
La luz tenue ilumina suavemente las mesas, el espacio es acogedor y elegante al mismo tiempo. Por primera vez no me siento fuera de lugar; es más, estoy más llena de confianza que nunca, aunque las piernas me tiemblen de vez en cuando.
Ya había olvidado este sentimiento, puesto que puse mi vida personal en pausa para centrarme de lleno en el trabajo, sin tomarme siquiera un respiro para unas vacaciones o algo por el estilo.
—Gracias por la invitación.
—Qué alegría finalmente conocerte en persona.
—Es un placer estar aquí contigo —respondo, acomodándome en la silla frente a él.
Los camareros se acercan para tomar nuestras órdenes, Marco no puede evitar mostrar interés tras ponernos de acuerdo en lo que vamos a pedir.
—Entonces, Nina, cuéntame un poco más sobre ti.
—Bueno... Soy originaria de Suiza, he vivido allá toda mi vida, tengo varios años dedicándome al modelaje.
—Wow, jamás lo habría notado, hablas italiano a la perfección —me halaga— ¿Cómo has llegado hasta Milán? ¿cuánto tiempo planeas quedarte?
Tomo un sorbo de mi copa antes de responder con una sonrisa tranquila.
—En realidad, solo estoy aquí por unos días. Este evento fue una oportunidad precipitada, pero estoy orgullosa de que se diera, ya que uno de mis sueños era modelar en estas pasarelas. Mi estadía en Milán solo cubre el día de hoy, incluyendo pasajes y hospedaje. Pero tengo que volver a Suiza mañana.
Frunce el ceño ligeramente, curioso.
—¿Y qué te lleva de regreso tan pronto? ¿Es por trabajo?
—Sí, exactamente. Tengo compromisos pendientes con otras marcas allá. Además, tengo algunos proyectos en marcha que no puedo posponer. La verdad, solo vine por esta ocasión y no pensaba quedarme mucho más —explico con sinceridad, dejando entrever mi profesionalismo y compromiso.
Él asiente, entendiendo la situación.
—Debe ser complicado coordinar tantas cosas a la vez. Me alegra que hayas aceptado mi invitación, aunque sea por un breve momento.
Mis labios se curvan en una ligera sonrisa, sintiendo que la conversación fluye de manera natural.
—¿Qué hay de ti? —me animo a preguntarle.
—No hay mucho por decir... Tengo treinta y cinco años, soy empresario y padre soltero.
—¿Eres divorciado? —inquiero, notando la sinceridad en su voz.
—Viudo —corrige—. Mi esposa falleció hace un par de años. La vida cambió mucho desde entonces.
—Oh, lo siento mucho —le digo, sintiendo una mezcla de empatía y curiosidad.
—Gracias. La pérdida te enseña a valorar las cosas más simples, ¿sabes? —sus ojos se iluminan un poco—. Pero bueno, no quiero que esto sea un funeral ambulante; quiero disfrutar de la noche. ¿Y tú? —se atreve a romper el momento incómodo—. ¿Tienes novio?
—No —respondo, bajando ligeramente la mirada—. Es una larga historia. La verdad, no he tenido muchas ganas de complicarme. La vida aquí ha sido más un acto de supervivencia que de amor.
—Tenemos toda la noche y yo quiero escucharte —insiste, con una sonrisa que invita a confiar.
—¿Y la diversión que me prometiste? —le desafío, levantando una ceja.
—Sé paciente; te sorprenderías al descubrir lo que hay en este sitio —ríe, acercándose un poco más.
Miro hacia ambos lados, observando cómo las personas degustan sus platillos y bebidas finas que deben costar más que el hospedaje de un hotel convencional. La atmósfera está cargada de un aroma a misterio y promesas ocultas; en el aire flota una especie de tensión que no puedo identificar del todo.
—Este es solo un restaurante.
—No por mucho —susurra, dejándome entrever que la noche todavía tiene mucho por ofrecer. Lo que parece un simple sitio local es solo la superficie de algo mucho más oscuro y seductor.
De repente, la luz se atenúa un poco más y en una esquina, una figura femenina con un traje revelador se manifiesta. La música cambia y los murmullos se vuelven más intensos, casi como si todos compartieran un secreto en sus corazones.
Un secreto que saben todos, menos yo.
—¿Quieres jugar? —llama mi atención, su voz cargada de un picante que invita a lo prohibido.
Mis ojos se cruzan con los suyos y en ese instante sé que la noche está por sorprenderme por completo.