🌬️🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊🌊
Celos otra vez
El sol de la tarde caía pesado sobre nuestras cabezas, y el calor hacía que todos anduviéramos más irritables de lo normal. Me pasé la mano por la frente, secando el sudor, mientras ayudaba a Eva a acomodar unas palmas que habíamos cortado para improvisar un techo. La isla parecía empeñada en recordarnos que no había lugar para la comodidad.
—Ojalá apareciera un helicóptero ya —murmuró Eva, tirando una de las palmas con frustración.
—O al menos un bar con aire acondicionado —agregué, intentando sonar ligera, aunque por dentro me moría de fastidio.
De pronto, mi mirada se desvió sin querer hacia Oliver. Él estaba más allá, cerca de la orilla, cargando troncos con Noah y Daniel. Y justo a su lado, como una sombra pegajosa, estaba Ashley.
La muy descarada reía exageradamente cada vez que Oliver decía algo, como si estuviera escuchando el monólogo más brillante del planeta. Le tocaba el brazo cada dos segundos, y hasta se inclinaba demasiado cuando él hablaba, como si no hubiera suficiente espacio en toda la maldita playa.
Sentí un calor diferente al del sol subirme por la nuca. Un calor molesto, incómodo, que me hervía la sangre.
—¿Brooke? —Eva me miró rara—. ¿Estás bien?
—Perfectamente —mentí, acomodando con brusquedad otra palma—. Solo me molesta… la arena.
La arena. Sí, claro. Como si la arena tuviera la culpa de que esa rubia entrometida se estuviera colgando de Oliver como lapa.
Respiré hondo y aparté la vista, concentrándome en mis manos. No me importa. No me importa. Que haga lo que quiera. No me importa.
Pero sí me importaba. Y mucho.
La risa insoportable
El problema es que Ashley no se dio por vencida. Cuando terminamos con el techo, todos nos reunimos cerca de la fogata improvisada para comer lo poco que habíamos recolectado: cocos y algunas frutas que Noah había encontrado.
Me senté entre Olivia y Eva, intentando ignorar la conversación del otro lado. Pero la risa chillona de Ashley perforaba como un taladro.
—Eres tan fuerte, Oliver. ¿Cómo haces para cargar esos troncos como si fueran palillos? —dijo, en tono que a mí me sonó ridículamente coquetón.
—Entrenamiento —respondió él con simpleza, aunque se notaba que disfrutaba de la atención.
Ashley soltó otra carcajada, inclinándose tanto hacia él que casi terminaba en su regazo.
Yo apreté la mandíbula.
—¿Quieres coco, Brooke? —preguntó Olivia, ofreciéndome un pedazo.
—No tengo hambre —contesté seca, aunque en realidad sí tenía. Solo que el apetito me lo había quitado esa escena patética.
Cada gesto de Ashley era como una espina clavándose en mi paciencia. Cómo lo miraba, cómo le hablaba, cómo fingía que no podía abrir un coco sola y le pedía ayuda. Y él, para colmo, le seguía el juego, sonriendo con esa expresión que me sacaba de quicio.
Finalmente, no pude más.
—¿Te molesta tanto el coco, Ashley, que no puedes partirlo sin ayuda masculina? —espeté de golpe, haciendo que todos me miraran.
El silencio fue incómodo. Ashley me observó con los ojos muy abiertos y luego sonrió con falsa dulzura.
—Solo estaba siendo amable. ¿Acaso es un delito?
—No, claro que no. —Crucé los brazos—. Es que pensé que habíamos venido a sobrevivir, no a… concursar por quién hace más ruidito mientras ríe.
—Brooke —intervino Olivia en un murmullo, tocándome el brazo—. Tranquila.
Pero ya estaba lanzada.
—Digo, si alguien quiere competir por la corona de Miss Coqueteo en la Isla Desierta, adelante. —Sonreí forzada—. Seguro ganas.
Las carcajadas de Noah y Daniel explotaron al instante. Ashley se sonrojó y Oliver… bueno, Oliver me miraba con una mezcla de sorpresa y diversión contenida.
—¿Celosa, Brooke? —preguntó con voz baja, pero lo suficientemente clara para que los demás escucharan.
Sentí que todo el aire me abandonaba.
—¿Celosa? —Reí sarcástica—. No, por favor. ¿De qué? ¿De ti? —Lo miré con desdén—. Ni en un millón de años.
El grupo hizo un “oooooh” al unísono, como si fueran público en un programa de concursos. Yo me puse de pie de golpe y caminé hacia la orilla, antes de que alguien viera que me ardían las mejillas.
🌊
Conversación incómoda
Me quedé mirando el mar, respirando hondo, intentando calmar la tormenta en mi pecho. ¿Celosa yo? ¿De Oliver? Ridículo.
Oí pasos detrás de mí.
—Estás exagerando —dijo él, situándose a mi lado.
—No tengo nada que hablar contigo.
—Claro que sí. —Su voz sonaba tranquila, como siempre—. Porque si no te importara, no habrías hecho esa escena.
Lo miré con rabia.
—¿Escena? ¿De verdad? ¿Me acusas a mí cuando eres tú el que se pavonea con Ashley como si estuvieras en una discoteca y no en una isla perdida?
Él alzó las cejas.
—¿Pavonear? Solo hablaba con ella.
—¡Pues hablaban demasiado cerca! —exploté, y en cuanto salió de mi boca, supe que me había delatado.
Oliver sonrió de lado, esa sonrisa que me volvía loca de ira.
—Entonces sí estabas celosa.
—¡No lo estaba! —grité, con tanta fuerza que una gaviota salió volando—. Solo… me molesta verla tan ridícula. Eso es todo.
—Claro. —Él se inclinó un poco, bajando la voz—. Ridícula por estar cerca de mí, ¿verdad?
No respondí. No podía. Mis labios se apretaron hasta volverse una línea delgada.
Él sonrió aún más, como si hubiera ganado una batalla invisible, y se dio media vuelta para regresar con los demás.
Yo me quedé allí, enojada conmigo misma, con él, con Ashley, con la maldita isla entera. Porque por más que negara, algo dentro de mí ardía, y no era por el sol.
🌊
El grupo no ayuda
Cuando volví, todos me miraron como si regresara de una telenovela dramática. Noah me lanzó una sonrisa pícara.
—Bueno, bueno… parece que alguien se enojó porque le quitaron su puesto al lado de Oliver.
—Cállate —murmuré, sentándome lejos.