Ha anochecido lánguidamente y con la penumbra a sus pies prorrumpe el sol, ensanchándose como cada noche. Sin percatarme me he quedado sin tiempo para robarle la próxima hora ¡qué idiota! Moverme entre sofismos ya no me solivianta porque presto a la profundidad de campo toda visión binocular tiende a desenfocarse.
Confuso acudo al huerto del hortelano pues aquellas pupilas de muñeco trapero con otra marioneta me han visto. Impreciso pero sin preocupaciones arrastro en bastos. Tengo tanto sueño, silente y pausado, que se me retuerce el alma. Zarzamoras de gominolas y tojos de azúcar endulzarán esta implacable tenebrosidad...
En cierto modo no sé que hago aquí o no sé que se supone deba hacer. Ladrón, no te quites la corbata ni reniegues de tu condición y tú, golondrina con gabardina a rayas y botines de claqué, aguarda por la primavera invernal...
Las llamas se alzan pavorosas, adoptando forma de gárgolas desnutridas sin tiempo a devorar sus propias fantasías. Los leños tuercen el gesto; retozan en la ceniza como peonzas barrigonas y tras consumirse el último inocente se viene abajo.
La noche prosigue por parajes simulados, esbozados y arraigados a mi sesera. ¡Tengo tanto sueño que quisiera despertarme! El paraje no luce en perspectiva, ni ahora, ni la noche anterior ni a la que está por venir. Se ve distante a pesar de no darse distancias en esta ensoñación de sifilíticos cuerpos danzando alrededor de la caldereta...
¡Date prisa libro de leyenda sin malvado! Apúrate o cualquiera podrá sustraer esa nota ambigua que posa sobre tu portada. En ciernes espadas y relucientes armaduras; caballerías y escuderos; blasones y arrestos. Penúltima carrera pues nunca habrá una última así como tampoco Quijote sin Sancho, por más gigantes que les cierren el paso…
Con piernas que vienen y van atornilladas a los pies uno debe tantear tanto el desplazarse como el dejar de intentarlo. Dos caracoles han olvidado cargar con sus hogares y aún así, por hábito, se remolcan pausadamente.
Aprieta el sol nocturno, carga contra mis pómulos a golpes de sparring. A pesar de no poder abrir los ojos también allá dentro me hierve la sangre. Un hombre desposeído de brazos y piernas pasa a toda velocidad en moto, dejando un intenso olor a gasolina quemada...
Anochece sin reservas, palideciendo como semientes alimentadas a base de sal. Largo se queda el mantón de la noche, sin importar las hectáreas a cubrir. Latifundios infértiles; surcos hechos con azadas sin mango y cosechas malgastadas bajo tierra…
Una urraca vestida de frac se me pega a la oreja. No contiene las ganas de contarme el cuento del cuervo que quería ser blanco y de la paloma blanca desertando del combate.
Me largué sin aguardar al final. He de moverme de joven pues ya habrá tiempo a retroceder en la senectud del chiquillo. ¿Se envejece en los sueños? No ¿Verdad? ¿Qué sucedió a la sazón con ese póstumo rebujo de aire? Depauperada mi persona ante tan fehaciente contratiempo busco palabras de aplacamiento y a resultas veo volar el cuervo blanco y tras él la paloma blanca, salpicada de rojo…
No caigas en la tentación de meterme en otro brete, no, no lo hagas. Don sueño sé de tu habilidad para hacerme creer, aguzar sentidos y pensar no obstante esta ensoñación me capacita para desposeerme de fe y reflexión. Tú, género desflorado a ras de hierba; abrazo crepuscular asido a presencias noctámbulas. Tú, sabor a ajo difuminado en el aire, larga cabellera morena con canas en las sienes. Date el capricho de una última calada…
¡Golpeo rabioso la almohada! Una hormiga se asusta, agitando sus diminutas antenas mientras corre sábanas abajo. Realiza filigranas para no perder el morral cargado de elefantes que lleva atado a la punta de un palo. Calza zapatillas deportivas sacadas del pie de Pinocho. ¡Lo juro… no miento!
—¡Hasta la vista señor soñador! —Acuña al tiempo que practica rafting entre los rugosos pliegues de mi cama.
—Vaya con Dios pues a mí me queda lejos—. Le repongo en sentida vigía.
Me cubro con las sábanas antes de acurrucarme en el mullido hueco dejado por sapos y culebras. He aprendido a ir del uno al dos sin perder la cuenta ¡aprendo tan rápido! Mi profesor ha sido una tortuga de la cual dicen alquila por horas su caparazón a parejas infieles…
Anochece sin importar mis necesidades. Brilla una luz acercándose al acantilado; si pudiese dejarla entrar ¡ya no! Demasiado tarde para evitar su despeñe. Huelo el selecto aroma de la soledad empero no me siento solo del todo. Mas debo darla por propia pues en este soñar nada es lo que parece y todo lo contrario…
Lobreguez secreta, cuerpos de libélulas danzarinas a flor de charcas malsanas. Personas de día y mascaradas al contraluz, retornándose vagas. Atrapadas entre paréntesis inquebrantables abiertos sin llave y cerrados sin cerrojo. Agujas en vena y recias costuras en boca.
Mira ese canguro con antifaz de héroe; presta atención a los detalles. ¿Lo ves? De la mano lleva un cochinillo de amplia sonrisa y lozanos jamones. ¿Lo ves? Éste a su vez tira de una marmota adormilada que libera burbujas por la nariz…
Hacia la mar me muevo sin desplazarme de mi pedestal onírico, evitando así mareos tan de secano. ¡Cómo aprieta el sol esta noche! ¡Agua! ¿Dónde? Tranquilo porque en los sueños nunca se muere… ni siquiera de sed.
Sin más montura que un atado de líneas entintadas sobre la misma letra cabalgo hacia el ocaso de corchetes y arrobas. ¡Sueña considerado crédulo! Hazlo porque tu destino escrito está por escribirse. Nada de despertar a la bella durmiente con un beso de cuento, déjate de sandeces. Hazlo rozando tus labios con los suyos, sin apartar la mirada, ni aunque tenga por nombre Medusa...
Voces llamando desde la perdición vierten lágrimas sobre corazones transplantados incapaces de reconocer cuanto les rodea. Por una vez no tener orejas ni lacrimales me congratula especialmente. No deseo escucharlas pero lo hago, respondiendo al reclamo pero no sin antes buscar mi propia lengua. ¿Dónde narices la habré metido? Las frases son harina que debe ser amasada hasta convertirse en masa madre de vocablos.