Madelyn

*25 DE AGOSTO*

Jenny jugueteó con las llaves que sostenía en sus manos. Antón regresaba al día siguiente, así que tenía que deshacerse de esa mujer esa misma noche, y destruir todas las evidencias. Miró a Madelyn que dormía en la canasta, se parecía mucho a su madre biológica, el cabello rubio y los ojos claros, pero también se parecía a su esposo, así que él no tendría porqué dudar.  

—Jenny, mi amor, ya llegué —anunció Antón.

No. Su esposo ya estaba en casa.

¿Y ahora qué iba a hacer?

Sacó a la niña de la canasta y fue a recibirlo.

No había vuelta a atrás. Era ahora o nunca.

—Antón, cariño… —tartamudeó Jenny.

Su esposo frunció el entrecejo mientras observaba el bulto que ella sostenía en sus manos.

—¿Qué es todo esto? —inquirió él.

Ella sonrió. Una sonrisa temblorosa y fugaz.

—Es nuestra hija, Antón, ya nació.

—Pero… —Ella se la acercó—. ¿Cómo? ¿Cuándo? Por qué no me avisaste. Te dije que quería estar presente en el parto —espetó.

—Tranquilo, mi amor —musitó—. Fue ayer en la mañana. Sentí los dolores y me fui al hospital. Di a luz casi de inmediato y hoy nos dieron de alta. Lo siento, te iba a llamar, pero es que todo pasó tan rápido.

—¿Samuel atendió tu parto?

—Fui a otro hospital.

—Pero ¿por qué? —le gritó.

Jenny dio un respingo.

—Estaba asustada, así que fui al hospital mas cercano —susurró ella—. Perdóname.

—Está bien, cariño. Perdóname tú a mí por gritarte. Anoche te llamé. ¿Por qué no contéstate?

—Estaba dormida.

—¿Por lo menos tu madre estuvo contigo?

—Ya sabes que no quiero a esa mujer en mi vida.

—Jenny. Dios mío. —Antón se llevó las manos a ambos lados de la cabeza—. Aun no lo termino de creer.

—Pues créelo, es nuestra hija, nuestra Madelyn. —Jenny besó la cabeza de la recién nacida—. Mírala. Tiene tus ojos y la forma de tu boca.

—¿Puedo cargarla?

—Por supuesto.

Jenny se la entregó.

—Yo creo que se parece más a ti. —Miró a su esposa y los ojos se le llenaron de lágrimas—. Ambas son preciosas.

—Oh, cariño, no llores.

—Es de felicidad, Jenny, me has hecho el hombre más feliz del mundo.

Ella sonrió.

—Cumplirás tu promesa, ¿verdad? —preguntó Jenny.

—¿Qué promesa?

—Dijiste que si te daba un hijo jamás me abandonarías.

Él la miró.

—Nunca lo haría, mi amor. Te amo.

Jenny se sintió satisfecha, por fin había conseguido lo que tanto deseó: que Antón fuera suyo para siempre. Algo que jamás pudo conseguir su hermana. Nunca se había sentido tan feliz de que Katherine estuviera muerta.

 

*****

Cuando Emma salió de su casa lo que menos esperó fue ver a su vecina con su hija recién nacida en brazos.

—Emma, cielo, ¿cómo van las cosas con tu madre? —preguntó Jenny.

—Bi… Bien —tartamudeó, aun incrédula—.  ¿Puedo ver a su hija?

—Claro, ven acércate. —Jenny estaba tomando el sol en una mesedora—. Te presento a Madelyn, mi princesa —musitó.

Emma tembló casi como si hubiera visto un fantasma. La niña era real y no otra mentira de Jenny. La recién nacida llevaba puesto un trajecito rojo y sobre su cabecita un cintillo de rosas blancas, como las que yacían sobre la tumba de su hija muerta. Una de las manitas de la bebé la aferraba al índice de Jenny, como alguna vez estuvo aferrada al vientre de su verdadera madre.

—Yo…me tengo que ir —dijo Emma, y se echó a andar sin siquiera esperar una respuesta de su vecina.

¿De dónde había sacado aquella niña?

¿La robaría del hospital?

No, no había escuchado nada en las noticias.

Caminó de prisa, su madre necesitaba unos medicamentos para continuar con el tratamiento, y ella… Ella necesitaba dejar de pensar en tonterías.

 

*****

—Jenny —escuchó la voz de su esposo—,  ¿puedo ver el acta de nacimiento de Madelyn? —preguntó.

Jenny se tensó.

¿Cómo no había pensado en eso? ¿Y ahora de dónde la iba a sacar?

Samuel, sí, él podría ayudarla.

—Más tarde te la….

El sonido de un celular la interrumpió.

—Álvaro —contestó Antón. Jenny aprovechó de colocar a Madelyn en su canasta, estaba tan nerviosa que temía dejarla caer en cualquier momento—. ¿Qué?... Pero… ¿cuándo sucedió? …Sí, voy para allá.

—¿Qué pasó, cariño?  —preguntó Jenny.

—Era Álvaro. Anoche Samuel…

—¿Samuel…?

 —Se suicidó.

—¿Qué? ¡Dios mío!

—Iré al velorio.

—Te acompaño.

—No. —Antón caminó hasta donde estaba su hija y besó su frente—. Eso no te hace bien, quédate con Madelyn.

Jenny asintió, mientras veía a su esposo tomar las llaves del Mercedes.

Samuel muerto; vaya, no podía haber sido más oportuno.

¿Ahora quien la ayudaría a conseguir un acta de nacimiento?

 

 

*****

Álvaro negó con la cabeza; a pesar de que la funeraria estaba llena, aun no terminaba de asimilar la noticia: su hermano mayor se había disparado en la sien.



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En el texto hay: mentiras, intriga, amor

Editado: 02.03.2021

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