Masticaba mi comida en silencio, toda la cocina estaba sumida en él. Lo único que se escucha es el sonido de los cubiertos chocando contra los platos.
La ventana está abierta, y la luz natural ilumina todo. Al parecer no se dieron cuenta, porque si no ya la hubieran cerrado. No puedo concentrarme con la ventana abierta de par en par a mi lado.. Bueno, no abierta, pero sí con las cortinas corridas, dándome vista del exterior. Me limito a observar a través de ella por el rabillo del ojo, para que no se percaten y la cierren.
Pero finalmente Nía nota la ventana con las cortinas corridas, mira a Joseph y éste le indica que las cierre con un movimiento de cabeza. Se levanta, me mira, y luego las cierra lentamente. Prende la luz amarillenta que yo tanto odio y continuamos comiendo.
_
Nuevamente no puedo dormir.
No tengo nada más interesante que hacer, más sólo mirar mi reflejo en el espejo y escuchar el reloj una y otra vez. Muevo mis extremidades tratando de ganarle al espejo, no es lo más divertido del mundo, pero me entretiene.
Me muevo una y otra vez en la cama, buscando una posición cómoda para no hacer nada. Muevo la cabeza al escuchar algo contra la ventana; agua. Está lloviendo. Suspiro y cruzo mis piernas, meto mis manos entre ellas y encuentro apoyo en el respaldo de la cama, cierro mis ojos por alguna razón.
Mi cuerpo comienza a temblar sin razón y pronto comienzo a sentir frío. Pero estoy cómoda en la posición en la que estoy, y me niego a moverme. El frío se intensifica cada vez más y mi cuerpo comienza a tomar una tonalidad morada. Es entonces que me doy cuenta; es obra suya. La piel de mis manos comienza a secarse, esto es algo nuevo que nunca antes había experimentado conmigo.
Quiere asustarte, no lo dejes, no puede hacerte nada malo en realidad. Con ese pensamiento me decido a ignorarlo. Me levanto de la cama, corro las sábanas y me acurruco en ella. Mi cuerpo comienza a tomar calor y siento un alivio inmenso.. Pero nuevamente está tocándome para asustarme. No puede llegar más lejos que esto, no dejes que sepa que te asusta. Comenzó a tocar mi hombro derecho y a descender por el brazo lentamente, me causa escalofríos, pero me niego a demostrar temor nuevamente.
Deja mis brazos, y puedo sentir cómo el colchón se hunde a mis espaldas. Sólo quiere asustarme, hacerme saber que está conmigo aún y quiere una respuesta de mi parte para saber que capté el mensaje. No se la des. Sigo resistiéndome a demostrar temor y actúo con indiferencia, hacer ésto ayuda a que no me atormente como solía hacerlo.
Siento cómo sopla en mi oreja, muerdo mi labio para no sollozar y, para seguir aparentando indiferencia, me doy a vuelta en el colchón y quedo frente a donde se supone que él está.
Puedo sentir cómo el frío desaparece y vuelvo a tener calor, también esa sensación de alguien sentado a mi lado en el colchón. Suspiro, me destapo y me siento en la cama con las piernas extendidas. Mi cuerpo tiembla aún debido al miedo, pero intento tranquilizarme. Apoyo mi cabeza en la cabecera de la cama y cierro mis ojos.
Un ardor repentino se extiende desde mi muslo hasta mi rodilla, abro rápidamente los ojos y miro hacia esa zona; grito. Grité como una loca y flexioné mi pierna contra mí. No tardé en escuchar pasos correr por el pasillo y entrar a la habitación.
─ ¡Angélica! ─ reconozco la voz de Nía, y a continuación siento sus brazos rodearme de manera casi maternal. ─ ¿Qué pasó? ─ preguntó de manera rápida, casi no entendí lo que dijo.
Extendí mi pierna, dejando a la vista los tres largos rasguños en ella. Se apresuró a mirar a Joseph y ayudarme a levantarme para ir hacia el baño para curar mi herida.
_
─ ¿Cómo te hiciste eso? ─ pregunta Joseph por décima vez.
─ Esa cosa que tiene a Emma me lo hizo. ─ contesto, también, por décima vez.
Se deja caer en una silla a mi lado y bufa. Se revuelve el pelo como sé que hace cuando está frustrado.
─ Y yo te dije que quiero la verdad, Angélica. ─ apoya los codos en la mesa y me mira con súplica.
Miro a Nía, quien está de pié en la puerta de la cocina, ella me mira de igual manera que Joseph.
─ Ya se las dije, tienen que creerme, por favor.. ─ Ya agoté su paciencia, puedo verlo en cómo tensa su mandíbula.
Se levanta bruscamente y me toma del brazo, me quejo gracias al dolor en mi pierna pero no me suelta. Nía corre detrás de él intentando hacer que me suelte, pero no logra hacer nada. Vuelve a dejarme en la habitación llena de libros y tranca la puerta, sé que hay una fuerte discusión en curso allá afuera, y también sé que es sobre mí.