Madness

Capítulo 4.

   Escuché un portazo.

   Y ese sonido era mi sentencia. Me quedaré a dormir en esta habitación hasta mañana, o tal vez más.

   Cada vez que Nía y Joseph pelean se olvidan por completo de mí. En su cabeza no entra nada más que el resentimiento hacia el otro, pensando en el odio repentino que sienten hacia la otra persona, se olvidan de mi.

   Y estaba más que acostumbrada a estas cosas. Me levanté del sillón, tiré hacia atrás el respaldo de éste y lo acomodé junto a la pared. Miré por entre medio de las maderas que funcionaban como intermediario entre el exterior y yo, y noté que el sol se ocultaba. No tenía reloj, por lo tanto tampoco manera de saber la hora, y sólo me limité a recostarme en el sillón e intentar conciliar el sueño.

   Sorprendentemente, lo conseguí.

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   Desperté gracias al sonido de la puerta, bueno, gracias al forsejeo de intentar abrirla en realidad.

   Me senté en el pequeño sillón y resfriegué mis ojos, pronto me di cuenta de que tenia la piel de gallina gracias al frio. Volví la mirada hacia la puerta justo a tiempo para ver como el pomo giraba rápidamente y se abria de par en par. Nía estaba detrás de ella.

   Se acercó a mi a paso rápido y me envolvió en un abrazo.

   ─ Que ni se te ocurra salir de esta habitación con ella. ─ Joseph estaba parado en el marco de la puerta, impidiendo el paso.

   Nía lo miró con desafío y, ignorando lo que él acaba de decir, pasó su brazo por sobre mis hombros y me guió hasta la puerta. Se detubo frente a Joseph.

   ─ Salí del camino. ─ yo mantenía la mirada baja, a la espera de que la discusión diera comienzo.

   La veía venir, en mi mente ya me imaginaba los insultos y los golpes de parte de ambos, y ya veía que terminaría accidentalmente lastimada.

    Pero ninguna de mis sospechas se hizo realidad, Joseph resopló con cansancio. No dijo malas palabras ni hizo el amago de empujarnos más adentro en la habitación.

   ─ Sabes que lo mejor para ella es quedarse acá por hoy, su cabeza está imaginando cosas. Nía, hoy por primera vez se lastmó a ella misma sólo para corroborar esos extraños sucesos que dice vivir cada noche. Se está volviendo loca. ─ dijo lentamente, Nía apretó su agarre en mi hombro.

   ─ Ella no está loca, Joseph. Yo le creo, todo lo que dice es cierto. En cada sentimetro de esta casa me siento observada, más de una vez. Pero esta cosa no está para jodernos a nosotros. La quiere a ella, ¿No entendes? ¡La quiere a e..! ─ Joseph no la dejó continuar.

   ─ ¿Te estás escuchando? Esto es totalmente ridículo. ¡Se está volviendo loca!¡Necesita ayuda de verdad! Esto esta fuera de nuestro control, ELLA esta fuera de nuestro control. Esta situación nos sobrepasa, Nía, es suficiente. ─ Nía no dijo palabra por un largo rato.

   ─ Yo creo en su palabra, yo creo cada una de las palabras que dice. Y ahora, si no vas a apoyarnos, por favor salí de nuestro camino. ─ resignado, Joseph nos dejó pasar.

   Nía, aun con su brazo por sobre mis hombros, me condujo a mi habitación. Me senté en mi cama y ella a mi lado, nerviosa.

   ─ Ahora tengo dos locas que cuidar, y yo sólo. ─ murmuró Joseph mientras se alejaba por el pasillo. ─ ¡Genial! ─ exclamó sarcástico antes de dar un portazo y encerrarse en la habitación que comparte con Nía.

   Ella suspiró a mi lado y comenzó a jugar con su pelo. Por un largo rato ninguna de las dos dijo nada, sin decir nada me levanté, corrí las sábanas y me acosté en la cama. Me acurruqué y el silencio volvió a envolvernos.

   Bajo mi atenta mirada, Nía se levantó, corrió las cortinas de par en par y me sonrió por sobre su hombro. Se acostó en la cama y se acurrucó a mi lado.




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