, ni hice nada de lo que se me acusó. Fui una mujer devota y trabajadora, que siempre trató de ayudar a mi comunidad.
Las acusaciones contra mí fueron infundadas y se basaron en supersticiones, miedos y prejuicios. Me utilizaron como una herramienta para controlar y oprimir a las mujeres y a otros grupos marginados.
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