Macht en alta mar

Capitulo 10

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La tormenta

Si me hubieran preguntado cuál era mi peor miedo sobre este viaje, habría respondido algo como “quedar emparejada con Oliver en una competencia de baile ridícula” o “terminar con el corazón partido por un tipo guapo del crucero”. Pero jamás se me habría ocurrido responder: “sobrevivir a una tormenta bíblica provocada por un accidente absurdo”.

Y sin embargo… ahí estaba yo, aferrada a la barandilla de la cubierta como si me fuera la vida en ello, mientras el mar rugía y el cielo parecía decidido a tragarse el barco entero.

Todo empezó unas horas antes. El crucero iba navegando tranquilamente, con música de fondo y turistas felices. Yo incluso había comenzado a sentir que el viaje no era tan mala idea: había comido un postre delicioso, Noah me había hecho reír con sus imitaciones, y Oliver… bueno, Oliver se había mantenido sospechosamente lejos, lo cual era un milagro.

Hasta que ocurrió.

Un turista despistado, que juraría llevaba tres margaritas encima, pensó que sería una idea brillante lanzar una sombrilla inflable al agua “para ver si flotaba”. La tripulación trató de rescatar el objeto (sí, ¡una sombrilla!), pero en medio de la maniobra absurda, el barco se desvió de su ruta y terminó entrando directo en una zona de tormentas anunciada en los mapas.

Así de simple. Así de estúpido.

El crucero del amor se convirtió en el crucero del pánico.

Las primeras gotas de lluvia cayeron como advertencia, pero pronto el cielo se abrió de golpe. Ráfagas de viento azotaban el barco, la cubierta se convirtió en una pista resbaladiza, y yo sentía que estaba dentro de una película de catástrofes… solo que sin los efectos especiales ni el guion tranquilizador que garantizaba un final feliz.

—¡Brooke! —la voz de Olivia me sacó del shock. Me tomó del brazo y tiró de mí hacia adentro—. ¡Ven, rápido!

El pasillo estaba lleno de pasajeros corriendo en todas direcciones. Algunos gritaban, otros rezaban, y uno que otro intentaba seguir filmando con su celular como si fuera un influencer en plena sesión de contenido apocalíptico.

—¡No puedo creer esto! —grité mientras el barco se inclinaba y casi caía sobre un grupo que trataba de cargar salvavidas—. ¿En serio estamos arriesgando la vida por una sombrilla?

—¡Calla y agárrate! —Olivia tiró de mí hasta llegar a una sala común, donde parte de la tripulación trataba de organizar a la multitud.

Los altavoces del barco comenzaron a sonar con la voz del capitán, calmada pero firme:

—“Estimados pasajeros, les pedimos mantener la calma. El crucero experimenta una desviación por condiciones climáticas inesperadas. Nuestro personal está entrenado para estas situaciones. Diríjanse a las zonas seguras señalizadas.”

Fácil decirlo. Difícil hacerlo cuando el suelo se movía como una montaña rusa.

Entre la multitud vi a Oliver forcejeando con un pasajero que trataba de acaparar tres chalecos salvavidas a la vez. Oliver, con ese genio suyo, le arrancó uno de las manos y se lo lanzó a una mujer mayor.

—¡Es para todos, idiota! —le gritó al hombre, que retrocedió con miedo.

Me quedé mirándolo, sorprendida. Otra vez ese lado suyo que no encajaba con el villano arrogante que yo conocía.

—¡Brooke! —me devolvió a la realidad Noah, apareciendo de la nada con el cabello chorreando—. Ven conmigo, están distribuyendo mantas y agua.

Intenté moverme, pero el barco dio un bandazo tan fuerte que choqué contra una pared. Oliver apareció justo a tiempo para evitar que me partiera la frente contra un extintor.

—¿Otra vez? —bufó, sosteniéndome de los hombros—. ¿Es tu pasatiempo casi matarte en cada actividad de este viaje?

—¡Oh, lo siento por arruinar tu crucero perfecto! —escupí, aunque agradecí por dentro que me hubiera detenido.

Una explosión de trueno nos interrumpió, seguida de un apagón momentáneo. Los gritos llenaron la sala. La emergencia se volvió más real, más peligrosa.

La tripulación logró encender las luces de emergencia, y en ese resplandor rojizo, todos nos vimos con caras pálidas, como si formáramos parte de un mal sueño.

Ashley lloraba abrazada a Eva, que intentaba consolarla con voz temblorosa. Diego discutía con Daniel sobre si debían seguir las instrucciones o improvisar una salida. El caos era absoluto.

El capitán volvió a hablar por los altavoces, pero esta vez con menos calma:

—“La tormenta ha empeorado. Estamos desviándonos hacia una isla cercana para resguardarnos. Por favor, permanezcan juntos y sigan las indicaciones de la tripulación.”

¿Una isla?

El corazón me dio un vuelco.

Porque claro, lo único que nos faltaba era quedar atrapados en un lugar desconocido en medio del mar.

—Esto no puede estar pasando —murmuré, abrazando mi chaqueta como si fuera un salvavidas improvisado.

Oliver se colocó a mi lado, tan serio que parecía otra persona.

—Va a estar bien —dijo sin mirarme, pero con un tono que sonó más convincente de lo que esperaba.

—¿Y si no? —pregunté bajito.

Él me lanzó una mirada rápida.

—Entonces lo resolveremos.

Noah nos alcanzó y me pasó una manta.

—Piensa en lo positivo: al menos no fue un iceberg —bromeó, aunque su sonrisa era forzada.

Olivia, en cambio, parecía más decidida que todos.

—Escuchen, si realmente nos llevan a una isla, tenemos que mantenernos unidos. Nada de locuras individuales. ¿Entendido?

Todos asentimos, aunque en realidad nadie sabía cómo reaccionar ante algo así.

El barco volvió a sacudirse y sentí que las piernas me temblaban. El suelo parecía moverse bajo mis pies, y tuve que apoyarme en Oliver sin querer. Él no hizo comentarios sarcásticos, solo pasó un brazo por mis hombros para darme estabilidad. Y eso, en medio del desastre, me confundió todavía más que la tormenta.

Las horas siguientes se sintieron eternas. El barco crujía, las olas golpeaban como gigantes furiosos, y el cielo seguía rugiendo. Pero poco a poco, gracias al esfuerzo de la tripulación, comenzamos a notar que la violencia del movimiento disminuía.



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En el texto hay: #amorverdadero, #amor-odioo

Editado: 22.09.2025

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