Mademoiselle Robin

Capitulo II: El Amo Gruñón (Arco Argumental Nº1: Todo Sucede En Castle-Crane)

Edmund Delaney Sinclair a pesar de ser un hombre comenzado sus veintes años con una estabilidad económica gracias a su establecimiento de comida y bebidas, su casa heredada por sus padres luego de fallecer y su querida Caroline Baxter, disfrutaba los domingos siendosu único día libre a la semana donde coincidentemente mantenía cerrado su negocio, como la mayoría de los habitantes de Castle-Crane. Eran devotos asistentes a la iglesia local prefería mantenerse al margen de ese lugar pero tampoco negaba a su sirvienta asistir a los sermones dominicales pero hasta la pelirroja se reservada sus propias creencias.

-Ella nunca se queja o realiza algún comentario exigiendo algo en particular- acomodándose en el sillón de su sala principal mientras la chimenea comenzaba a temperar todo su hogar. –Solo me dice a finales de mes lo que necesita para la casa-se dijo.

A pesar de tener un carácter un tanto reservado como estoico, disfrutaba de los simples placeres de la vida como leer periódico local, beber ocasionalmente una copa de brandy o vino, y una que otra agradable cena prepara por Caroline.

-Han sido 7 años desde que llego, pero en ocasiones parece toda una vida junto a ella- en medio de su reflexión interna poso su mirada hacia el retrato de sus difuntos padres. –No me miren así, he cuidado el negocio, la casa y especialmente a Caroline- regresando a su lectura.

                                                                

-¡Amo!- escucho girando la cabeza en la dirección de dónde provino aquella voz. –Mi nana- se dijo el pelinegro.

La figura de la joven sirvienta destacaba solo por su intenso cabello de color rojo como el fuego, a diferencia de otras mujeres de distinguidos atributos físicos que de inmediato hacían caer a los hombres a sus pies. Edmund solo necesitaba ver el llamativo cabello de la joven mujer completamente suelto para verse inducido bajo el extraño hechizo de su sirvienta, recordaba como en una tarde de otoño su señora madre Katherine hizo las presentaciones correspondientes entre los jóvenes pero Caroline estaba nerviosa por conocer a su joven amo y se oculto detrás de su difunta madre. El paso del tiempo había plantado un extraño sentimiento en aquel joven, su padre había notado ese comportamiento charlando en privado una noche de regreso a casa tras cerrar su negocio.

-¡Hijo!...no tiene nada de malo admirar a una mujer, pero la señorita Caroline es una chica muy dulce espero que siempre la respetes…..si deseas más consejos solo háblame cuando no esté cerca tu madre- fueron en parte las palabras de su padre Arthur. –Ella se ha mantenido conmigo luego de la muerte de mis padres y Jasper, odiaría verla lastimada- se dijo.

La pelirroja había entrado en la sala de estar trayendo consigo, un carro de pequeñas ruedas llevando consigo una tetera, una taza, una cuchara para el té y unas galletas.

-Es la hora del té- índico Caroline. –Cuando estaba realizando las compras ayer en la tarde, encontré estas galletas traídas directamente de Londres, espero que sea de su agrado…¡Amo Edmund!.

-Grrr…..gracias…- contesto Edmund. –Odio cuando lleva su cabello peinado de esa forma, me gusta verlo mecido por el viento de otoño- pensando para si mismo y dejando de lado el periódico.

-Está de buen humor- se dijo Caroline sirviendo el té y viendo las botas de montar de su amo. –Si desea puedo traerle sus zapatos.

-Así está bien- contesto Edmund. –Ocupar zapatos es algo molesto, prefiero las botas como siempre tenemos lluvias ocasionales y lodo por todas parte, evito ensuciarme los pies como los pantalones- contesto.

-Su padre decía lo mismo- dijo Caroline. –Una vez se lo pregunte y él medio la misma explicación.

-No me sorprende- dijo Edmund. –Mmmm….en el fondo era algo excéntrico, siempre tenía ciertas manías…..ya sabes…..- encontrándose por mera casualidad con los ojos verdes de ella.

-….¿Cuánto de azúcar?- pregunto Caroline. –No era el único conciertas manías- se dijo mirando nuevamente las botas de montar y sonriendo levemente por su joven amo.

-Dos, por favor-`contesto. –¿Enserio?...nunca me ha manifestado alguna queja o sugerencia- pensó.

Caroline servía el té mientras Edmund se quedaba en silencio estudiando las facciones del rostro de su sirvienta, recordando sus años de adolescencia en ciertas oportunidades trataba de contar las pecas de ella, siempre perdía la cuenta.

-Creo que son unas 15….o 17…- pensó acomodándose en el sillón. –Mmmmmm…Caroline…..

-¿Sucede algo?- pregunto. –Desea algo de crema o leche- inquirió a él.



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En el texto hay: sirvienta, inglaterra, sigloxix

Editado: 08.02.2021

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