Madness

Prólogo.

   Sé que no tengo que adentrarme a este lugar. Es denso, me perderé rápidamente entre los árboles, me será difícil encontrar una manera de salir... Pero tengo que entrar de igual manera.

   ─ ¿Emma? ─ Grito su nombre sin éxito alguno.

   Ella no responde a mi llamado, y sé que no lo hará. Quiere que yo la busque, esto es un juego para ella...

   ─ ¡Emma! ─ Repito su nombre una vez más. Me acerco más al árbol mas cercano, me apoyo en el. ─ ¡Emma volvé! ¡No es divertido! ─ Sin respuesta.

   Cierro los ojos con cansancio, resignada. Tengo que entrar a buscarla y rezar porque cuando la encuentre, pueda dar con la salida de esta masa de árboles.

   Doy unos cortos pasos dentro de la espesura y siento algo moverse a mi derecha, comienzo a respirar más rápido y permanezco quieta... Cuando miro en esa dirección no encuentro nada más que hojas secas en el suelo y alguna que otra rama.

   Es tu imaginación, calmate, no va a pasar nada. Voy a buscar a Emma, saldremos de acá y después voy a darle la reprimienda de su vida por ésto.

   Con ese pensamiento, reuno el valor para continuar adentrándome cada vez más. Mi corazón está cada vez más acelerado, cada vez estoy más nerviosa. No logro dar con Emma. Me detengo a observar a mi alrededor por un momento; me rodean árboles, no se ve nada más allá de eso... Arriba el cielo es gris, y concluyo que estoy perdida finalmente. Pienso en la posibilidad de comenzar a correr por donde había venido, con la esperanza de lograr encontrar el lugar por el cual entré. Desecho esa idea casi al instante, debo buscar a Emma.

   Reuniendo toda la valentía que aún me queda, seguí caminando de manera recta... Adentrándome cada vez más en la espesura, al punto de que quedaba poco espacio entre árbol y árbol por el cual pasar. No me importó, seguí buscando a mi hermanita. Con cada minuto que pasaba, mi pulso se aceleraba más gracias a la desesperación, y con cada paso me falta más al aire.

   Me detuve, incliné mi cuerpo, jadeando, en busca de oxigeno con el que llenar mis pulmones. Cuando consigo calmarme levanto la mirada y escruto el lugar con ella con cuidado, reparando en cada detalle. Consigo apoyarme en un árbol, y me siento en el suelo dandome finalmente por vencida. Tengo ganas de llorar, y es exactamente lo que hago. No sólo no logré dar con Emma, sino que yo misma me perdí. Vuelvo a mirar a mi alrededor entre lágrimas, sólo puedo divisar árboles a mi alrededor. Eso me desespera aún más.

   Abro los ojos de golpe cuando escucho lo que parecen ser pasos cerca de mi. Me muevo desesperada, parándome y buscando con la mirada su prosedencia. Siento una presencia detrás de mí. Me doy la vuelta lentamente, y sonrío.

   ─ Emma... ─ y me río, más lágrimas resbalan por mi cara, pero esta vez de felicidad. Comienzo a reir y corro hacía ella. ─ ¡Emma! ¿En qué estabas pensando? ¡No vuelvas a hacer ésto..! ─ me quedé helada cuando toqué su hombro.

   Bueno, no llegue a tocar su hombro siquiera... Su hombro se desvaneció frente a mí. Comienzo a respirar entrecortado, el pánico me inunda por completo. Emma se desvanece frente a mi... Se desvanece. Comienzo a caminar sin mirar atrás, conmocionada. Pienso en todas mis opciones, podría hechar a correr... Éso es lo único que me queda, correr. Y cuando me dispongo a hacerlo, no puedo. Algo agarró mi tobillo. Una mano negra salió de entre las hojas y tomó mi tobillo, no muy lejos de ella sale otra, intentando alcanzar mi otro pié. Lo muevo lo más lejos que puedo e intento liberarme de la otra, mas no puedo. Su agarre es cada vez más fuerte.

   Mi pecho comienza a sentirse más pesado, me cuesta respirar. Llevo mis manos a mi cuello y pecho, abro mi boca en un intento desesperado por oxigeno. Cierro mis ojos y me dejo caer de rodillas al suelo. Para cuando abro los ojos y miro a mi alrededor, una abrumadora masa negra me rodea y no logro ver casi nada más allá de ella. Sigo luchando por respirar, mas ya no siento mi cuerpo para nada. Miro mis manos, completamente blancas cual hoja de papel, mis venas cada vez más notorias, y cada vez más huesudas. Las lágrimas siguen resbalando por mi rostro sin parar y soy consciente de que ya no puedo oír nada. Cierro mis ojos unos instantes, y me inunda la sensación de que todo a mi alrededor se detuvo.

   Agacho la cabeza, pero una mano vuelve a sibírmela, y me obliga a abrir los ojos. Obedezco sin resistirme; éste es mi fin, así es como moriré. Miro a sus ojos completamente blancos, en busca de humanidad, pero lo último que veo es su mano alzandose sobre mí y metiendose en mi pecho, puedo sentirlo apretando mi corazón, y verlo deleitándose con ello... Sin más, cierro mis ojos y me dejo llevar.

   Desperté en el asiento trasero de una camioneta, tapada con una campera y completamente sola.




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