Maedow (melodía de Amor 3)

Epílogo

Las luces estaban preparadas, el sonido a punto y el escenario listo para recibir al grupo y cantar la última canción del concierto. 

Los siete se separaron en las dos plataformas redondas a cada flanco del largo pasillo que cruzaba hasta la mitad del campo de fútbol del estadio de la ciudad, bebieron unos sorbos de agua esperando a que la banda comenzara los acordes de la canción y los tres enamorados buscaron a sus novias entre los miles de personas allí reunidas. 

TaeYang las vio en la primera fila delante de él y avisó a sus compañeros con disimulo para que supieran que estaban bien. 

—Gracias a todos por deleitarnos con vuestra presencia. Esperamos que os hayáis divertido tanto como nosotros. Esta última canción os la queremos dedicar, en especial, a tres personas que hacen que seamos cada vez mejores personas. Hyacinth, Maedow y Faith, mi amor, gracias por darnos una razón más para seguir respirando —habló Eun-Ji mirando a todas las seguidoras que habían clavado sus ojos en él. 

El cantante lanzó un beso y los primeros acordes de la canción resonaron en el estadio haciendo que todos gritaran de emoción y alegría. 

Seung se acercó el micrófono a los labios y comenzó a cantar Pied Piper con una voz hipnótica y sensual que hizo temblar las piernas de todas las chicas allí presentes. 

No solo la voz y los movimientos del más joven hacían suspirar a las féminas, los demás miembros no se quedaban atrás y parecía que con esa canción iban a dejar salir todos los encantos que los vampiros podían desprender con tan solo una mirada. 

Las tres hermanas estaban con las bocas abiertas de par en par, sintiendo cada palabra que salían de las gargantas de sus novios. Las piernas de Hyacinth temblaban por las miradas que TaeYang le dedicaba, casi sin pestañear. 

La chica se agarró a sus hermanas para no caerse al suelo y respiró hondo para contener las ganas de subir al escenario para llevárselo de allí. 

—¡Por los dioses! ¿No tenéis calor? —les preguntó Faith intentando echarse aire con las manos cuando su novio agarró el micrófono para quitarlo del soporte y caminar por el pasillo para prepararse para la coreografía final. 

—Mucha. Creo que me voy a derretir —asintió su segunda hermana orando para que la canción terminara de una vez e ir a buscarlo, con urgencia. 

—No estábamos preparadas para este despliegue de… poder —apuntó Maedow sintiendo cómo su cerebro dejaba de trabajar en cuanto la mirada de su novio se clavaba en ella. 

La canción por fin terminó y los chicos desaparecieron cuando la plataforma del centro del escenario principal bajó con lentitud. 

Los guardaespaldas apostados en la barrera de la primera fila las ayudaron a pasar y las tres los siguieron hasta el camerino con los corazones latiendo a toda velocidad y el deseo aflorando por cada poro de su piel. 

En cuanto la puerta del camerino se abrió dejando ver a los integrantes del grupo, las chicas se acercaron a sus respectivos novios y los besaron con pasión. 

Los cuatro miembros sin pareja se asombraron ante aquel repentino alarde de amor y sonrieron, contentos de que sus amigos hubieran encontrado la felicidad. 

—¿Ha ocurrido algo? —se interesó TaeYang rodeando la cintura de la chica con fuerza para que no se marchara. 

—¿Por qué habéis hecho eso? 

—¿El qué? 

La joven se acercó al oído de él y le susurró con una voz sensual y un poco ronca por el deseo:

—Calentarnos. 

Los ojos de él se abrieron de par en par, pasando su mirada de Eun-Ji a Seung, sorprendidos por aquella confesión. Los tres habían escuchado el comentario susurrado en sus oídos y un escalofrío recorrió sus cuerpos. 

—¡Joon! —gritó el trío al unísono. 

—¿Qué pasa? ¿A qué viene ese grito? —preguntó el hombre entrando en el camerino con el rostro lleno de preocupación. 

—¿Podemos irnos al hotel? —inquirió Eun-Ji al levantarse con su novia en brazos. 

—Supongo que sí. ¿No os vais a cambiar de ropa? 

—No te preocupes, nadie nos verá salir —le aseguró TaeYang desapareciendo con su novia unos segundos después de despedirse de sus compañeros con un movimiento de mano y una sonrisa traviesa en los labios. 

—Nos vemos mañana —dijo Seung alzando a la tenista entre sus brazos para desvanecerse en unas milésimas de segundo ante los ojos de todos. 

El mayor los imitó y apareció en la habitación del hotel que compartía con la fisioterapeuta. La tumbó en la cama desabrochando los botones de la camisa que ella llevaba puesta y la besó en los labios mientras sus manos recorrían cada recoveco del cuerpo femenino. 

TaeYang no perdió el tiempo con la jugadora de voleibol y la despojó de la ropa en menos de lo que cantaba un gallo. Se tumbaron en la cama y continuaron la batalla de besos y caricias que comenzaron en cuanto sus pies pisaron la alfombra de la habitación. 

Seung posó sus labios sobre los de la tenista reflejando en él toda la pasión, el deseo y el amor que sentía por ella desde el primer instante en que la vio curando la pequeña herida de su hermana en la pista de voleibol.

La tumbó con cuidado en la cama, apoyó su brazo en el colchón para quitar un poco de su peso para no aplastarla y le acarició el perfil de su mandíbula con la yema de los dedos. La miró durante unos minutos que le parecieron una eternidad y le dijo:

—Te amo, lo sabes, ¿verdad? 

—Lo sé. Y tú sabes que te amo más que a mi vida, ¿verdad? —contraatacó ella con una sonrisa de oreja a oreja en los labios. 

Él asintió y se inclinó hacia la boca femenina para dejarle un beso que hizo estremecer el cuerpo de ambos.

 




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