Maedow (melodía de Amor 3)

Capítulo 11

Aún no había amanecido cuando Seung, TaeYang y Eun-Ji salieron de la casa alquilada y corrieron montaña abajo para que el más joven pudiera encontrar el rastro del hombre que les acababa de arrebatar la felicidad.

Seung alzó la cabeza olisqueando el aire, miró a su alrededor con mucha atención y clavó sus ojos en una carretera medio asfaltada que no sabía a dónde llevaba. 

Un gruñido bajo salió de su garganta al reconocer el olor de ese bastardo y le hizo una señal a sus compañeros con la mano para que lo siguieran. 

Los tres emprendieron el camino hacia las afueras de la ciudad, entrando en la arboleda y saliendo, poco después, en la costa. 

El sol comenzaba a vislumbrarse por el horizonte del mar, por lo que debían darse prisa si querían regresar sin ser vistos. 

El más joven volvió a olisquear el aire, intentando encontrar de nuevo el rastro y miró hacia una pequeña cabaña de madera, casi desvencijada. Estaba medio oculta entre la vegetación de la arboleda y era difícil encontrarla si no se fijaba bien en el lugar. 

Eun-Ji se disipó como el aire y se acercó a la casa para mirar en su interior. Alguien estaba dentro, pero dormido. Se hizo visible en el diminuto porche para hacerles una señal a sus compañeros y entró por debajo de la puerta para abrirla y dejarles paso. 

TaeYang entró primero para que Seung no fastidiara la emboscada. Caminaron en silencio hacia el camastro donde estaba tumbado el responsable de que sus novias se enteraran de su raza y se controlaron para no matarlo en aquel instante. 

Cogieron unas sillas para sentarse alrededor del camastro y Seung hizo que la arena de la playa entrara en la cabaña para medio enterrar al hombre, a excepción de su cabeza y, así, retenerlo para que no escapara en cuanto lo despertaran. 

—¿Por qué no podemos matarlo y ya? —inquirió el más joven agarrando el respaldo de la silla con fuerza para controlar sus impulsos.

—Porque lo tenemos prohibido. ¿Lo tienes bien sujeto? —le preguntó Eun-Ji a su compañero preparado para despertar al desgraciado—. Despierta —le dijo dejando un pellizco en el cuello del ex entrenador. 

Kevin abrió los ojos sobresaltado e intentó incorporarse para contraatacar, sin embargo, una gran cantidad de arena se lo impedía. 

—¿Cómo me habéis encontrado? ¿Qué hacéis aquí? —quiso saber el hombre con la voz llena de miedo. 

—Digamos que tu fétido olor se puede oler a kilómetros de distancia. Has intentado matarnos, a nosotros y a nuestras novias. 

—Yo no he hecho nada. Estoy aquí desde que me despidieron. 

—Mientes —gruñó Seung oliendo la mentira en el aire cargado de la cabaña. 

Aquel gruñido había hecho que los ojos del bastardo reflejaran un enorme temor a aquellos tres hombres que lo observaban con una mirada fulminadora. Para nada eran como los había visto en los vídeos que había buscado sobre ellos en internet. Uno debe conocer a su enemigo antes de enfrentarse a él, sin embargo, no había contado con esa reacción. ¿Qué les pasaba?

—Tenemos un dilema contigo. Uno de nosotros quiere matarte lentamente, mientras que los otros dos queremos dejarte vivo para torturarte durante el resto de tu vida —le explicó TaeYang con el rostro dubitativo. 

—¿No hay más opciones? —lo interrogó el ex entrenador con la voz entrecortada por el miedo. 

—Sí que la hay. Para tu suerte, somos unos vampiros civilizados y vamos a darte una última oportunidad para redimirte de tus errores. Más te vale aprovecharlo o te aseguro que no vivirás para ver crecer a tus hijos —le advirtió Eun-Ji con el rostro serio y los ojos marrones clavados en él. 

—De… De acuerdo. ¿Qué…? ¿Qué vais a hacerme? 

—Cierra los ojos y deja la mente en blanco. Desafortunadamente no te dolerá. 

El hombre obedeció de inmediato. Eun-Ji alargó su mano hacia la frente del desgraciado, lo tocó y dejó que su poder entrase en su cerebro, poco a poco, borrando de su mente todo lo que estuviera relacionado con ellos y sus novias, en especial, con su cuñada Maedow. 

Seung retiró la arena cuando vio que el hombre se había relajada por completo, se levantaron dejando las sillas en su sitio y se alejaron de la cabaña a toda velocidad antes de que el desmemorizado recobrara la consciencia. 

Al llegar a la ciudad, el más joven olisqueó el aire en busca del olor de su novia y, por un momento, pensó que estaba en la casa de sus padres. No obstante, cuando solo estaban a pocos metros de la urbanización, el rastro le llevaba de nuevo a la ciudad. 

—¿Qué ocurre? —quiso saber el mayor para entender por qué su compañero se había parado delante de la verja que daba paso a la urbanización. 

—No están aquí —respondió TaeYang al comprender lo que pasaba—. Han ido a la ciudad. 

—¿A estas horas? 

—Vamos —el más joven se puso en cabeza hasta llegar a la puerta del hotel—. Están aquí. 

—¿Por qué están aquí? ¿Qué se les ha perdido en un hotel? —se interesó Eun-Ji confundido. 

—No lo sé. Entremos para que lo expliquen. 

Preguntaron en recepción por la habitación en la que estaban las hermanas y subieron hasta la planta donde se encontraba el apartamento. Pegaron la espalda a la pared para que no los vieran por la mirilla y llamaron al timbre. 

***

Las chicas estaban sentadas en el sofá, medio adormiladas y sin ganas de hacer nada, además de pensar y repensar en lo que vivieron y descubrieron la noche anterior. 

Encendieron la televisión para despejarse durante unos minutos mientras esperaban el desayuno y dejaron salir las lágrimas que se agolpaban en sus ojos sin control. 

Estaban intentando ver el programa que estaban echando sobre música cuando llamaron al timbre. 

Hyacinth se levantó enjugando sus mejillas con un pañuelo de papel y abrió sin mirar por la mirilla. Pensaba que era el desayuno, pero se sorprendió al ver que su novio salía del flanco derecho y la empujaba con suavidad hacia el interior seguido de sus compañeros. 




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