Madre Sustituta

Capítulo 9

La mezcla de miedo y desafío me empuja a revelarme aún más, pero el agarre de Marco es firme, como si supiera que podría caer en la tentación de rendirme.

—¡No soy tu prisionera! —grito, tratando de liberarme de su agarre, pero él no se mueve.

—Mira esto como una nueva oportunidad que te da la vida, para protegerte —sostiene, su tono es calmado y sus palabras resuenan en mí como un eco perturbador.

—¿Protegerme de qué? —espeto, sintiendo cómo el pánico amenaza con apoderarse de mí de nuevo—. ¿De ti?

La tensión entre nosotros es eléctrica, puedo sentirlo en el aire. Observo a los hombres armados, aunque quiero confiar en mi instinto, la lógica me grita que están de su lado. La situación se siente desesperada, una pequeña parte de mí desearía creerle. Sin embargo, la idea de estar atrapada me consume.

Marco se inclina hacia mí, su aliento tibio acaricia mi piel.

—Nadie va a hacerte daño aquí. No mientras yo esté cerca — hay un destello de sinceridad en su mirada que casi me hace dudar e inmediatamente apago esa chispa.

No puedo dejarme engañar por su encanto o su apariencia.

—Esto no es amor, Marco. Es control —declaro en mi postura—. Y yo no soy tu propiedad.

Me aferro a la idea de que, aunque esté rodeada de peligro y de hombres armados, aún tengo el control de mis decisiones. Aunque mi voz tiembla, las palabras salen con claridad.

—Te lo advierto, si intentas retenerme de nuevo, no dudaré en luchar.

Su expresión cambia a algo más serio, y la chispa en sus ojos se atenúa, dejándome ver un destello de confusion, solo por un momento, su lado oscuro flota a la superficie.

—Eres más valiente de lo que crees, Nina. Por tu propio bien, no te atrevas a cruzar la línea —replica con una advertencia que me estremece.

El silencio que sigue es pesado. La amenaza es palpable, pero dentro de mí también brota una chispa de resistencia. No estoy dispuesta a rendirme.

—Si realmente quieres protegerme, entonces déjame ir. Eso es lo que haría alguien que se preocupa —insisto, intentando golpear su conciencia.

El italiano vacila, en su rostro se dibuja una lucha interna. Sé que dentro de este hombre controlador hay algo más, una parte que podría ser capaz de entender mi angustia.

Aunque es solo un segundo, malditos segundos que pueden cambiarlo todo.

—Lo siento, Nina, no puedo hacerlo, pronto te acostunbrarás a esto.

—¿Dónde están mis pertenencias?

—En un lugar seguro. Deberíamos tomar una ducha antes de almorzar —sugiere, como si eso pudiera hacer que mi percepción cambie.

Las palabras caen sobre mí como un balde de agua fría.

Tomar una ducha... para ir a almorzar. Su tono sugiere una normalidad que me asusta. Y, por un momento, mi mente vuela hacia un lugar oscuro donde imagino que la invitación es más que simplemente higiénica. Un rubor recorre mis mejillas al pensar que podría haber algún trasfondo en su sugerencia.

—¿T-tomar una ducha? —pregunto, tartamudeando, sintiéndome vulnerable. Lucho por mantener la mirada sobre él, pero el calor de la vergüenza me hace desviar los ojos.

—Sí, claro, para que puedas refrescarte antes de ir a almorzar juntos —responde casualmente, su sonrisa despierta en mí una mezcla de incomodidad.

La idea de compartir ese momento de intimidad, aunque sea solo en la distancia del baño, me hace sentir atrapada.

—¿Juntos? —musito, el pánico nublando mi juicio.

Marco se ríe suavemente de mi malentendido, percatándose de mi reacción exagerada.

—No, no. Me refería a que puedes ducharte y luego podremos comer, aunque si quieres otra cosa no me opondria —afirma, alzando las manos en señal de rendición, su risa es casi contagiosa, aún así no puedo evitar sentirme abrumada.

Sigo nerviosa ante la posibilidad de que mis pensamientos fuesen interpretados de manera errónea.

—Por supuesto que no estaba pensando eso —esbozo con una sonrisa forzada, tratando de ocultar mi inquietud—. Solo quería aclarar…

—Mis hombres te llevarán a tu habitación con baño incluido, allí conseguirás todo lo que necesitas, incluso ropa limpia, artículos de higiene personal y belleza.

—Está bien, tomaré la ducha —respondo, aun con reticencias.

Con pasos vacilantes, me dirijo al sitio donde me conduce el lacayo. Cierro la puerta detrás de mí y me apoyo contra ella, tratando de calmarme, el sonido del agua corriendo comienza a llenar el ambiente, mientras me quito la ropa, aprovecho para reflexionar.

La luz cálida del baño y el vapor que empieza a acumularse me envuelven en una burbuja de privacidad que me resulta reconfortante.

No puedo dejar de pensar en Marco y en la confusión de sus palabras.

¿Qué significaba realmente protegerme? Su inquietante mezcla de dulzura y amenaza se cierne sobre mí como una sombra.

A la vez que el agua caliente cae sobre mi piel, trato de despejar mi mente. Cierro los ojos, disfrutando de la sensación del agua que me relaja, en cuanto consigo un momento de tranquilidad, los pensamientos vuelven a asaltarme. La imagen de su mirada intensa y la advertencia que flota entre nosotros regresan con fuerza.

Al salir de la ducha, me miro en el espejo empañado, tratando de ver más allá de la angustia. Estoy aquí, en esta situación absurda, pero no puedo permitir que eso me defina. Debo encontrar la manera de recuperar el control, o al menos, entender qué está pasando en realidad.




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