Nina
La forma en la que se expresa es tan cruel que hace que mi corazón se encoja de dolor. No me importa que me trate con desprecio, no quiero que lo nuestro se acabe, o le habré fallado a mi padre.
Él me ofreció a este hombre, no solo para afianzar sus lazos, ya que ambos están en la palestra política de Suiza, también lo hizo para impulsar mi carrera como modelo. Posee muchos contactos importantes, no solo es político, es un hombre de negocios en todo el sentido de la palabra y también un excelente abogado.
No puedo negar que con el tiempo lo he querido, se ha portado muy bien conmigo, hasta hoy que ha decidido revelar su verdadero ser.
—Me rehúso a lanzar nuestro matrimonio por la borda.
—No podemos seguir así.
—¿En serio vamos a rendirnos? —cuestiono, girando un poco el torso para encararlo directamente— ¿Eso es lo único que quieres de mí?
La pregunta parece simple, pero es una ballesta cargada.
—No es solo un deseo, Nina —dice, doblando los brazos como si la tensión le atravesara el pecho. Aún sigue sangrando, aunque no le importa en absoluto—. Es la idea de un legado, de dejar algo que no sea solo tú y yo, sino algo que lleve nuestros apellidos y triunfos.
Es notablemente mayor que yo, así que entiendo que esté tan desesperado por dejar una descendencia.
—Puse en pausa mi trabajo como modelo para enfocarme en esto. Rechacé oportunidades de oro en Italia, Nueva York...
—Y si no podemos tener un hijo, ¿qué queda? —cuestiona— ¿qué hacemos con lo que ya construimos?
Trago saliva.
—Yo ya sé qué queda —murmuro, más para mí misma que para él—. Queda nuestro amor, nuestra lucha, nuestra capacidad de reinventarnos. No es el final de todo, Gian. Es solo… un desvío.
—Pero ha sido un desvío demasiado largo. Demasiado doloroso para mí —de sus palabras emerge un cansancio que parece arrastrar cada rincón de la casa—. Llevamos un año intentándolo, esperando una señal que diga «sí». Y esa señal no llega. No llega porque no puede llegar y ya no puedo fingir que no me afecta.
—Entonces…
—Quiero el divorcio.
—¿Solo soy una especie de incubadora para ti?
El silencio cae de nuevo, más pesado, más definitivo. Él mira el techo, como si la respuesta estuviera grabada allí, en las vigas, esperando a que alguien la revelara.
—Espero que aceptes mi decisión. Necesito un heredero, si no puedo asegurarlo contigo, no quiero seguir fingiendo que todo va bien.
Las palabras cruzan la habitación como cuchillos, dejando un surco de silencio a su paso.
—¿Y qué pasa con todos nuestros esfuerzos? —pregunto, tratando de contener las lágrimas que amenazan con salir—. Le juraste a Dios en santo matrimonio que estaríamos en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad.
Retrocedo un paso, como si cada centímetro me estuviese acercando más al borde del precipicio. Sus ojos, que siempre habían sido un mapa de galaxias, ahora parecen una penumbra. Intento besarlo, sin embargo, me impide tener el más mínimo contacto con él.
—De momento, no te echaré de la casa. Te daré varias semanas para que busques a dónde irte mientras el abogado realiza los respectivos papeleos para el divorcio. Así que, mientras tanto, podrás quedarte aquí un rato más.
Gian se encoge de hombros, expresando indiferencia hacia el dolor que provoca esa repentina decisión.
—¿Qué le dirás a mi padre?
—No fue nada más que un acuerdo para asegurar nuestra relación comercial y política. Además, tenías que darme un hijo, esa era la condición de nuestra unión. Por otra parte, te he ayudado a conseguir un par de contratos y no has podido retribuirlo con un bebé.
El silencio regresa como una tregua breve entre dos combates, pero el ojiverde rompe la paz al agregar más detalles dolorosos.
—Después de todos nuestros esfuerzos, desembolsos en terapias y tratamientos médicos infructuosos, me queda claro que mantener esta fachada de «amor» no tiene sentido.
—¿Y qué pasará con los patrocinadores que conseguiste para impulsar mi carrera?
—No veo por qué mi divorcio tendría que afectar tu vida en la pasarela —expresa con un tono sarcástico mientras me da la espalda—. Serás una supermodelo y tus fans no cambiarán debido a mi rechazo hacia ti como esposa —la última frase sale con un tono despectivo que me hace sentir como si me estuviesen cortando en pedazos—. A partir de ahora, el apellido Meyer dejará de ocupar tu nombre, apáñatelas por ti misma.