Madre Del Caos

Capítulo 22: Rutas invisibles

Sienna

Pomodor relincha apenas me acerco. O bueno, hace un ruido parecido a un estornudo elegante, porque este bicho es cualquier cosa menos normal. Lo miro confundida, con las cejas medio arqueadas y el cuerpo aún entumecido del viaje. Un soldado me lo entrega como si fuera mi mascota de toda la vida.

—¿Y esto? —pregunto, ladeando la cabeza.

El soldado señala con la barbilla hacia atrás. Sigo la dirección y ahí está Bastian, montando una criatura aún más enorme, algo entre caballo y pesadilla. Me lanza una mirada rápida, sacude la cabeza en negación… y entonces se eleva.

Literalmente.

¡El maldito caballo vuela!

—¡¿Qué demonios?! —salto, la risa me estalla sin permiso—. ¡¿Eso es legal?!

—¡¿Viste, viste, viste?! —Astrid aparece a mi lado como un torbellino de emociones y energía. Lleva el cabello revuelto y una sonrisa que brilla más que el fuego de cualquier antorcha—. ¡Tú solo pides y yo lo consigo!

—Deja esa locura —respondo entre risas, pero mi tono es suave, casi tierno. Ella sabe que la adoro, y lo explota cada segundo.

—Mira lo que tengo —susurra, y saca de su capa una bolsa de cuero oscuro. No es de la Tierra. Ese cuero… arde con un leve resplandor rojizo. Corte Fuego.

La agarro del brazo de inmediato.

—No, Astrid. Eso no. No te metas con la Corte Fuego. Ellos no son tan benevolentes como los demás… Promételo.

Su sonrisa se desvanece un poco. Me mira seria. Muy seria.

—¿Me dirás qué viste? En su mente, digo… Zareth. Se quedó raro cuando intentó entrar en ti. Y lo logró, pero tú también entraste en él.

Trago saliva. Me toma por sorpresa. No pensé que lo notara.

Suspiro. Estoy cansada. De todo. Pero sobre todo de recordar.

—Dolor —digo al fin, bajando la voz—. Vi mucho dolor. Algo que quemaba. No sé si fue porque él entró en mi mente, o porque yo toqué lo que es él en su esencia… pero tuve la posibilidad de matarlo ahí. No lo hice. Y no sé si fue una buena idea.

Astrid no responde de inmediato. Solo asiente con lentitud.

—Siempre que puedas salvar una vida… hazlo. La misma vida se encargará de devolverte esas buenas obras.

Lo dice con tanta convicción que, por un momento, le creo. Por un segundo diminuto, quiero creer que el mundo funciona así.

Pero luego la veo.

—La vida es jodidamente cruel, Astrid. Necesito que lo entiendas. Las personas, la vida, el mundo… todo está mal. Deja de ver cosas buenas donde no las hay ni las habrá.

Subo a Pomodor antes de que pueda responder. Ella resopla, como si supiera que necesito silencio.

Entonces Astrid empieza a cantar… ella canta y muy fuerte. Claro que canta. Esa mariposa social que llevo como hermana es imposible de callar. Y lo peor es que logra que otros se le unan. Hasta los soldados. Parecen olvidar que venimos de un campo de batalla emocional.

El viaje es extraño.

No tomamos la ruta de ida. Vamos por otra. Una que huele a tierra mojada, pero también a agua limpia. Es como un bosque dividido en dos: mitad Corte Tierra, mitad Corte Agua. Hay sonido de cascadas a lo lejos, y flores que no reconozco. Es hermoso. Dolorosamente hermoso.

Cuando hacemos una parada para pasar la noche, me acerco al capitán. Aldrion está dando órdenes, pero cuando me ve, suelta una media sonrisa.

—La bella Sienna decide que soy digno de sus palabras —dice con tono juguetón.

—No exageres —me río, aunque no sé por qué. Él tiene esa maldita habilidad de relajarme cuando no quiero.

—¿Por qué vamos por otro camino? —pregunto directo al grano.

Él ladea la cabeza, sus ojos observan los árboles como si les hablara.

—Además de bella, inteligente. Es un peligro —bromea, pero luego su tono se torna más serio—. Porque no es seguro volver por las mismas rutas. Cada Corte posee monstruos. Muchos nos son desconocidos en nuestras tierras. Tú te familiarizas con los nimbaris… en parte sabes cómo convivir con ellos. Pero aquí es diferente. No sabemos todo. Algunos rastrean pasos pasados, esperan. Como depredadores. Mejor no darles motivos.

—¿Y por qué un lugar tan bonito tiene esas criaturas?

Su respuesta me corta el aliento.

—Equilibrio. Por abuso de poder. Es la ironía más perfecta que la Madre Naturaleza nos regaló. Creo que lo merecemos. Después de todo… los humanos no son la única escoria.

Me quedo en silencio.

Es la primera vez que oigo a alguien de una Corte hablar así de su propio pueblo.




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