Madre Del Caos

Capítulo 25: Lo que significa el CAOS

Capítulo 25: Lo que significa el CAOS

Sienna

Llegamos… pero no como salimos.

No hay vítores. No hay abrazos. Solo silencio. Un silencio tan denso que parece morder los bordes de las palabras. La sangre ya está seca en nuestras ropas, pero no en la memoria. No en el alma.

El castillo nos abre sus puertas con solemnidad viva. Las raíces respiran. Las paredes se curvan a nuestro paso. Todo es orgánico, sagrado… y extraño.

—Ve con el curandero —me dice Bastian, con voz baja y seca—. Luego nos reunimos en el comedor principal. Hay decisiones que tomar.

Solo asiento. No tengo fuerza para discutir.

Astrid se queda atrás, riendo con algunos soldados, contando su versión del desastre como si hubiera sido un espectáculo glorioso. No se ve tan herida. Yo, en cambio, siento que mi piel es una costra ambulante.

Mis pasos me llevan al sótano, donde el aire es más denso, cargado de resina y algo ancestral. Allí está la sala del curandero.

Es el mismo, siempre será el, nos miramos ya que el y yo guardamos secretos que intento olvidar, solores que quiero desaparecer pero mi piel se niega.

Túnica blanca sinónimo de…pureza? Lo dudo.. Silencioso así como todo lo que esconde. Y esa máscara de cuervo. Negra, alargada, sin expresión. Me observa con esos ojos sin pupilas, como si pudiera ver más allá de mi carne..

—Sienna —dice, con una voz pausada que retumba en las paredes vivas.

Asiento. Apenas.

Me siento, aunque todo me duele. El banco es de raíces entrelazadas que se amoldan a mi cuerpo.

Me mira. Inmóvil. Me siento desnudada por su silencio.

—Desabróchate el cuero —dice.

Obedezco. Me tiembla la mano. El roce de la tela arde. La piel está morada, hinchada, desgarrada en algunos puntos. Sus ojos, ocultos tras la máscara, parecen aún más fijos.

—Algunos dolores no pueden ser curados ni borrados —dice mientras prepara un ungüento—. Tu cuerpo solo es un mapa de lo que sangra en tu alma, Sienna.

Y entonces lo hace. Coloca su mano sobre mi costado…Sin avisar y todo colapsa.

No grito. No lloro. No me muevo, simplemente me disuelvo cuando mi cuerpo sigue aquí, sentado frente a él. Pero yo…Yo estoy de nuevo allí.

En la cabaña.

Donde el aire era un cuchillo.
Donde la madera crujía bajo mi espalda.
Donde su aliento era gasolina y yo era ceniza.

Siento sus manos cerrándome la garganta.
Siento mis rodillas luchando por separarlo.
Siento su peso.
Siento su risa.
Siento su odio.
Siento…
Todo.

Me ahogo en imágenes, en sensaciones que quiero arrancarme, en medio de todo esto un grito silencioso sale de mi mente, me escucho murmurar a mi misma como si eso pudiera unir mi cuerpo y mi alma otra vez una:

—Yo viví… él murió… yo gané… él perdió… yo viví…

—Sienna —dice el curandero, su voz ya no tan calma.

No respiro. No pestañeo. Mi cuerpo es una prisión hermética.

—Regresa, Sienna —insiste, más firme—. Solo es tu mente. No estás allí. Estás aquí. Conmigo.

Su mano se eleva hasta mi frente. Sus dedos, fríos primero, se tornan cálidos. Una energía invisible y densa se abre paso en mi pecho.

Un susurro sin palabras se siente como una chispa que me jala.

Respiro de golpe. Como si volviera a nacer.

Jadeando y mi institno es cubrir mi boca, siento la saliva mezclada con lágrimas que no recuerdo haber soltado.

Estoy aquí.

Estoy aquí.

Estoy…

—Lo siento —susurro—. Estoy cansada. No he dormido. No… no he podido.

—Esa herida —dice él, mientras me observa sin moverse— no está en tus costillas.

Asiento.

Bajo la mirada. Estoy rota y lo sabe por que el fue el espectador de este dolor.

—Necesitas hablar, Sienna. El destino no espera a quienes callan. Las verdades ocultas también terminan pudriéndose, y será mas doloroso, por que tu dolor la romperá doblemente de lo que hace contigo.

—No, hice esto para protegerla y lo seguiré haciendo, así me consuma.

Toma un paño. Limpia mis heridas con una mezcla tibia que huele a tierra mojada y eucalipto. Me estremezco.

—¿Sabes algo de nuestras profecías? ¿Te han hablado de ellas completas?

—No —respondo, aún temblando.

Él cierra los ojos. Y entonces… canta. Porque no lo dice. Lo canta. Como si la tierra hablara a través de su voz:

Cuando la raíz deje de sostener,
y el agua deje de sanar,
cuando el fuego no purifique,
y el viento no quiera volar…

la Naturaleza llorará.
El balance se perderá.
El poder corromperá.

Dos ninfas nacerán
con vestiduras de bondad,
una traerá la nueva era,
la otra… la envenenará.

Una será llama,
la otra, oscuridad.
Juntas, el caos.
Juntas, la verdad.

Lo hermoso morirá,
lo dulce se amargará.
Porque para surgir,
primero se debe quemar.

—¿Qué… significa eso? —pregunto

—Lo que debe significar —responde, y aunque lleva máscara, lo veo sonreír con tristeza—. Lo que aún no puedes entender, lo que nadie se atreve a ver.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.