
El Rolls-Royce Cullinan se desliza con una suavidad que contrasta con la cruda realidad de la calle. Ajusto los puños de mi traje de Savile Row, siento la tensión habitual, esa deliciosa mezcla de miedo y respeto que mi presencia genera en los demás.
Me encanta causar pánico, terror y escuchar súplicas de mis enemigos.
No soy un gánster de película barata, soy Marco De Luca, el contrabando de misiles y todo tipo de armas es solo la mitad de la historia de mi vida. La otra mitad es De Luca Global Assets, una consultora financiera con sede en un edificio blindado de veinticinco pisos.
Es el camuflaje perfecto, un pozo negro de legalidad donde el dinero sucio se limpia con dignidad.
—Abre la puerta, Adamo —le ordeno a mi chófer, sin siquiera mirarlo, este obedece y yo bajo del auto con mi maletín para entrar al edificio.
Al entrar al vestíbulo, el silencio cae como un telón. Dos gorilas con pinganillos se enderezan, tomo el ascensor privado y presiono el piso veinticinco.
Al salir del ascensor, mi lugarteniente principal, Alessandro, se acerca con el rostro tenso y una tableta en sus manos.
—Tenemos problemas en el sector europeo —susurra, inclinándose respetuosamente, mostrando el punto resaltado en el mapa—. Los envíos de alta tecnología a Suiza están siendo interceptados. Cierto grupo están dañando nuestros canales de distribución. Han frustrado tres movimientos importantes.
Resoplo, mi mandíbula se tensa.
—Encuéntralos. Quiero sus nombres en mi escritorio antes de la cena, Alessandro.
Antes de que pudiera entrar a mi oficina de caoba, una figura más antigua y autoritaria emerge del ascensor de servicio.
Es Enzo De Luca, mi padre, vestido con la elegancia atemporal de la vieja escuela. De la mano lleva a un niño de cuatro años, con el pelo oscuro y los ojos avellanas de su difunta madre.
Es mi hijo, el pequeño Niccolo.
—Hola mi piccolo —me arrodillo para saludar a mi pequeño— ¿Qué tal Bélgica?
Mi fachada de CEO se derrumba por un instante, él es mi única debilidad en este momento.
—¡Abuelo dice que las patatas fritas de allí son las mejores del mundo, Papá! —dice abrazándome.
Enzo carraspea con una expresión de hielo, hace una seña a su nieto para que se adelante a la oficina, dejándonos solos en el pasillo.
—Basta de teatro, Marco —sisea en voz baja, pero con una furia contenida que hace temblar el aire—. Niccolo se va conmigo a Bruselas, crecerá allí.
Me pongo de pie, mi expresión se vuelve de piedra.
—¿Qué dices? Acaba de llegar, esta es su casa.
—No lo es —espeta—. Su hogar no puede ser esta madriguera de víboras. Eres uno de los objetivos de Vito Genovese y sus perros. Si descubren que tienes un heredero legítimo viviendo bajo tu techo, lo usarán para romperte —continúa—. Un niño no puede crecer sin una figura materna presente, así no fue como te criamos, la familia es muy importante para nosotros y no puede ser una deshonra. Si el bambino no puede tener una vida tranquila, se irá conmigo, tu madre me ayudará en darle lo mejor.
—No, no se va a ir, esta vida fracturada terminará pronto, Papá. Me casaré con una mujer hermosa, ella tomará el rol de madre que necesita mi hijo.
El rostro de Enzo, ya sombrío, se contorsiona en una mueca que reconozco como desprecio absoluto.
—¿Casarte? —suelta una risa seca, un sonido áspero que resuena brevemente en el lujoso pasillo, burlando el silencio sepulcral— ¿Con quién? ¿Con la camarera del último club de striptease al que fuiste? ¿O quizás con la secretaria de turno que te ayuda a firmar los cheques?
El desdén en sus palabras es un golpe más duro que cualquier puñalada.
—Nina es diferente. Es inteligente, tiene clase, y entiende mis negocios.
—¿Crees que un anillo y un vestido blanco van a borrar todos tus pecados?
Un calor punzante sube por mi cuello como una furia impotente.
—Ella entiende tus negocios —repite Enzo, enfatizando la última palabra con sarcasmo—. Por supuesto que sí, entenderá la cuenta bancaria. Pero no entenderá el precio que Niccolo pagará si te caza Vito Genovese. ¿Crees que ese animal tendrá piedad de tu conquista de turno e hijo por entrometerte en sus negocios?