Maedow (melodía de Amor 3)

Capítulo 7

Los mensajes del ex entrenador de la chica cesaron, como el cantante le había asegurado. 

Maedow entró en la pista de tenis respirando hondo para calmar los nervios, se preparó para ir a su lado del campo y esperó a que el árbitro diera comienzo al partido. 

Ese era el último partido antes de ir a los Juegos Olímpicos y debía ganarlo con mucha ventaja, fuera como fuese. No estaba dispuesta a quedarse en las puertas de su sueño y, mucho menos, después de haber luchado durante tantos años por llegar hasta él. 

Dobló las rodillas inclinando el cuerpo hacia delante y levantando la raqueta mientras no le quitaba la vista de encima a su oponente que procedería a sacar en cualquier momento. 

La pelota rebotó en la pista y la chica corrió para regresar el golpe, hasta que su rival no pudo llegar a tiempo. 

Debía continuar así y no bajar la guardia en ningún momento de los minutos que durara el encuentro. 

La joven estaba ganando todos los puntos de partido. Le tocaba hacer el último saque y su corazón no dejaba de latir a mil por hora. Estaba muy nerviosa, pero también decidida a llegar hasta el final. 

Botó la pelota mirando de reojo hacia el campo contrario, respiró hondo para intentar calmarse y unas voces provenientes de las gradas la hizo alzar la vista. 

Todas las personas de los asientos dispuestos a su derecha estaban de pie, con pancartas en las que daban ánimos y en las que podía leer el nombre de su novio al lado del suyo. 

Abrió la boca asombrada y confundida por aquella demostración de apoyo, y buscó con la mirada a su pareja. Estaba sentado con sus cuñados, su familia y los compañeros del grupo, haciendo el baile que ellas se inventaron para animar a Hyacinth durante sus partidos. 

Vio que Seung se llevaba las manos a la boca y escuchó un grito entre todos los de sus seguidoras:

—¡Vamos, pequeña! ¡Puedes hacerlo!

La chica le dedicó una sonrisa a todos y un guiño de ojo a su chico. Botó una vez más la pelota para mirar a su oponente, la lanzó al aire y la golpeó con fuerza haciendo que su rival no pudiera llegar a tener ninguna oportunidad. 

El árbitro pitó el último punto del partido y Maedow cayó de rodillas a la tierra batida de la pista con las lágrimas resbalando por sus mejillas como cataratas. 

Lo había conseguido y estaba preparada para asistir a los Juegos Olímpicos para representar a su isla ante cualquiera. 

Escuchaba los aplausos, gritos y vítores del público cuando sintió que alguien la alzaba del suelo, la abrazaba y le dejaba un beso apasionado en los labios. 

El cantante también lloraba de felicidad por ella y no podía dejar de abrazarla y besarla por más que la familia de la muchacha quisiera hacer lo mismo. 

—¡Juegos Olímpicos, allá va mi hija! —vociferó Horace abrazando a la pareja, llorando. 

***

La pareja entró en el jardín trasero de la casa de los padres de la chica con la medalla de oro aún en las manos, sin poder creer que estuviera haciendo realidad el sueño de toda su vida. 

Se sentaron en las sillas dispuestas alrededor de la mesa rectangular y bebieron para calmar la sed y la garganta por tantos gritos. Tenía la certeza de que estaría ronca al día siguiente. 

—Habéis llorado tanto como yo —observó la muchacha enjugando las lágrimas que aún resbalaban por las mejillas de su novio—. Gracias por vuestros ánimos. ¿Por qué estaban vuestras seguidoras en mi partido de tenis? 

—Han querido darte ánimos y su apoyo. Lo han conseguido con creces —respondió Seung cogiendo un pañuelo para sorberse la nariz. 

—¿Cómo podría darles las gracias? 

—Podemos hacer un directo juntos y podrás agradecerles tú misma. 

—De acuerdo. Tiene que ser antes de que me vaya a los Juegos Olímpicos. 

—Puedo prepararlo para la semana que viene. ¿Te parece bien? —le preguntó dando un sobro a su cerveza. 

—Me parece estupendo. 

—Vamos a brindar por mis maravillosas hijas. Espero que todos vuestros sueños se hagan realidad y que nosotros podamos verlos —dijo Horace apoyando la mano en el hombro de su esposa y tragando la congoja que se le estaba quedando atascada en la garganta por la emoción. 

Los vasos de cristales repicaron al ser golpeados con suavidad los unos con los otros y todos bebieron asintiendo con la cabeza para darle la razón al hombre. 

Cenaron recreando algunas escenas del partido y los chicos se marcharon a la casa que habían alquilado para empezar a componer las nuevas canciones, practicar los bailes y, de camino, hacer algunos capítulos de su programa de retos. Iban a estar ocupados, pero no lejos de sus parejas.

***

Eun-Ji y Faith entraron en la habitación que ocuparían en la nueva casa, se desnudaron sin poder dejar de sonreír y se tumbaron en la cama. Se acercaron para abrazarse y la chica le dejó un beso en la punta de la nariz.

—¿Estás contenta? —le preguntó él pegándola a su cuerpo. 

—Estoy feliz. 

—Ha sido muy emocionante ver a tu hermana ganar ese partido que la lleva directa a su sueño. 

—Espectacular. Y me alegro mucho de haber estado presente. Temía estar lejos cuando eso pasara. 

—Si lo llegamos a hacer queriendo no nos sale. Lo hemos dejado en manos del destino —murmuró el chico acercando sus labios a los de ella. 

—Cierto. Ha sido un día muy intenso. 

—Estoy cansado. Vamos a dormir, pero antes quiero mi beso de buenas noches —le advirtió abrazándola con fuerza. 

La joven la sonrió y le dio lo que pedía. Se acurrucó junto a él y cerró los ojos para quedar dormida en menos de un minuto. 

***

Mientras tanto, TaeYang y Hyacinth estaban retozando en la habitación de al lado, aprovechando cada minuto juntos antes de que ella tuviera que ir de viaje a su partido de voleibol.




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