Maedow (melodía de Amor 3)

Capítulo 8

Maedow estaba sentada en el sofá del salón de sus padres, con la mochila entre sus brazos mientras esperaba con impaciencia a su hermana pequeña. 

La tenista quería ir a ver la nueva casa de los chicos y la adolescente se había apuntado de inmediato. Pasarían el día con ellos y regresarían antes de que anocheciera para mañana estar despejadas para la universidad y el instituto. 

La joven resopló al ver la hora en el móvil y gritó:

—¡Summer, me iré sin ti si no bajas ya!

—No, no. Ya estoy —respondió la aludida corriendo escaleras abajo con la mochila en las manos. 

Salieron de la casa, se montaron en el coche y la mayor puso rumbo hacia la ubicación que su novio le mandó la noche anterior. 

Subían la pequeña montaña del bosque cuando la conductora miró por el retrovisor y tuvo la impresión de que alguien les seguía. No estaba segura de quién era porque no había conseguido tampoco ver de nuevo el coche negro. 

“¿Serán fotógrafos?”, se preguntó con el ceño fruncido. 

Frenó al llegar a una curva demasiado cerrada y su mirada se alzó hacia el espejo para observar con atención. 

El coche que creía que le seguía no aparecía por ningún lado y estaba empezando a pensar que se estaba volviendo una loca paranoica. 

Llegaron a la verja de entrada a la casa, le dieron al portero sus nombres y éste les abrió para dejarles paso hacia la vivienda. 

Las bocas de ambas hermanas se abrieron al ver las dimensiones del edificio, se apearon del vehículo y continuaron hacia la puerta blanca que se abrió para dejar paso a Seung con una gran sonrisa de oreja a oreja en los labios. 

—Buenos días, cuñado —lo saludó Summer pasando por su lado después de abrazarlo. 

El cantante esperó la llegada de su novia, la abrazó con fuerza y la besó. La había echado de menos esa noche y casi no había podido dormir por un mal presentimiento que rondaba por su mente. 

—Te he echado de menos —le confesó él alzándola del suelo y guiándola hacia el interior de la edificación. 

—Solo hace unas horas que no nos vemos. Vaya, esta casa es enorme —se maravilló aún en brazos de él. 

—Cada uno tiene su habitación, así que, podrías quedarte esta noche a dormir —le pidió con una sonrisa coqueta y pícara en los labios. 

—Mañana tengo clases. Te prometo que me quedaré otro día, ¿de acuerdo? —sugirió al ver los labios fruncidos de su novio en una mueca de decepción. 

—La semana que viene. Hacemos el directo y te quedas a dormir. ¿Me lo prometes? 

—Te lo prometo, señor abrazos. 

—Y a mucha honra —contestó él pegándola más a su cuerpo, intentando no aplastarla. 

La dejó en el suelo, entrelazó la mano con la de ella y le enseñó todas las habitaciones hasta llegar al jardín donde estaban todos los demás. 

Le habían dado el día libre para el lunes por la mañana empezar a tope y habían decidido que lo pasarían fuera aprovechando el sol que había salido con intensidad. 

Eun-Ji y Summer estaban jugando al ping pong mientras los demás jugaban a las cartas en la mesa rectangular de cristal. La pareja se unió al juego y se arrepintieron cuando escucharon el castigo para el perdedor. 

—¿Por qué seguimos con los castigos si todavía no hemos empezado con el programa de los retos? —quiso saber Seung mirando con cuidado sus cartas, tapándolas bien con sus manos para que nadie las viera. 

—Porque es divertido. ¿Qué tenéis? —preguntó Dae-Hyun con una sonrisa que presagiaba una buena partida para él—. Full de reinas y ases. 

Todos bufaron soltando las cartas encima de la mesa y se quejaron al saber que uno de ellos acabaría en el fondo de la piscina con toda la ropa incluida cuando ya estaban en invierno y hacía más frío. 

—¿Quién tiene que darse un chapuzón? —inquirió Seok con las manos en la cabeza y orando a los dioses que no fuera él. 

El líder del grupo miró las puntuaciones de todas las partidas que habían llevado a cabo durante aquellas tres horas y llegó a la conclusión de que el castigo lo llevaría a cabo el miembro que pocas veces había perdido en el programa de retos. 

—No os lo vais a creer. ¡Seung! —gritó emocionado y asombrado, alzando el cuaderno de las puntuaciones para que lo vieran con sus propios ojos. 

Los demás miembros del grupo se quedaron anonadados y aplaudieron sonriendo contentos de que le llegara el turno de sufrir algún buen castigo. 

—Parece que estáis un poquito contentos de que le haya tocado —observó Maedow sonriendo y abrazando a su novio. 

—Es demasiado bueno en todo. Pocas veces se ha llevado el castigo en el programa. Disfrutamos este gran momento que, probablemente, no volveremos a vivir —explicó Kwan riendo a carcajadas. 

***

El sol ya se estaba poniendo cuando los integrantes del grupo cogieron a Seung por los brazos y las piernas, salieron al jardín y lo balancearon contando hasta tres. Lo soltaron y el cantante cayó en el agua con la ropa. 

Se reían con demasiada alegría y, aún más, cuando su compañero salió a la superficie tosiendo el agua que se le había metido por la nariz. 

El menor del grupo les lanzó una mirada fulminadora, pero también divertida, se echó el flequillo moreno hacia atrás, metió las manos en el agua y salpicó a sus amigos haciendo que corrieran hacia el interior de la casa. 

Maedow salió al jardín con un albornoz en las manos, se acercó a su novio que salió de la piscina impulsándose con los brazos y le puso la prenda alrededor para que no cogiera frío. 

—El agua está helada —se quejó el joven acurrucado en la tela del albornoz. 

—Lo sé. Me estás mojando —contestó la muchacha con una sonrisa en los labios y refregando sus manos en los brazos de él para darle calor. 

Se dirigieron al interior de la casa, subieron a la habitación y él se metió a la ducha para deshacerse de la ropa mojada y el frío de la noche. Se enrolló la toalla en la cintura, enchufó el secador y se secó el pelo bajo la atenta mirada de su novia que se había quedado en la puerta, apoyada en el marco con una sonrisa a la vez que le repasaba el cuerpo con los ojos. 




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