Madelyn

31 DE JULIO

Jenny se miró el rostro en el espejo del baño, había pasado una noche pésima, y sus ojos estaban hinchados de tanto llorar.

¿Por qué todo le salía mal?

¿Acaso lo merecía? ¿Merecía ser tan desdichada?

Abrió la gaveta y sacó una navaja.

«Eso te pasa por no hacer las cosas bien, eres una estúpida» se repitió a sí misma, clavando la navaja en su brazo. Un corte poco profundo, pero que dejaría marca.

La sangre brotó y con ella la ira.

Gritó y pataleó.                     

No quería perderlo, Antón era el amor de su vida.

Ella lo sabía. Siempre lo supo.

Cuando la sangre por fin dejó de brotar, fue hasta su habitación y abrió un álbum de fotografías.

En la primera imagen, al lado de John, estaba Antón. Podía recordar perfectamente aquella noche, era la primera vez que el asistente de su padre los visitaba. Todo sucedió muy rápido, un flechazo directo al corazón, y desde entonces no pudo sacarlo de sus pensamientos. Atrás, como un borroso espectro, apareció ella. Katherine. Que recién llegaba a la sala cuando tomaron la fotografía.

En la imagen no se distinguía muy bien su rostro, sin embargo, ella lo recordaba perfectamente. Su tez pálida y seca. Sus ojos grandes y celestes. Su nariz altiva. Y esa boca de serpiente, dispuesta a inyectar su veneno con tal de conseguir lo que deseaba. Pero si ni ella había logrado quitarle a su marido, nadie lo haría.

Iba a recuperar a su hija, y con ella su felicidad.

 

 

*****

 

Samuel Siderova escribió:

Fecha: 31 de Julio.

Nunca me había sentido tan culpable en toda mi vida, es como si todo a mi alrededor hubiera perdido la gracia; no me provoca levantarme, no me provoca trabajar, ni siquiera me provoca estar al lado de la persona que amo. Quiero escapar de esta realidad. Quiero simplemente desaparecer. Hoy he soñado con ella, era un demonio de garras y colmillos que se alimentaba de mí, quería mi sangre. Ojalá pudiera olvidar su rostro, borrar lo que hice. Solo así  me volvería a sentirme en paz conmigo mismo.

Cerró la agenda y pasó los dedos por el cristal de una fotografía familiar.

Todo lo hizo por ellos, por sus hijos, por verlos crecer, por disfrutarlos.

El teléfono repicó.

—¿Dime, Ana?

—Doctor, tiene una llamada de Arturo Arismendi, dice que es urgente, ¿se lo paso?

—Está bien.

No tardó en escuchar su voz.

—¿Samuel?

—Te he dicho cientos de veces que no me gusta que me llames al consultorio.

—¿Y qué quieres que haga si no me contestas el celular? —espetó Arturo—. ¿Qué te pasa conmigo? Desde hace unos días me estás ignorando.

—He estado ocupado.

—Sí, claro. Si estás saliendo con alguien más solo dímelo, mira que no somos niños para estarnos con juegos.

—No es eso —suspiró el médico—. Es que… Hagamos algo, ¿qué te parece si nos vemos en un rato en mi departamento? La verdad es que necesito relajarme, el trabajo me tiene estresado.

—¿El trabajo o tu mujercita? —rio.

—No estoy para tus chistecitos, Arturo. ¿Nos vemos sí o no?

—Eso ni se pregunta. Claro que sí.

—Bueno, hasta ahora, entonces —agregó, colgando, después le marcó a su secretaria—. Ana, cancela todas las citas de la tarde, no me siento bien.

—Como ordene, doctor… Ah, su hermano…

La secretaria no había terminado de anunciarlo cuando este hizo su aparición.

—Sí, ya lo vi. —Colgó—. Álvaro, tú por aquí...

—Estoy preocupado por Jenny —comenzó, sentándose frente a su escritorio—. Sigue con esa absurda idea de hacerle creer a los demás que aún está embarazada.

—Ese no es nuestro problema. —Samuel se incorporó y se quitó la bata, colgándola en un perchero—. Es su vida, que haga lo que quiera.

—Cómo puedes decir eso… —replicó su hermano—. Ella no está bien, me refiero, psicológicamente. Acaba de perder a su hija y está obsesionada con Antón. ¿Y si la refieres a un psiquiatra o un psicólogo?

—¿Y de verdad crees que va a ir?

—Nada perdemos con intentarlo.

Samuel le hizo la referencia y antes de marcharse, agregó:

—Te daré un consejo, ocúpate más de tu revista y menos de esa mujer, que claramente, no siente nada por ti.

 

*****

 

—Se los advierto —dijo Emma—. A la primera travesura nos regresamos a casa. ¿Okey?

—Okey —contestaron al unísono Erik y Matías.

—Pensé que ya no ibas a venir —dijo Javi, extendiendo los brazos para ayudarla con Lucy.

—Tenía mucho que hacer.  —Se sentaron en la arena—. Y Lourdes, ¿por qué no vino?

—Está con papá, es que recién llegó de su viaje, y ya sabes cómo es de pegada con él.

—Ya. ¿Y cómo le fue en el curso?

—Bien. Le dieron clases de defensa personal y tiro al blanco.

—Vaya, ¿tiro al blanco? Yo de solo ver una pistola creo que me desmayaría —confesó Emma.

—Papá tiene excelente puntería. Dice que es necesario a aprender a usar un arma, no sabemos cuándo la vamos a necesitar.

—¿Quieres ser policía como él?

—Eh… no lo creo. ¿Por qué? ¿Te gustan los hombres policías? —inquirió Javi.



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En el texto hay: mentiras, intriga, amor

Editado: 02.03.2021

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