Macht en alta mar

Capitulo 4

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Capítulo 4 – Equipaje y drama

Empacar debería ser simple. Una maleta, ropa, zapatos, un neceser… ¿no? Pues para mí, empacar es un deporte extremo que combina torpeza, decisiones cuestionables y un talento especial para crear caos donde sea.Pero no es mi culpa que mi signo sea libra .

Esa mañana, frente a mi armario, me sentí como si estuviera a punto de abordar una misión espacial.

—Brooke, ¿ya terminaste de hacer la maleta? —preguntó Olivia, caminando entre montones de ropa tirada por el suelo.

—Estoy… trabajando en ello —respondí, sin convencerme ni a mí misma.

Mi estrategia era simple: meter todo lo que podría necesitar en siete días de crucero. Resultado: una maleta que parecía haber sido atacada por un huracán, con calcetines mezclados con sandalias, trajes de baño que probablemente ni usaría y tres pares de tacones que solo ocuparían espacio.

—¿Tres pares de tacones? —Olivia levantó una ceja—. Brooke, ¿esto es un crucero o la alfombra roja de Hollywood?

—Nunca se sabe cuándo habrá una oportunidad para impresionar —dije, encogiéndome de hombros mientras intentaba cerrar la maleta sin que explotara el contenido—. Además, nunca se sabe si el capitán del barco tiene buen gusto.

—Creo que el capitán tiene mejor sentido de la orientación que de la moda —susurró ella con sarcasmo, y yo tuve que reírme.

Cuando por fin me decidí por qué zapatos llevar ,mi celular sonó. Era mamá.

—Brookie, hija, ¿ya compraste papel higiénico? —fue lo primero que escuché.

Cerré los ojos con frustración.

—Mamá, me voy de viaje mañana, ¿y lo único que te preocupa es si hay papel higiénico en mi baño?

—Pues claro. Una nunca sabe si el amor de su vida aparece y decide quedarse en tu casa. ¿Con qué cara lo vas a recibir? ¿Con un baño vacío?

Me quedé en silencio. A veces creo que mi mamá y Holly eran gemelas separadas al nacer.

—Mamá, voy a un crucero, no a cazar marido.

—Ajá. —Se rió de ese modo que significaba “no te creo nada”.— Igual lleva protector solar, no quiero que regreses quemada como la última vez que fuiste a la playa.

Colgué suspirando, pero con una sonrisa. Qué le voy a hacer, las mamás tienen ese superpoder de preocuparse

por lo absurdo.

Mientras luchaba con la cremallera, mi teléfono sonó. Era un mensaje de la app de cruceros.

“¡Confirmación de embarque! Número de camarote asignado: 307. Disfrute de su viaje.”

Suspiré, mezclando nervios y emoción.

—Ahí vamos —murmuré, como si fuera un mantra para no salir corriendo.

—Lo estás haciendo demasiado dramático —dijo Olivia—. Es solo un crucero.

—Sí, claro. “Solo un crucero”, hasta que te das cuenta de que es un crucero para solteros —respondí, con la mirada fija en la maleta que ahora parecía una bomba a punto de estallar.

Con un último esfuerzo, logré cerrarla.

—¡Listo! —exclamé triunfante—. Aunque técnicamente, este maldito equipaje podría ser clasificado como arma letal.

—Perfecto. Ahora solo falta que tú llegues al barco sin incidentes —me recordó Olivia, ya caminando hacia la puerta—.

Suspiré otra vez, y juntas nos dirigimos al puerto, con el equipaje rodando detrás como si fuera un desfile de desastre ambulante.

---

Al llegar al muelle, mi corazón empezó a latir con fuerza. Había algo en la vista del enorme crucero, las gaviotas volando y el mar abierto que me hacía sentir una mezcla de emoción y terror.

—Respira —susurró Olivia, mientras pasábamos por la fila de embarque.

—Estoy respirando —mentí, sintiendo que mi estómago daba volteretas—. Solo que… ¿y si alguien se burla de mí? ¿O peor, qué si todos son… normales? —dije, bajando la voz, como si el mar pudiera escucharme y juzgarme.

—Si alguien se burla de ti, yo los aplasto con la bolsa de almohadas que llevo —dijo Olivia, orgullosa de su declaración de guerra.

—Gracias, amiga. Siempre pienso que la amistad tiene un precio… y es que me acompañes en mis desastres —respondí, sonriendo mientras nos acercábamos al mostrador.

Registramos las maletas, nos dieron los brazaletes y, por fin, subimos al barco.

---

Y ahí estaba.

Oliver.

Como un maldito fantasma que había esperado mi momento de debilidad para aparecer.

Él estaba parado cerca del bufet, con los brazos cruzados y esa sonrisa arrogante que me hacía querer clavarle el carrito de equipaje en la cabeza.

—¿Qué… haces aquí? —pregunté, tratando de mantener la calma.

—Lo mismo que tú —contestó, con un tono que decía “me alegra ver que sufres”.

—No puede ser coincidencia —dije, incrédula—. ¿Sabías que iba a estar en este crucero?

—No —dijo, encogiéndose de hombros—. Pero parece que el universo nos odia por igual.

Suspiré, conteniendo un ojo enrojecido de frustración.

—Esto es ridículo —murmuré.

—Ridículo, sí —asintió él—. Pero entretenido.

Me crucé de brazos, intentando ignorarlo mientras Olivia se acercaba.

—¡Brooke! ¡Vamos a ver tu camarote! —me arrastró hacia el ascensor, dejando a Oliver detrás, mirándome como si fuera su entretenimiento personal.

Subimos al camarote, un espacio compacto pero acogedor, con camas gemelas y un balcón con vista al mar. Me dejé caer en la cama, exhalando dramáticamente.

—No puedo creer que esto esté pasando —dije, tirando la bolsa de equipaje al suelo—.

—Te dije que no te ibas a arrepentir —dijo Olivia, acomodando sus cosas—. Aunque, claro, no conté con la aparición del enemigo número uno de tu vida.

—Oliver —susurré—. Lo odio.

—Y él te adora en secreto —replicó Olivia, guiñándome un ojo.

Rodé los ojos. Ella siempre tenía que tener la última palabra.

Salimos a cubierta para conocer las instalaciones, y no pasó mucho antes de que nos topáramos de nuevo con Oliver.

—¿Todavía planeas fingir que no estoy aquí? —me preguntó, cruzando los brazos y apoyándose contra la barandilla.



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En el texto hay: #amorverdadero, #amor-odioo

Editado: 22.09.2025

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