Madelyn

8 DE AGOSTO

Paty caminó de prisa bajo la mirada perturbada de drogadictos y mujeres que ofrecían sus servicios sexuales. Aquel era de los puntos más peligrosos de Bahía Coral, pero ella lo conocía perfectamente y todos la conocían a ella. No corría peligro.

Se dirigió al galpón donde trabajaba Marcial; él estaba de brazos cruzados, hablando con una mujer desconocida: lo mejor era esperar.

Una vez la mujer se marchó, perdiéndose en la oscuridad de aquellas callejuelas, ella le hizo señas a Marcial, y este por fin se acercó.

—Paty. Paty —canturreó él, caminando a su alrededor, devorándola con la mirada—. Cuanto te extrañaba.

—Sí, claro —bufó ella—. Y cuándo me encarcelaron no me fuiste a ver ni una vez.

—Primero muerto antes que entrar a una prisión. Ese es mi lema, muñeca.

—¿Y qué cuentas? ¿Quién era esa mujer? —preguntó.

—Eh… pues, una clienta. ¿Por qué estás celosa?

—¡Ja! Claro que no.

—Sabes que Marcial tiene para todas, patito, así que no me hagas escenas.

—Ay, no seas tonto… ¿Y qué quería? ¿Drogas?

—Nah…

—¿Entonces?

—Me vino a ofrecer un buen negocio —repuso, acariciándole el cabello a ella, y luego la mejilla—. Un negocio con mucho dinero de por medio.

—Ah ¿sí? ¿Y de qué se trata? —Marcial entonó los ojos—. Claro, si me quieres contar...

—De querer, quiero muchas cosas contigo, Paty —susurró muy cerca de sus labios—.  Pero contarte no es precisamente una de ellas.

—¿Por qué?... No me digas que… —Paty se alejó—. Marcial no irás a matar a alguien, ¿eh? —Él estalló en una carcajada—. Dime la verdad, o te juro que…

—¿O me juras qué? —espetó, tomándola bruscamente del brazo—. No me gustan las amenazas, Patricia.

—Es que me prometiste…

—Sé lo que prometí, no tienes que repetírmelo… Y no, no se trata de eso. Quiere que robe un bebé.

—¿Un bebé? ¿Y aceptarás?

—La curiosidad mató al gato, Paty, ¿lo sabías?

—Tienes razón —suspiró ella.

—¿Vas a volver al negocio?

—No, gracias. No quiero ir otra vez a prisión.

—Tuviste mala suerte, eso fue todo.

En eso apareció un chico ofreciendo unas cadenas de oro a cambio de droga. Paty sintió pena de él, debía de tener su misma edad, dieciséis, pero lucía tembloroso como una anciano. Ya lo conocía. Todos los días solía verlo por las calles de Bahía Coral, mendigando o robando para obtener su tan anhelada dosis. En ese instante se preguntó qué sería de la vida de ese muchacho si por culpa de personas como Marcial, o como ella, no hubiera caído en el mundo de las drogas.

 

*****

 

Liam sabía que una cosa era dejarla ir. Otra muy distinta, sacarla de sus recuerdos. De sus pensamientos.

Ella se había metido mar adentro, sumergiéndose en lo profundo de su corazón adolescente, y no iba a ser fácil sacarla de allí.

Esa noche se detuvo frente a aquella casa, y aunque se había jurado a sí mismo no volver hacerlo, lanzó unas piedrecitas a su ventana.

—Liam, ¿qué haces aquí? —espetó Emma, cuando salió al porche.

—¿Podemos hablar?

—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar.

—Karla y yo no tenemos nada —suspiró—. Ella… ella solo lo hace por molestar.

—Ese no es mi problema, puedes hacer con tu vida lo que se te antoje.

—Emma, es que tú no entiendes.

—¿No entiendo qué?

—Que quiero olvidarte. —Liam le acarició la mejilla—. Pero no puedo.

—Basta, por favor —balbuceó ella, apartándose—. Ahora soy yo la que no quiero volver a verte.

—Mientes.                                  

—Tú qué sabes.

—Lo puedo ver en tus ojos. —La rodeo por la cintura y la arrastró hasta hacerla impactar con su cuerpo—. Te necesito, Emma, aunque mi forma de actuar demuestre lo contrario.

—Liam… —suspiró ella, envolviéndolo del sabor a cereza de sus labios—. Dime que todo volverá a ser como antes.

—Emma… —Fue él quien se apartó de ella—. No sabes cómo me gustaría, pero…

—Entonces, vete —espetó, haciéndole un ademán con la mano—. Vete y no me busques más.

Liam asintió sin dejar de mirarla y, acto seguido, subió a su motocicleta. Cada vez era peor. Más las ganas de abrazarla y de decirle lo que realmente estaba pasando. Pero no. Tenía que salvar a Paty. Por encima de todo estaba su hermana.

Cuando llegó a casa, encontró a su padre, botella en mano y acostado en la hamaca.

—¿Y Paty? —le preguntó

—Salió.



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En el texto hay: mentiras, intriga, amor

Editado: 02.03.2021

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