Madelyn

7 DE AGOSTO

—Solo relájate, recuerda que una buena postura es esencial —dijo su padre, cuando estuvieron en el campo de tiro.

Javi asintió y se colocó los auriculares anti ruido.

Posteriormente, su padre le entregó la pistola.

Tener un arma en la mano lo hacía sentir poderoso, dueño del mundo aunque fuera por un instante.

Apuntó el objetivo: la mano le tembló por un instante, aunque no era la primera vez que  disparaba, se sentía nervioso, ansioso.

Cargo el arma y apretó el gatillo, despacio, hasta que por fin la bala salió.

Repitió el procedimiento cinco veces.

Falló solo dos.

—Excelente —lo felicitó su padre—. Mejoraste la puntería.

Javi sonrió y le devolvió el arma; ojalá pudiera invitar a Emma y mostrarle lo bueno que era disparando.

—¿Cómo van las cosas con ella? —le preguntó su padre, como si leyera sus pensamientos.

—Hoy iremos a la fiesta en la playa.

—Entonces, haz avanzado.

—Sí… bueno, eso creo.

—Animo, hijo, ya verás que tarde o temprano ella terminará olvidándolo.

Javi asintió no muy convencido, algunas veces dudaba de si todo aquello que estaba haciendo fuera lo correcto, si  de verdad Emma algún día se fijaría en él. Pero entonces ella se aparecía con aquella sonrisa, obsequiándole retacitos de felicidad, y todas las dudas se disipaban.

Él la amaba, siempre lo había hecho.

 

 

 

*****

 

Aunque todavía era temprano, Emma se dio una ducha.

Necesitaba y quería verse hermosa.

Se lavó el cabello con un champú con olor a lavanda y se lo secó con el ventilador; era liso, castaño oscuro, y le llegaba a mitad de la espalda. Acto seguido, se maquilló: un poco de rubor sobre las mejillas, rímel y lápiz labial rosa claro. Por último el vestido, blanco y corto, con mangas arruchadas que dejaban sus hombros al descubierto, y unas sandalias sin tacón. 

Se miró en el espejo y sonrió; pensó en Liam. Quería abrazarlo aunque fuera desde lejos, con la mirada, con el fondo musical de las olas del mar, rebeldes, refrescantes, con olor a sonrisas, como alguna vez lo fue su amor.

Pero ¿qué hacía? No debería pensar en él, arreglarse para él.

Negó con la cabeza volviendo a la realidad y salió de la habitación.

Gretel y Ronnie estaban en la sala, charlando.

—Emma —musitó su madre, cuando la vio—. Tengo que decirte algo… Me llamaron del trabajo, tengo que ir hoy también, así que te tienes que quedar con los niños.

—Pero tú dijiste… —La voz de Emma tembló.

—Sé lo que dije —espetó su madre—, pero lamentablemente no puedo hacer nada.

—Ronnie puede…

—No, Ronnie, no puede.

—Yo los puedo cuidar —intervino Ronnie.

—No —sentenció su esposa—. Emma sabe muy bien que cuando no estoy en casa a ella le toca cuidar a los niños.

—Pero ¿por qué? —le gritó su hija—, ellos no son mis hijos.

—No me hables así, Emma, no vas ir a ninguna parte y punto —gruñó Gretel—. Ve a quitarte esa ropa inmediatamente, y ve a bañar a Erick. Y no te preocupes por Javi, paso por su casa y le aviso.

Emma no lo pudo evitar, dos lágrimas se escaparon.

¿Cómo su madre podía hacerle aquello?

Era injusto.

Corrió escaleras arriba y se encerró en su habitación.

¿Por qué su vida tenía que ser así?

—Emma —escuchó la voz de Erick; su hermano intentó abrir, pero ella había cerrado con llave.

Tuvo ganas de gritarle, de decirle que la dejara en paz, pero se contuvo.

Ni él ni sus otros dos hermanos tenían la culpa.

Se cambió la ropa y fue a bañarlo.

 

*****

 

Jenny salió del baño.

Tenía un vestido marrón manga larga sin estampado por debajo de la rodilla.

Antón, que estaba acostado en la cama, apagó el televisor.

—Cariño, es una fiesta —musitó—. ¿Por qué no usas algo más llamativo? —Se acercó y con su pulgar le rozó los labios; Jenny tragó saliva, lo deseaba, lo anhelaba, pero no podía permitir que nada pasara entre ellos. Arruinar sus planes por un instante de placer—. Quiero que te vistas sexi esta noche.

—Es… —murmuró—, un pecado vestir así.

—No mostrar tu belleza, eso sí que es un pecado. —Regó besos húmedos sobre el cuello de su esposa—. Deja que los demás también aprecien la hermosura que intentas ocultar detrás de tanta tela.

—¿No te molesta que otros hombres me miren?

—Al contrario, me hace sentir orgulloso —murmuró él—, de ser tu esposo, de ser el único dueño de este cuerpo. —Antón quiso introducir la mano debajo del vestido, pero ella lo detuvo—. Lo sé, sé que no te puedo tocar, aunque me muera de ganas. Es el peor de los castigos ¿sabes? —Condujo la mano de ella hasta su entre pierna endurecida—. ¿Mira cómo me tienes, cariño?

—Antón, basta —rogó; pero ese ruego era para sí mima, quería contenerse, estaba tan húmeda que sentía que estallaría en cualquier momento—. Después que nazca Madelyn, ya te lo dije.

—Bien —suspiró él, alejándose, y dirigiéndose a su closet—. Esta mañana compré esto para ti, me gustaría vértelo puesto, al menos compláceme en eso, Jenny.

A Jenny no le quedó más que asentir, se sentía tan caliente, deseosa, que sí pronunciaba una palabra, de seguro sería un gemido.



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En el texto hay: mentiras, intriga, amor

Editado: 02.03.2021

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