Madelyn

4 DE AGOSTO

Emma se encontró con Lourdes.

—¿Alquilando películas? —le preguntó la hermana menor de Javi.

—Son para Ronnie… ¿Y qué tal?, ¿cómo sigues de la alergia?

—Alergia. ¿Qué alergia?

—Pensé que… No, nada, olvídalo.  ¿Y Javi?

—Está en la panadería comprándose una dona, ya sabes que son su debilidad. Yo mientras tanto estoy mirando a los turistas. Están guapos, ¿no?

—Ay, Lourdes —rio—. Estás muy chiquita para estar pensando en eso.

—Chiquita no. Ya tengo trece… Ay, mira, allá viene Javi.

—Emma —sonrió él, depositando un beso en su mejilla—. Lleva esto para la casa —agregó, entregándole el paquete a su hermana.

—Pero no me quiero ir —rezongó Lourdes—. ¿Puedo ir un rato al muelle?

—Está bien, pero después te vas para la casa —respondió Javi.

—Ni te imaginas lo que pasó ayer —dijo Emma, cuando se quedaron solos—. Liam fue a verme.

—Li… ¿Liam? ¿Volvieron?

—No, pero fuimos a la playa… Nos… Me pidió que fuéramos amigos.

—¿Y aceptaste?

—Sí. Sé que él nunca te ha caído bien, Javi, pero no es una mala persona.

—Claro…

—No te enojes conmigo, por favor.

—No, no estoy enojado. —El pelirrojo le dedicó una sonrisa—. Bueno, ya me tengo que ir —agregó, repentinamente, y caminó deprisa en dirección del destacamento policial.

 

*****

 

Jenny estaba acostada cuando Antón ingresó a su habitación.

—Te compré pastel —dijo, extendiéndole una bolsita de papel.

—Gracias, cariño, no te hubieras molestado —musitó ella, recibiendo el paquete—. ¿Y cómo te fue con Álvaro?

—Bien. —Se quitó el abrigo y se sentó en el borde de la cama—. Quiere adelantar el viaje para el ocho de agosto.

—¿En serio? ¡Qué buena noticia!

Su esposo frunció el entrecejo.

—¿Qué?

—Que cualquiera pensaría que te mueres de ganas de que me vaya.

—No, no es eso —La voz le tembló—, lo que pasa es que así podrás cumplir con tu contrato y también estar a tiempo para el nacimiento de nuestra hija.

—Sí, en eso tienes razón. —Acarició la pierna un tanto descubierta de su esposa y, agregó—: Cariño, con el embarazo te has puesto más hermosa. Crees que podríamos…

—Antón. —Le apartó la mano—. Me faltan pocas semanas para dar a luz. No es buena idea.

—Ya sé,  pero al menos podrías complacerme, ya sabes, con eso hermosa boquita que tienes —murmuró—. Por favor, cariño.

—Claro —asintió Jenny, más por no levantar sospechas que por complacer a su marido—. Acuéstate —ordenó.

Antón obedeció y ella se encargó de quitarle los pantalones.

—Espera —suspiró su esposo—. Quiero verte desnuda.

—¿Desnuda?

—Sí, desnuda. Hace tiempo que no te veo así.

Jenny se apartó.

—No.

—Por favor. —Antón se puso de pie—. Juro que no te tocaré, pero déjame verte —insistió, desabotonando la bata de su esposa.

—¡Te dije que no! —Lo apartó con brusquedad.

Antón tensó la mandíbula y se colocó nuevamente los pantalones.

—Después no te quejes —espetó, y azotó la puerta, marchándose.

Jenny escuchó el auto encender el motor y  enfureció, arrojando al suelo todo lo que había en su peinadora.

El corazón se le llenó de dudas.

¿Y si Antón buscaba refugio en brazos de otra mujer?  Ya lo había hecho una vez cuando ella se deprimió por no quedar embarazada.

«Si me das un hijo, te juro que me quedaré contigo para siempre» eso le había prometido él.

Pero ya ni siquiera existía aquel hijo. Y tenía miedo. Mucho miedo de perderlo a él también.

 

*****

El celular sonó. Número desconocido.

Aprovechando que el semáforo se había puesto en rojo, Antón contestó.

—Nelson... —lloró una mujer del otro lado del teléfono.

Apenas escuchó aquella voz supo de quién se trataba.

¿Será que no se iba a cansar?

—¿Qué quieres? —espetó.

—Tienes que ayudarme, por favor, perdí el trabajo, y la renta de la casa donde estoy viviendo está por vencerse.

—¿Y qué quieres que haga yo? Eso no es asunto mío.

—¿Cómo puedes decir eso después de todo lo que vivimos? —volvió a sollozar la mujer.

—¿De todo lo que vivimos? —rio, cínicamente—. Por favor, fue una semana, y eso no significó nada para mí. Y si lo que tanto te preocupa es quedarte en la calle, vete a la casa de tus padres.

—Pero... sabes muy bien que después de lo que pasó no quieren verme —dijo la muchacha—. No tengo a donde ir. No tenemos a donde ir.



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En el texto hay: mentiras, intriga, amor

Editado: 02.03.2021

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