Madelyn

9 DE AGOSTO

Decir que no tenía ganas de darle un buen puñetazo a ese imbécil era una mentira.

Liam apretó los puños, conteniéndose, mientras veía a Javi tomar un par de discos. Inevitablemente a su memoria llegaron los recuerdos de aquella triste tarde en que tuvo que renunciar a Emma. Había ido a visitar a Paty, que llevaba algunos días encerrada en el destacamento policial acusada de venta de drogas.

—¡Liam! —Paty aferró las manos a los barrotes de la celda—. ¿Qué pasa? ¿Por qué no me has sacado de aquí?

—La cosa no está fácil—respondió el muchacho con el semblante cabizbajo—. El abogado que te asignaron no da muchas esperanzas.

—Qué…. —tartamudeó ella—. ¿Qué me quieres decir con eso?

—Lo que escuchaste, que probablemente te envíen al…

—No —sentenció antes de que su hermano pudiera terminar la frase—. Liam, no puedes permitir que me envíen a ese reformatorio, ¿sabes lo que le hacen en ese lugar a las chicas? ¡Me van a violar! —Se llevó ambas manos a la cabeza y tiró de sus cabellos con frustración—. Tienes que hacer algo. ¡Lo que sea! —suplicó—. Pero no me permitas que me lleven a ese lugar. Si lo hacen te juro que me mato. ¡Me mato!

Liam posó su mano sobre la de ella haciéndole saber que no estaba sola.

—No digas eso. —La voz le tembló—. Te juro que encontraré una forma de sacarte de aquí, pero no vuelvas a repetir eso en tu vida, Patricia.

Ella soltó un sollozo y apretó fuertemente la mano de su hermano.

—Tengo mucho miedo. Mucho miedo —confesó.

Después apareció el detective Rice, él mismo se había encargado de apresar a su hermana cuando la encontró con una buena cantidad de éxtasis en los bolsillos, y le hizo saber que el tiempo de visita se había terminado. Cuando Liam estaba por salir del destacamento, Rice le pidió que lo siguiera hasta su oficina.

—Tengo una propuesta que hacerte —le dijo el policía.

Ese fue el comienzo del fin.

El detective desaparecería las pruebas que implicaban a Paty en aquel asunto, logrando así su liberación, pero a cambió él debía renunciar a Emma.

—Esto es por Javi, ¿verdad? —inquirió Liam—. Está obsesionado con ella.

—Eso no es asunto tuyo —escupió Rice—. Lo único que quiero es una respuesta. Un sí para libertad de tu hermana, o un no para su condena.

La libertad de Patricia estaba por encima de todo; incluso de su felicidad, pero eso no quería decir que no le doliera. Aun le dolía.

—Liam —llamó el dueño del local, haciéndolo volver de sus recuerdos—. Cóbrale al muchacho.

—Claro… —asintió. Javi dejó un disco sobre la caja, era de Bob Marley. Liam cobró. Y una vez Javi le dio la espalda, añadió—: sí es para Emma no pierdas tu tiempo, se lo regalé hace algunos días.

Javi se giró y caminó nuevamente hasta quedar en frente de él.

—Si es para ella o no es para ella no es asunto tuyo —espetó el pelirrojo—. Deberías ocuparte de tu noviecita Karla y dejar de meterte en la vida de Emma, no haces otra cosa que lastimarla.

—Todo esto es tú culpa —gruñó Liam—. Tú y tu padre…

—Eh… cuidado con lo que dices —lo amenazo Javi—, no vaya a ser que tu hermanita termine pagando las consecuencias.

—¿Crees que haciendo esto Emma te amará?

—No lo sé —Se encogió de hombros con cinismo—. Pero al menos logré lo que más deseaba: separarla de ti.

 

*****

 

El desayuno transcurría en silencio; sin embargo, la mente de Samuel estaba invadida por cientos de voces.

¿En qué estaba pensando cuando aceptó aquel trato?

¿Cómo podía seguir haciéndole daño después de lo que había hecho?

¿En qué terminaría todo ese asunto?

Llevó hasta su boca una porción de arroz y las náuseas se arremolinaron en su estómago; toda aquella situación le daba tanto asco. Asco de él. Asco de la humanidad.

Dayana no hacía más que mirarlo con aquellos ojos de víbora: ¿en qué estaba pensando cuando se casó con esa mujer? 

Sí, claro, en su familia. En que nadie sospechara de su orientación sexual.

Tal vez hubiera sido mejor nunca casarse.

Pero… ¿y los niños?

Era lo único que realmente le importaba en la vida.

Bueno, y Arturo, a él también lo amaba.

—¿Se puede saber dónde pasaste la noche? —espetó su esposa.

—Sabes muy bien que cuando no vengo es porque estoy en alguna cirugía.

—¿Y tú crees que soy estúpida? —espetó la mujer.

—Cuando salí del hospital fui con unos amigos a tomarme unos tragos, eso fue todo —se defendió, rememorando la noche anterior: un desastre.  Nuevamente no había podido corresponderle a Arturo, terminaron discutiendo, y él ahogando sus penas en un bar.

—Te juro que si me estás engañando, no te lo voy a perdonar —lo amenazó—. Y jamás volverás a ver a tus hijos. ¡Me escuchaste bien!  ¡Jamás!



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En el texto hay: mentiras, intriga, amor

Editado: 02.03.2021

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