Madre a destiempo | Edición completada.

CINCO [Editado]

"Años atrás, tomé la decisión de adoptar después de haber descubierto que tuve un embarazo psicológico; mismo que dejó efectos en mí al darme cuenta que en el fondo, existía un anhelo en mi interior por experimentar lo que otras madres expresaban sobre sus hijos biológicos de quienes compartían las mejores anécdotas, estando enfrascada en ese mundo ideal que deseaba para mí. 

Al poco tiempo, supe que mis opciones para procrear, se estaban viendo afectadas por las diferentes pérdidas espontáneas de las vidas que gestaba en mi interior, lo que me encerró en una incertidumbre de la que salí al darme cuenta que aún con quienes no llevaban mi sangre, podía formar una familia y cumplir el rol que tanto ansiaba experimentar, siendo ese la maternidad.

Ser madre de dos pequeños a los que decidí adoptar, me ayudó a aprender en medio de sus compañías, que no debía llenarlos de estereotipos o expectativas, ni sumergirme en la idea de ser como otras mamás, puesto que en mi vida, esa parte significaba algo único e irrepetible, que no podía comparar con nada, sino que debía de construirlo en compañía de ellos.

Ahí me di cuenta que en cierto punto estaba lista para enfrentarme a un nuevo avanzar, una etapa distinta, sin importar quiénes les dieron la vida a mis hijos, para que estuvieran a mi lado, porque me habían permitido tener y darles una familia que no dejaba de forjar.

De ninguna forma menosprecio a esas personas, ni a las otras féminas con las que alguna vez me junté o vi de casualidad. La verdad es que me impulsaron a un proceso nuevo y en los años de mi soledad, comprendí que debía desarrollar mi propia identidad maternal.

Saberlas así, me dio la valentía de transitar ese camino, donde el ADN diferente, la inseguridad personal, pensar que era incompetente o los sucesos biológicos que me impedían procrear, no entraban ni tenían lugar en esa decisión que iba de la mano con mi esposo, porque nos aventurábamos a algo que no tenía retorno y con lo que también ansiamos descubrir nuestra capacidad. Por eso, puedo decir, que el peso que llevo en mis hombros es algo que amo.

La carga emocional que conlleva criar a mis chicos, es única y por eso, no puedo decirle a otra mujer como yo, o diferente a mí, que es menos en esta vida, en este mundo y alrededor de su familia, porque no cargue a su hijo o hijos, en su vientre, ni porque eligieron no tenerlo o decidieron no criar. Estar en esta tierra, nos permite tomar elecciones de vida que abarcan el dar y recibir de la misma manera, en la misma intensidad y en el mismo grado de responsabilidad—para dejar un legado del que esos infantes serán partícipes y con el cual, se sentirán orgullosos en el futuro cuando vean atrás, todo lo que lograron aprender, lo que obtuvieron por sus padres estar, lo que necesitan para disfrutar y ver más allá de lo que uno puede observar—, o no.

Nuestros hijos, por naturaleza, son y serán, nuestros receptores de escenarios, emociones, rechazos y más. Ellos sentirán por encima de lo que imaginamos, por eso lo mejor que podemos obsequiarles, es el valor del tiempo, el valor de desarrollar sus habilidades y sus sueños, pudiendo disfrutar de sus juegos que mantienen en una balanza equilibrada un apego seguro en el área de lo paternal.

¿Por qué digo esto? Porque hace poco sucedió en casa que mi hija se enojó con su papá, una emoción que delataba que algunas cosas no estaban marchando de la forma correcta, precisamente por el énfasis masculino al que los niños están acostumbrados y las niñas no. Sé que el hombre es una de las figuras más importantes en la crianza, tal cual lo es la mamá, puesto que hace parte del pilar que mantiene el hogar, aunque en sus inicios, al mismo se le fue arraigada una cultura, una costumbre y unos conocimientos que terminaron siendo perjudiciales para la sociedad, mostrando de ese modo lo que conocemos hoy como el machismo. Eso que les impide a cada uno surgir de la manera que desea con la esposa, las hijas e incluso en la casa, donde también debe de participar.

¿Qué quería mi hija con su padre? Que él posara sus ojos sobre ella, que se interesara en sus juegos del mismo modo que lo hacía con su hermano; que le hiciera coletas en su cabello, que tuvieran una hora del té, entre pedicuras y manicuras, conversando sobre muñecas, la tendencia en la moda o qué color de la paleta de maquillaje resaltaba más.

Quizás suene demasiado femenino, tal vez no todas se parecen a mi hija, no obstante, él aún no ha descubierto si a ella le gustan los autos, si quiere montar a caballo en el paso de los años, si tiene planeada una empresa que hará la industria automovilística estallar de envidia o si desea estudiar medicina, abogacía, negocios internacionales, ser Presidente o sanar a los animales de la calle.

Ninguno ha descubierto si quiere ser militar, si anhela algún rango en el Gobierno, si quiere ser policía, incluso, no obstante, si estamos involucrados en ese proceso, mamá no será la única que lo sabrá.

Ella no tendrá que venir solo a mí para que la ayude a crear el color de la temporada, el look que revolucionará la escuela, los zapatos que harán a sus amigas querer unos igual. Por eso, deseo que los padres aprendan el énfasis que tienen en la crianza, sobre todo en la femenina, porque pueden congeniar con un alma igual de pura que esa, aunque el sexo sea lo que los diferencie.

Las hijas anhelan aprender de sus padres, buscan hacerlos sentirse igual de orgullosos que como se siente mamá. Los miran como sus héroes, aún si piensan que no lo son y pueden ser su mayor fan, aunque ustedes no lo hayan descubierto.




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