
Agarro lo primero que encuentro en el armario, un vestido largo con estampado de flores y sandalias bajas para estar cómoda por si tengo la oportunidad de escaparme.
Término de alistarme y finalmente salgo hacia el jardín, mientras camino hacia allí, mi mirada se desliza automáticamente hacia la entrada, notando claramente a los hombres armados que siguen custodiando la propiedad. La tensión en el ambiente es palpable, cada uno de ellos parece estar en guardia, vigilando cada movimiento desde las sombras.
Al llegar al sitio, Marco me recibe con una sonrisa cálida, viéndose tan guapo como de costumbre.
—Estás hermosa —dice en un tono suave pero lleno de admiración.
Ese cumplido tendría que sonrojarme, pero no, mi rostro permanece tenso a la vez que mi mirada se mantiene fija en el plato que tengo delante al tomar asiento. La rabia y el enojo aún me invaden por la situación en la que estoy, por haber sido secuestrada y por sentirme atrapada en este mundo que no elegí.
Justo en ese momento, una de las criadas aparece con una bandeja en las manos, con naturalidad y respeto, sirviéndonos pasta, ensaladas frescas y vino. La comida huele deliciosa, como un bocado, apenas puedo concentrarme en el sabor, mi mente todavía sigue nublada de pensamientos.
–¿No te da vergüenza que tu hijo esté consciente de este tipo de cosas? ¿De que su padre sea un criminal?
La mujer se detiene por un momento, sorprendida por la pregunta que acabo de hacerle al italiano, luego baja la vista con un gesto que no puedo leer. Marco, en cambio, me mira con una expresión seria y me responde con un tono calmado pero firme.
—De momento no tiene porque estar al tanto de lo que haga o no, pronto llegará su momento, además no tuve elección en seguir con el legado de mi apellido. Es algo que llevo en la sangre, y lo mismo será con él en el futuro.
—¿Así que planeas convertirlo en un criminal también? —respondo, con la voz cargada de incredulidad— ¿Es eso lo que quieres para él, Marco?
Su expresión se endurece, y por un instante, el brillo de sus ojos se apaga. La sonrisa que había mantenido hasta ahora se esfuma, reemplazada por un semblante grave que me aterra.
—No es tan simple, Nina —replica, su tono ahora tiene un matiz de frustración—. Este mundo en el que crecí ya no me permite escoger. He hecho lo que debo para proteger a mi familia, y eso incluye hacer sacrificios.
La criada se apresura en retirarse, pero yo apenas puedo concentrarme en la comida.
—¿Y qué hay de tu propia felicidad? —pregunto, intentando rasgar esa coraza de frialdad— ¿Nunca has querido algo diferente?
Se queda en silencio, su mirada se mantiene fija en el horizonte, como si contemplara un pasado del que yo no soy parte. Por un momento, parece que he llegado a tocar una fibra sensible en él, sin embargo, rápidamente sacude la cabeza, volviendo a centrarse en la realidad que eligió.
—Este es el mundo que conocemos. Que he conocido. No hay espacio para sueños en la vida que llevo.
Mi corazón se acelera ante la idea de que alguien pueda renunciar a su libertad de esa manera, sigo sintiéndome más atrapada que nunca en esta mesa decorada con elegancia, rodeada de lujos.
Él toma un sorbo de vino, parece sopesar mis palabras. La sombra de una lucha interna se dibuja en su rostro, no puedo saber si está considerando mis palabras o simplemente evaluando cuán lejos estoy dispuesta a llegar para escapar de él.
—No quiero que mi vida corra peligro.
—Créeme, aquí estarás a salvo, si no te quedas, vas a morir apenas pongas un pie en Suiza.
Se inclina hacia adelante, atrapando mi mirada con la suya. Hay una chispa de furia en sus ojos, un recordatorio de que aún estoy en peligro.
—¿Cómo estás tan seguro de eso? —inquiero con frialdad, no creo que esté hablando en serio.
—He estado investigándote, tu padre es un político respetado, al igual que tu ex esposo, a diferencia de que Gian está a punto de convertirse en el gobernador de Zúrich.
—¿Y qué tiene que ver conmigo?
—Tu padre está trabajando para su gabinete y el bando contrario no va a quedarse de brazos cruzados, la política es sucia. Después de todo, hay mucha diferencia entre un mafioso y un político.
Me enfrento a él, notando que está desafiándome a imaginar esa posibilidad. La realidad es aún más aterradora que la idea de escapar, sé que en cuanto lo intente, las consecuencias podrían ser catastróficas.
—¿Qué quieres de mí exactamente Marco? —lo encaro, esta simple protección tiene que ver con algo más.
—Quiero que seas la madre sustituta de mi hijo.