Madre a destiempo | Edición completada.

NUEVE [Editado]

Me alisté en el espejo al notar el cambio en mi piel, tocando que no estuviera grasosa, porque de un momento a otro, tomó un brillo que no se había ido ni con cosas del cuidado de la piel.

Había pasado casi un mes desde que tuvimos esa conversación, donde tuvimos esos días desbordados y tomamos la decisión de intervenirnos con la licenciada.

Podría decir que dar el paso, nos funcionó, en ciertos sentidos, pero no podía detallar de forma exacta la situación, porque aún tenía ideas formuladas en mi interior, que necesitaba decirle a mi esposo, luego de lo que haríamos este día.

No sabía cómo iba a tomarlo, sin embargo, iba a prepararme para una negativa o para cualquier cosa que le hiciera perder el control. 

Porque aunque Jon no era violento, sí llegaba a ser diferente su cambio de actitud, sobre todo, si estaba arraigado a la frustración o se sentía herido por mi intervención.

No quería lastimarlo, solo sentía que me faltaba algo y no podía sacarlo del todo de ese terreno, ni de su vida, ni la de mi familia.

Era yo, Carlisse, quien necesitaba pulirse en el dolor; evolucionar y desapegarse de las ideas, que aún surcaban su cabeza de vez en cuando.

Así que sí, definitivamente, la cosa iba más allá de la terapia cognitivo conductual con la doctora y eso no lo podía ignorar.

Porque era saber, en el fondo, que necesitba navegar en lo áspero y lo solo, para volver conmigo, para sentir que no iba a arruinarlo cuando alguna situación apareciera, sabiéndola gestionar de muchos otros modos. 

Tenía la disposición de arreglar mi historia, cortar de raíz otras, puesto que de ese modo, podría avanzar a lo bueno, a lo real.

—¿Te estás arrepintiendo?—Negué, reconfortada e inspirando su buen olor, con sus manos en mis hombros, alrededor de los demás. 

Estábamos junto a mis familiares, reunidos, haciendo honor a los pequeños que estuvieron conmigo y a los que no me dio tiempo de decirles adiós.

Esta había sido la mejor forma de liberarnos de la culpa y lo que nos causó, por lo que los presentes, nos acompañaron al evento.

Pegué la cabeza en su pecho, recibidos en el aire que nos golpeó, cerrando el cofre que el Padre cargó, donde estaban las ecografías y las pruebas de embarazo que me hice, junto con los exámenes de laboratorio donde estuvieron y luego no.

La tierra cubrió el objeto, mientras los presentes iban sembrando las flores que querían hacer crecer en el sitio.

Ya podía imaginar ese arbusto colorido, cada vez que viniera aquí. 

Sería lo más lindo de todo el cementerio o eso pensaba al dejarlos en el encuentro.

Mis amigos y familiares, se despidieron al paso de los minutos, dejándonos en lo que aceptamos que fue lo mejor el hacer el instante tan íntimo, con la excepción de haber invitado al Pastor, quien representaba la congregación. 

Pronto quedamos Jon y yo, luego de las últimas reverencias, suspirando en las emociones que se anudaron a mi pecho, girando a ver a mi marido.

—Jon—aproveché la soledad, pasando mis brazos alrededor suyo, al haber dejado ir a los niños con mi mamá, lista para decirle—, he pensado en lo que dijo la psicóloga sobre la clínica y me quiero internar—su nuez bajó, al no haberlo esperado, ni haber contemplado el escenario, apartada un poco al fijar mis ojos en los suyos—. Quiero sanar mi pasado, lo que viví desde antes que tuviera memorial—seguí, ofuscada—; lo que... Lo que no soy ahora y me duele no lograrlo—expuse, con la voz rota—, pero para eso, tengo que dejarlos—farfullé—; a ti y a los niños—hice una pausa, detenida al volver a mirarlo—, solos, cariño—inspiré, profundo, adolorida por lo que dije.

—Carl...

—No quiero seguir viviendo con los demonios internos, con pensar que esto es de momento—sorbí la nariz, deteniéndolo—. Mi amor, yo quiero ser estable para todos—liberé, con orgullo—. El amor a veces no lo cubre todo, no el mío y yo...

—El tuyo sí—afloró, contenido, al sostener mis hombros, como si no le hubiese dicho que iba a abandonarlo.

—Es que me siento tan incompetente, Jon—murmuré, evitando el lloro.

—No, Carlisse—sostuvo mi rostro al verme, devoto, gustoso y con todo eso que siempre tuvo para mí—, porque esa decisión es de alguien que ama a otros con todo su corazón, su mente y su fuerza—su boca se entreabrió en lo que las lágrimas cayeron, mojando mis mejillas—. Me va a costar, mi amor—cedió al elevar mi mentón, sorprendida por su gesto.

Este hombre era de otro mundo y lo tenía para mí, completo.

—¿Me consigues una peluca para hacer de mamá?—indagó—. Porque no me sale mucho ser tú, siendo yo—reí al lograr que sacara esa carcajada, siguiendo sus pasos al tenerlo delante.

—Te escribiré un manual—murmuré, apretujando su mano al verlo reír.

—¿Estás segura?—Me cargó en sus brazos, como si fuéramos recién casados, ocultando sus sentimientos al ponerme por encima, porque era lo que necesitaba en el fondo.

—Oh sí—burlé,, dándole un par de besos al terminar enredada en su cintura—. Sí que sí, mi amor—auguré, amorosa.




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